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viernes, 1 de abril de 2016

Via Crucis con Santa María Magdalena de Pazzi

Meditar en la Pasión del Señor es un elemento fundamental en la espiritualidad cristiana. Con ésta se logra una transformación del alma en comunión con el sufrimiento del Hijo de Dios. En este sentido, Sta. María Magdalena de Pazzi es un ejemplo admirable.

Los textos que hemos elegido son de la pasión de Jesús vivida por María Magdalena de Pazzi, edición del Carmelo de Carpineto Romano de 1998. Las oraciones son patrimonio común de la Iglesia, la mayor parte, más libremente adaptadas, vienen de las diferentes estaciones de la cruz del Papa Juan Pablo II en el Coliseo. Los dibujos son de nuestro hermano Jordi Tort y Prunera, O.Carm., a quien le damos las gracias por ayudarnos con su talento a contemplar los misterios de la pasión de Jesús.

Desde su infancia, Santa María Magdalena de Pazzi se sintió atraída por la contemplación de la Pasión de Cristo, siguiendo las Istruzioni et Avvisi para meditar en la pasión de Cristo del P. Gaspar Loarte (1498-1578). A partir de ese libro tomamos este pequeño texto que nos prepara bien para recorrer el camino de la cruz con nuestra Santa.

"Por tanto, cuando medites en la pasión y muerte de tu Redentor, que sea tu principal fin el enamorarte de aquel Señor, que tanto te amó y que con tantas pruebas te ha demostrado su amor. Toma en cuenta que todas esas llagas que contemplas en él son voces que gritan y dan testimonio de este su gran amor. Míralo en la cruz y comprenderás con esos signos como te invita y obliga a amarlo. Esos pies clavados te demuestran que él quiere esperarte. Esos brazos extendidos significan que desea abrazarte. Esa cabeza clavada de espinas da señal de que quiere darte el beso de la paz. Aquel lado abierto manifiesta que quiere darte un lugar en su corazón donde puedas encontrar reposo y seguridad".


INTRODUCCIÓN:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

“Si alguien quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”. (Mt 16,24)

La Iglesia se reúne para recordar y revivir los acontecimientos de la última fase de la vida terrena del Hijo de Dios, convencida de que no es sólo un camino hacia el suplicio.

Creemos que cada paso del Condenado, cada uno de sus gestos y de sus palabras, así como lo que han vivido y logrado los que participaron en este drama, nos hablan constantemente.

Con Santa María Magdalena de Pazzi seguimos a Jesús en el sufrimiento y su muerte. Que a lo largo de esta Via Crucis podamos entender mejor el precio de nuestra redención y lleguemos a ser dignos de recibir los frutos de su pasión, muerte y resurrección. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


I. María acompaña a Jesús en la Pasión

He aquí el fiel siervo de Abraham que va en busca de la novia de su hijo Isaac. Él la encuentra en la fuente y ella le ofrece una bebida...

Este es mi Novio que quiere dar toda la humanidad a su Padre eterno. Él encuentra a María, que está de acuerdo en que él sufra la pasión y encuentra en ella a la novia que él trataba de ofrecer al Padre eterno...

María le dio de beber, porque se conformó a la voluntad divina que él debía sufrir... ¡Oh, qué dulce fuente era aquélla que restauró la angustia de la pasión que ya había comenzado en el Verbo!

Oremos

Oh María, tú que seguiste a tu Hijo en el camino de la cruz, con el corazón desgarrado por el dolor, implora para nosotros la gracia del abandono confiado en el amor de Dios.

Haz que ante al sufrimiento, el rechazo, la prueba, no dudemos de su amor.

A Jesús, tu Hijo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


II. Jesús en el jardín de la agonía

Oh Padre eterno ¡Tú escuchaste a Moisés en el desierto! Habías dicho de tu Hijo: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Escuchadlo. Tú ordenas una cosa y no quieres hacerla. Escuchadlo. ¿Cómo quieres que tu siervo escuche al hijo de un padre que no quiere escucharlo a él? Escuchadlo...

