Hacen 121 años, Juan Melchor Bosco moría dejando en este mundo una obra social y educativa formidable que sirvió para la salvación de muchas almas. Nos dejó como legado una espirtualidad, es decir, una forma de vivir el Evangelio en lo cotidiano, en lo más simple de cada día, haciendo bien lo que tenemos que hacer.
Don Bosco nació en un hogar con grandes carencias materiales. Perdió a su papá cuando tenía tan solo dos años de edad, tuvo que salir a trabajar al campo para ayudar a su madre.
Con mucho esfuerzo y con la ayuda de algunas almas caritativas puedo estudiar y forjar su sacerdocio para servir a los demás, en especial a los jóvenes.
Tuvo que luchar contra muchas adversidades y contrariedades que le provocaron personas, en especial de la misma Iglesia Católica. Pero, lejos de llenarse de odio y deseos de venganza, se empapó más del Amor de Dios y siguió. Luchó contra la injusticia social de su época sin armas ni violencias, solo con el Amor de Dios y María Auxiliadora como Guía y Estandarte.
Nuestro Papá Don Bosco nos espera en la Vida Eterna. Su ejemplo está muy vigente.
Agradezco infinitamente por habernos regalado a este Padre.
¡Viva Don Bosco! ¡Alabado sea el Señor!
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