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domingo, 17 de enero de 2016

Se abrió el cielo y resonó la voz del Padre, que decía: "Este es mi Hijo amado; escúchenlo"

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc 3, 15-16. 21-22)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: "Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. É1 los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego". Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre El en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: "Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco".

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

A simple vista parece como que Jesús le hubiera hecho un desplante a su Madre en las Bodas de Caná. Cuando se acaba el vino, ella como que le sugiere que haga algo.

Y la respuesta del Hijo a su Madre parece ser un desplante: "Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora" (Jn 1, 1-11).

¿Sería un desplante de verdad? Y si lo hubiera sido, ¿por qué María parece no hacerle caso a Jesús, sino que le da órdenes a los sirvientes para preparar el milagro que su Hijo está a punto de realizar?

Es que no fue un desplante. ¿Cómo que no? ¿Si ni siquiera la llamó Madre o mamá, sino “Mujer”? Es que ahí en esa palabra, aparentemente dura, es que está el detalle.

Al decirle “Mujer”, la está reconociendo como la “Mujer”del Génesis, aquélla cuya descendencia aplastará la cabeza de la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la Mujer…” (Gn 3, 15).

Y “Mujer”es el mismo nombre que Jesús moribundo le da en la Cruz: “Mujer ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26).

Pero falta aún otro momento imponente en que la Virgen María es llamada “Mujer”. Es en el Apocalipsis: “la Mujer vestida de sol con la luna bajo los pies y en su cabeza una corona de 12 estrellas” (Ap 12, 1).

Tres momentos muy solemnes de la Sagrada Escritura en que la Santísima Virgen es llamada “Mujer”.

Los otros dos momentos parecen muy graves y solemnes. Pero ¿qué tiene de solemne el milagro de Caná? Volvamos al supuesto “desplante” de Jesús a su Madre.

“Mujer, a ti y a Mí ¿qué? Aún no ha llegado mi hora.” La respuesta de Jesúsha sido traducida de varias formas: -¿qué nos importa a nosotros? -¿por qué te metes en mis asuntos?

Sin embargo, la traducción más plausible pareciera ésta: Mujer, lo que a ti, a Mí. Es decir: si me revelo, ya comienza todo y tú vas a participar en esto también. El sufrimiento va a comenzar para ti y para Mí. Por eso es que le agrega “no ha llegado mi hora”. Porque una vez comience su misión, llegada su hora, realizando su primer milagro, Jesús sabe cómo termina esa misión: con su muerte.

Y ¿por qué se lo recuerda a su Madre? Muchos teólogos piensan que María debía dar su sí nuevamente para el inicio de la revelación de Jesús como Mesías, como Hijo de Dios. Por eso es que le advierte del riesgo de realizar ese primer milagro.

Y por eso es que ella parece no hacerle caso al tal “desplante”, sino que da de nuevo su “Sí” al instruir a los sirvientes: “Hagan lo que El les diga”. Y con ese nuevo “Sí”, Jesús hizo aquel milagro espectacular en calidad y en cantidad. En calidad, porque el vino era maravilloso. Pero la cantidad era impresionante.

Las vasijas que llenaron de agua eran gigantes: “Había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: ‘Llenen de agua esos recipientes.’ Y los llenaron hasta el borde”.

O sea que la cantidad de agua que luego fue transformada en vino fueron 600 litros, o sea como 800 botellas de vino!!!

Y ¿qué sucede al final? “Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en El”.

Los milagros a veces suceden. Pero nuestra fe no puede depender de milagros. En eso nos ayuda la Santísima Virgen María, que como buena Madre, se ocupa de todos los detalles…hasta la falta de vino en una boda!

(fuente: homilia.org)

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