Oh Cristo mío, también dijiste que todo lo que pidamos en tu nombre se nos será dado, y ahora pides, y no se te otorga... Oh Cristo mío, Verbo eterno y novio mío ¿Cómo quieres que pueda tener confianza en las palabras que tú dijiste: Pedid y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá, si tú llamas a los oídos de tu Padre eterno y no te escucha? Sin embargo, no se halló engaño en su boca... Pedías algo tan justo y sin embargo no se te escuchó.

Oremos

Señor Jesucristo, que en la hora de la agonía no te mantuviste indiferente ante el destino de los hombres, sino que te ofreciste en sacrificio para salvarnos de la muerte, de modo que nuestra indiferencia no destruyese el fruto de tu pasión, sobre nosotros infunde en abundancia tu Espíritu de Amor. A ti, Jesús crucificado, la sabiduría y la potencia de Dios, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


III. Jesús es traicionado por Judas

Lo saluda con el beso de la paz. Saludo de paz, pero no para la paz y el amor, sino para traicionarte, Amor mío.

O Amor, lo llamaste amigo, pero si hubiera sido amigo tuyo no te habría traicionado. Amor, para ti él era un amigo, pero se convirtió en enemigo de sí mismo.

Amor, si te dejas besar por él, haz que tu novia e también las otras no se queden atrás. No con el fin de traicionarte, Amor, sino para amarte y unirnos a ti.

Oremos

Jesús, que has descendido más abajo que todas nuestras iniquidades, tú te interpones entre nosotros y el infierno, entre nosotros y la nada. Que tu amor loco doblegue nuestras revueltas y nuestras traiciones, y que nos dé a todos la esperanza del perdón y la felicidad contigo, Jesús, misericordia de Dios dada al mundo por los siglos de los siglos. Amén.


IV. Jesús es arrestado

Oh Amor, te atan con cadena de hierro. Oh Amor, cuántos amantes te atan, más bien, con una cadena de amor. Atan esas manos que han hecho todo por ellos y que los ha creado. Amor, átame a mí y a estas otras; haz que te atemos a ti en nosotras y Tú, Amor, átanos a nosotras en ti. Ellos te atan por odio, para atormentarte, para deshonrarte y darte la muerte; nosotras en cambio queremos atarte para alabarte, honrarte, y para que tú nos des vida, y tú quieres atarnos a nosotras en ti por amor. Amor, ata y une de nuevo a ti a aquellos que se han rebelado y se han apartado de ti. Otorga la luz, Amor, a los que no tienen fe, para que te reconozcan como su creador. Y a cuantos te esperan, Amor, haz que cada uno de ellos te ame.

Oremos

Señor Jesús, con plena libertad has aceptado sufrir para salvarnos, haz que nuestras acciones y toda nuestra existencia sean una participación libre y generosa en tu obra de salvación. A ti, Jesús, Cordero inmolado por nuestra redención, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


V. Jesús es negado por Pedro

Oh Pedro ¿no recuerdas las promesas y advertencias? No una sola vez, sino tres veces lo negaste. Y también nosotros lo negamos. ¿Tal vez no negamos su poder cuando nos disculpamos por no ser capaces de hacer el bien, y con pesar disculpamos también nuestra fragilidad? ¿Tal vez no negamos su sabiduría cuando nos oponemos a su obrar? También negamos su grandeza y riqueza cuando nos aferramos demasiado a las cosas transitorias del mundo... Y cuando el Verbo alza sus ojos divinos, penetra en lo íntimo y te hace comprender todo... Pero ¡cuántas veces, bondad infinita, permites que tus siervos caigan en algún defecto simplemente para que luego tengan compasión de los otros!

