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viernes, 29 de octubre de 2010

29 octubre. Miguel Rúa: el imprescindible continuador

El 29 de octubre se celebra la memoria litúrgica del beato Miguel Rúa. Este año los Salesianos estamos dando una importancia especial a su fiesta, pues en abril de 2010 se cumplen 100 años de su muerte. Es una figura apenas conocida fuera de los ambientes salesianos. La historia suele ser desagradecida con los continuadores de los grandes carismáticos. No tenía el tirón personal de San Juan Bosco, pero fue el que amplió los horizontes de la Congregación a partir de 1888 (muerte de Don Bosco). Fue el estabilizador, el del trabajo callado y constante, el que consolidó la obra, incluso el que pagó las muchas deudas que Don Bosco, como buen emprendedor carismático y audaz, había dejado.

Encontró unos 700 salesianos en 1888 y dejó unos 4000 a su muerte en 1910. Hoy queremos rendirle homenaje y dar una información más abundante que en otros posts, pues se lo merece.
Beato Miguel Rua. Primer sucesor de Don Bosco (1837- 1910)

San Juan Bosco, en 1852, se encontró en la calle con unos jóvenes que le pedían alguna medalla. A cada uno le obsequió su medalla, menos a uno pálido y delgaducho, de noble mirada, al cual el santo le dijo: "A ti sólo te doy esto"; al mismo tiempo el santo hacía un gesto con su mano derecha como si partiera su propio brazo izquierdo en la mitad. El joven no entendió ni se atrevió a preguntar, pero 30 años más tarde, le preguntará a Don Bosco: "¿Qué me quiso decir en mi niñez cuando me ofreció regalarme la mitad de su brazo?", y el santo le responderá: "Te quise decir que los dos obraríamos siempre ayudándonos el uno al otro y que tú serías mi mejor colaborador". 

San Juan Bosco una vez mas probó ser un gran profeta pues así fue en verdad. Miguel Rua nació en Turín (Italia) en una modesta familia, el 9 de junio de 1837. Hizo sus estudios de primaria con los Hermanos de las Escuelas Cristianas que lo apreciaron mucho porque era sin duda el alumno de mejor conducta que tenían en su escuela. Y resultó que al Instituto de los Hermanos iba San Juan Bosco a confesar y los alumnos se encariñaron de tal manera con este amable santo que ya no aceptaban confesarse con ningún sacerdote que no fuera él. Rúa fue uno de los que se dejaron ganar totalmente por la impresionante simpatía y santidad del gran apóstol. Al quedar huérfano de padre, empezó a frecuentar el Oratorio de Don Bosco, donde los muchachos pobres de la ciudad iban a pasar alegre y santamente los días festivos. Allí oyó un día que el santo le preguntaba: "Miguelín: ¿nunca has deseado ser sacerdote?". Al jovencito le brillaron los ojos de emoción y le respondió: "Si, lo he deseado mucho, pero no tengo cómo hacer los estudios". "Pues te vienes cada día a mi casa y yo te daré clases de latín", le dijo Don Bosco. Y así empezó el joven sus clases de secundaria. Más tarde Don Bosco lo envió a que recibiera clases de un excelente profesor de la ciudad, y cuando le pidió informes acerca de su alumno, el profesor respondió: "Es el mejor de la clase en todo: en aplicación, en conducta y en buenos modales". San Juan Bosco deseaba mucho fundar una comunidad religiosa para educar a los jóvenes, y se propuso formar a sus futuros religiosos de entre sus propios alumnos. Al primero que eligió para ello fue al joven Rua. Le impuso la sotana y se interesó porque fuera haciendo sus estudios lo más completamente posible.

En 1856 Don Bosco hizo una votación entre los centenares de alumnos de su Oratoria de Turín (en el cual había muchos internos). Las preguntas eran estas: 

1ª. ¿Cuál es el más santo y piadoso de los oratorianos? 
2ª. ¿Cuál es el más simpático y buen compañero de todo el Oratorio? La segunda pregunta la ganó Santo Domingo Savio. La primera la ganó por amplia votación el joven Rua.

La votación de aquellos jóvenes resultó ser muy acertada pues ambos llegaron a ser formalmente reconocidos por la Iglesia por su santidad. Rua fue el primer alumno de Don Bosco que, ordenado de sacerdote, se quedó a colaborarle en su obra. Fue también el primer director de colegio salesiano y el hombre de confianza que acompañó durante 37 años al gran apóstol en todas sus empresas apostólicas. En él depositaba San Juan Bosco toda su confianza y era en todo como su mano derecha.