Oremos

Señor Jesús, tú que has tomado sobre ti mismo todos los pecados del mundo, haz que nos levantemos de nuestras caídas, para transmitir a las generaciones futuras el Evangelio de tu infinita misericordia. A ti Jesús, que nos sostienes en nuestras debilidades, toda alabanza y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


VI. Jesús es juzgado por Pilato

No sé cómo llamarlo, pero he de decir: ¡maldito respeto humano, a qué conduce al hombre! Oh Pilato ¿qué te hizo hacer? Por respeto humano condenaste a la muerte al inocente. Sin embargo, esto ya se daba por descontado; hablamos de los que hoy ofenden gravemente a Dios con este vicio desagradable. ¿Cuántos, cuántos hay que se comportan peor que Pilato, en especial algunos superiores que más bien deberían ser ejemplo para los demás. Amor mío, haz que el respeto humano sea eliminado por completo de las criaturas para que ya no te ofendan más. Oh Pilato, a muchos les parece que tú seas perdonable, pero a mí no me parece, porque el Amor te ha mostrado más benevolencia a ti que a los demás, te ha hablado a ti mucho más y te ha dado amplia oportunidad de conocerlo, pero no lo supiste aprovechar.

Oremos

Oh Cristo, tú aceptaste una condena injusta, concédenos la gracia de ser fieles a la verdad; no dejes que el peso de la responsabilidad por el sufrimiento de tantos inocentes caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.

A ti Jesús, Juez justo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


VII. Jesús es ridiculizado por Herodes

Herodes, tú te alegras a pesar de ti mismo... Querías verlo para mofarte de él, creo yo... Lo mismo ocurre con los que se gozan en el bien, pero luego con las obras lo condenan...

Oh Herodes, por tu curiosidad no has merecido recibir ninguna respuesta...

Oh Amor, te ponen ese manto blanco, y lo hacen para burlarse de ti y para avergonzarte. Pero en esto se han engañado a sí mismos, porque no han comprendido lo que estaban haciendo; a pesar de ellos mismos, han mostrado tu inocencia, tu pureza, y también que eras virgen y habías tomado carne de la sangre pura de la Virgen María. Haz, Amor, que nosotros también seamos como tú: revestidos en este manto de inocencia y pureza.

Oremos

Señor Jesucristo, que con tu humillación has revelado al mundo el precio de la redención, otorga a los hombres la luz de la fe, para que reconozcan en ti el Siervo sufriente de Dios y del hombre, y para que tengamos el valor de seguir el mismo camino que, a través de la cruz y de la desnudez, conduce a la vida eterna.

A ti, Jesús, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


VIII. Jesús es flagelado

Amor, ahora no puedo decir como el profeta: no te podrá golpear la desgracia, ninguna calamidad caerá sobre a tu tienda.

Amor ¿por qué te golpean tanto? ¿Qué hiciste? ¿Qué te falta a ti, Amor? ¿La sabiduría, la bondad, la misericordia, te falta piedad? ¿tal vez te falta amor?

Oremos

Cristo flagelado, Amor humillado, llena nuestros corazones con tu amor, haz que reconozcamos en tus heridas los signos de nuestra redención y que, atraídos por tus heridas, vivamos y muramos contigo, tú que reinas con el Padre y el Espíritu Santo ahora y por los siglos de los siglos. Amén.


IX. Jesús es coronado de espinas

Amor, has querido ser coronado de espinas para coronar a tus novias de gloria en el paraíso. Amor ¿quién merece más esta corona tan penetrante, Amor, oh amante? Amor, yo, yo la merezco: dámela a mí, dámela, Amor.

Oremos

Oh Dios, tú has querido que la cabeza de tu hijo fuese coronada con espinas para arrebatarnos del poder de Satanás; danos la fuerza para vivir en la libertad real que Jesús nos dio en nuestro bautismo. Para él, Rey del universo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


X. Aquí está el hombre

Aquí está el hombre. He aquí Dios hombre. Mostrándolo a los judíos, Pilato les dijo : He aquí el hombre, y éste le dice al Padre con tanto amor, mostrándole a la criatura: He aquí el hombre pecador. He aquí el hombre salvado. He aquí el hombre redimido. Oh Amor, haz que la criatura, redimida a un precio tan grande, no se pierde a sí misma.