Del beato Miguel Rua hizo San Juan Bosco el siguiente elogio: "Si Dios me dijera: hágame la lista de las mejores cualidades que desea para sus religiosos, yo no sé qué cualidades me atrevería a decir, que ya no las tenga el Padre Miguel Rua". Cuando el Padre Rua fue nombrado para ser director del primer colegio salesiano que se fundaba fuera de Turín, le pidió a su maestro Don Bosco que le trazara un plan de comportamiento, y el santo le escribió lo siguiente: "Ante todo trata de hacerte querer, más que hacerte temer. Recuerda lo que decía San Vicente de Paúl: ‘Yo tenía un carácter demasiado serio y un temperamento amargo, y me di cuenta de que si no hay amabilidad, se hace más mal que bien en el apostolado. Y me propuse adquirir un modo de ser amable y bondadoso’. Este sea su plan de comportamiento". Miguel Rua conservó toda su vida estos consejos y llegó a practicarlos de manera admirable. San Juan Bosco decía al final de su vida: "Si el Padre Rua quisiera hacer milagros, los haría, porque tiene la virtud suficiente para conseguirlos". El era humilde y no hablaba de sus logros. Pero un día, ya ancianito, le preguntaron los religiosos jóvenes: "Padre, ¿nunca le ha sucedido algún hecho extraordinario?". Y él, por bromear, les dijo: "Sí, un día me dijeron: ya que está reemplazando a Don Bosco que era tan milagroso, por favor coloque sus manos sobre una enferma que está moribunda. Yo lo hice, y tan pronto como le coloqué las manos sobre la cabeza, en ese mismo instante... ¡la pobre mujer se murió!".

Cuando San Juan Bosco era ya muy anciano, el Santo Padre León XIII le dijo: "Dígame quien quiere que sea su sucesor". El santo le dijo que era Miguel Rua y este recibió el encargo Pontificio de reemplazar a Don Bosco cuando muriera. Y así lo hizo en 1888 al morir el santo. Rua fue elegido como Superior General de los salesianos y en los 22 años que dirigió la Congregación Salesiana, esta multiplicó por cinco el número de sus religiosos y abrió casas y obras sociales en gran cantidad de países.

Los salesianos decían: "Si alguna vez se perdiera nuestra Regla o nuestros Reglamentos, bastaría observar cómo se porta el Padre Rua, para saber ya qué es lo que los demás debemos hacer". Su exactitud era admirable. Siempre amable y bondadoso, comprensivo con todos y lleno de paciencia, pero exactísimo en el cumplimiento de todos sus deberes. Cuando Miguel Rua tenía apenas unos 25 años, un día se enfermó muy gravemente y mandó llamar a San Juan Bosco para que le impusiera los santos óleos y le llevaran el viático. El santo respondió: "Miguel no se muere ahora, ni aunque lo lances de un quinto piso". Y después explicó el por qué decía esto. Es que en sueños había visto que todavía en el año 1906 (40 años después) estaría Miguel Rua extendiendo la comunidad salesiana por muchos países del mundo.

El 6 de abril de 1910, después de exclamar: "Salvar el alma, eso es lo más importante", expiró santamente. Había dedicado su vida con todo su corazón a comunicar el amor de Dios según el carisma que recibió de San Juan Bosco.


Resumen Biográfico

Miguel Rua (Turín, 9 de junio de 1837 - Turín 6 de abril de 1910), fue Rector Mayor de la Congregación Salesiana entre 1888 y 1910 como el I Sucesor de Don Bosco. Fue el Rector Mayor que mayor duración ha tenido en el cargo (22 años) y es reconocido como la mano derecha de Don Bosco junto al cual estuvo desde los 19 años en el Oratorio de Turín. Enfrentó y superó numerosas dificultades en el gobierno de la Congregación. Consolidó las misiones y el espíritu salesiano. Con el crecimiento del número de hermanos y el desarrollo de las obras, envió salesianos a todas partes del mundo, presentando especial atención a las expediciones misioneras.

En sus largos viajes por Europa y Medio Oriente, él consoló y animó a los salesianos, siempre mirando hacia el fundador: "Don Bosco dijo....Don Bosco hizo...Don Bosco quería...". Murió el 6 de abril de 1910 a la edad de 73 años. Con él la Sociedad Salesiana había pasado de 773 socios a 4.000, de 57 casas a 345, de 6 provincias a 34 en 33 países.

Cuando lo beatificó en 1972, el Papa Pablo VI dijo: “La Familia Salesiana le debe su origen a Don Bosco, al Padre Rua su continuidad… Él convirtió el ejemplo del Santo en un escuela de santidad, su Regla en un espíritu, su santidad en un modelo. Transformó el arroyo en un río”. Sus restos son venerados en la cripta de la Basílica de María Auxiliadora en Turín. Su memoria se celebra el 29 de octubre. Más información y fotos aquí.

(fuente: blogs.periodistadigital.com/patiosalesiano.php)

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