Oremos

Oh Dios, tú el inimaginable, te has revelado a los apóstoles en el rostro de un hombre transfigurado, y a la multitud en la cara de un hombre desfigurado. Danos la mirada del amor, para reconocer en cada hombre tu imagen, para la gloria de Jesús, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


XI. La multitud prefiere a Barrabás y no a Jesús

Quieres dejar contraponerte a Barrabás, y sin embargo, tú eres el que trae la muerte y da vida. Permites que prefieran a uno que está lleno de malicia e ignorancia. Y sin embargo, tú eres Dios de dioses y Señor de señores.

Tienen razón en no querer a Barrabás, porque su sangre no habría beneficiado en nada a ellos.

Incluso en el cielo, antes de que tú vinieses a sufrir la pasión por nosotros, fuiste confrontado con Barrabás; entre tu justicia y el pecado, fuiste propuesto tú, oh Verbo. ¿No es quizás el pecado muy diferente de ti, inocentísimo Verbo, como lo era el mismo Barrabás?

Oremos

Dios, que enviaste a tu Hijo para salvarnos, concédenos el no preferir nada sino a Cristo; que sirviéndolo con un solo corazón, se nos permita llegar a la vida eterna que nos ha ganado con su pasión y su muerte. Para él, toda alabanza y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


XII. La multitud pide la muerte de Jesús

¿Qué hacéis, ingratos? Habéis dicho: Bendito el que viene en nombre del Señor, y ahora decís: ¡Crucifícalo, crucifícalo!

Demuestras que es cierto lo que dijo la Verdad con su boca, que lo alababas con la boca pero con el corazón estabas lejos de él.

Oremos

Oh Cristo, que aceptaste la cruz por las manos de los hombres, hambrientos de la señal del amor salvador de Dios, concédenos la gracia de la fe en tu amor infinito, para que lleguemos a ser auténticos testigos de la redención. A ti, Jesús, víctima y sacerdote, toda alabanza y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


XIII. Jesús es crucificado entre dos ladrones

Justamente, Amor, fuiste puesto en medio de los ladrones: también tú, Amor, fuiste un ladrón porque le robaste al demonio la presa de nuestras almas. Ahora se puede decir en verdad, Amor, que dejaste las noventa y nueve ovejas, que viniste a buscar la centésima y te la has colocado sobre los hombros, dejando a las que siempre te elogiaban para venir a rescatar a ésta de la boca del lobo. No me sorprende que se haga tanta fiesta por un pecador, porque mi Amor descendió del cielo, y ha padecido mucho y padecería de nuevo, incluso por una sola alma.

Oremos

Señor, mi corazón se divide entre el ladrón que maldice y el que tiene confianza en ti. Unifícalo, Jesús, en la confianza. Haz que en el momento de mis rebeliones, y de mis dudas, y sobre todo, en el momento de mi muerte, clame a ti: "Acuérdate de mí cuando vengas a tu Reino", y que escuche tu voz diciendo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". A ti, Jesús Salvador del mundo, toda gloria y toda alabanza por los siglos de los siglos. Amén.


XIV. Jesús es bajado de la cruz

Amor, adhiéreme a ti. Nunca te dejaré. Amor: Si no me adhieres a ti, adhiérete a mí. Ven, Amor: Quiero adherirte a mí con los tres clavos de la fe, la esperanza y la caridad.

Y cuando llegue el momento cuando te bajen de la cruz, Amor, elige mi corazón para tu entierro, y también los de estas mis hermanas.

Oremos

Señor Jesucristo, haz que el signo del sepulcro vacío nos hable, a nosotras y a las generaciones futuras; que se convierta en una fuente de fe viva, de generosa caridad y de esperanza firme. A ti Jesús, presencia escondida pero victoriosa en la historia del mundo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Bendición sobre el pueblo.

Descienda, oh Padre, tu bendición sobre este pueblo, que ha meditado la pasión y muerte de tu Hijo, con la esperanza de resucitar con él; que llegue el perdón y el consuelo, que aumente la fe, que se refuerce nuestra certeza de la redención eterna.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(fuente: ocarm.org)

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