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jueves, 2 de julio de 2009

Noviazgo... ¿para qué?

Una de las necesidades más básicas del ser humano es el amar y ser amado.

Desde que se nace, cada persona tiene la necesidad natural de ser cobijado por el amor de su familia, el cual es fundamental en el desarrollo afectivo y social; con el tiempo aparecen los amigos, que son aquellos compañeros de ruta con los que se comparten distintas vivencias y, en un determinado momento de la vida misma, aparece la atracción por una persona del sexo opuesto.

Esas primeras atracciones suelen despertar fantasías e ilusiones que suelen embelezar los días de quien ama. Más aún lo es si ese sentir es correspondido.

Suele ser frecuente hablar de relaciones rápidas o noviazgos. En esta oportunidad, abordaremos lo que entendemos por una relación de pareja basada en el amor. Influenciados por la televisión, revistas y canciones que son supuestamente románticas, los jóvenes pueden tener distintas concepciones de lo que es el amor que derivan en confusiones y distorsiones de lo que realmente es.

Si intentamos hacer una definición, podríamos decir que el noviazgo es aquella relación entre un chico y una chica fundamentada en amor mutuo, respeto recíproco y un compromiso que debe ser compartido y honrado por ambos cimentando las bases de una familia futura.

Normalmente, un noviazgo empieza con una simple atracción y una cierta afinidad en el trato que ambas personas se brindan. Si bien la atracción sexual prima al principio de toda relación, no debe ser lo único que se tenga en común en una pareja. Ambos deben saber construir la relación buscando no solo el bien propio sino también el bien de la otra persona; al estar de novios, se empieza a pensar no solo en desde el "yo", sino desde el "nosotros".

Cuando se inicia un noviazgo es muy importante fijar pautas en la relación. Aunque para algunos pueda parecer redundante, a la larga siempre es positivo para ambos dejar bien en claro los tantos acerca del noviazgo en si mismo, de lo que cada uno espera del otro, de las cosas que le molestaría y de lo que se piensa acerca de la sexualidad para no dejar nada librado exclusivamente a los impulsos. Dejar todo bien en claro desde el principio ayuda muchísimo después a caminar de a dos en la relación, ya que el sinceramiento da una auténtica libertad.

Después de un cierto tiempo de estar juntos, la idealización de la persona amada va dejando lugar a la realidad cuando se van conociendo mejor mutuamente y aparecen los defectos y limitaciones que toda persona tiene. Si el amor que los une es real, todas esas diferencias podrán ser superadas siendo fraternos el uno con el otro, ayudando a cambiar lo que se puede cambiar y sabiendo aceptar y amar lo que no se puede cambiar.

El mutuo respeto es fundamental en un noviazgo. Respetar al otro significa saber aceptar la personalidad del otro; saber comprender y aceptar sus momentos y tiempos. Respetar al otro significa amarlo tal cual es, con sus virtudes y defectos, aciertos y errores, con su pasado y su presente. Respetar al otro es dejar que también tenga sus espacios para encontrarse con amigos y realizar actividad provechosas para su vida.

Claro que respetar al otro no significa la propia anulación de uno mismo: debe ser una actitud recíproca. No es para nada bueno que una persona renuncie a su personalidad con tal de tener al otro al lado como así tampoco es constructivo que uno de los dos se imponga hasta manipular al otro: eso no es amor, no nos engañemos.

No hay una edad apropiada para estar de novios como para fijar una norma general. Sería absurdo hablar de eso. Pero sí es necesario que una persona tenga la capacidad de amar y de asumir un compromiso junto al ser amado. Cada cual sábrá cual es su mejor momento.


Una sexualidad sana y libre en el noviazgo

Un punto clave en el noviazgo es la sexualidad. Es natural que los muchachos no vivan la sexualidad de la misma manera que las chicas; es por eso que lo básico es el diálogo sincero y el respeto mutuo. Es importante que los novios puedan conversar acerca de la sexualidad de ambos, como manejar las caricias entre ambos, qué piensan uno y otro sobre las relaciones sexuales.

Es común que el concepto de libertad sea muy manoseado y deformado. No son pocas las personas que entienden que ser libre es poder hacer lo que a uno le plazca. Pero no es así.

La libertad bien entendida es aquella que necesariamente nos hace crecer como personas. Hacerse cargo de la propia libertad no solo poder elegir cada paso que se da sino también tener la responsabilidad de asumir las consecuencias de nuestras decisiones tomadas.

Si hay amor verdadero, por más impulsos que uno sienta, se debe saber respetar al otro. Nunca es constructivo para ambos hacer del otro un mero objeto de placer. Ambos deben ser libres para saber ser dueños de su sexualidad, es decir, ejercer la propia libertad implica el señorío sobre las propias pasiones para poder ponerlas al servicio del amor que los une y no de los caprichos y meros instintos de uno.

La sexualidad de la pareja se construye desde el primer momento. Es fundamental. Hay que ser sinceros con uno mismo y con la otra persona y saber reconocer la debilidad de la carne, es por eso que se hace preciso dialogar y fijar pautas acerca de las caricias íntimas. Hay que ser concientes siempre de que una cosa lleva a la otra y después de que se pasa una barrera, no se vuelve atrás. No se trata de represión sexual: es cuestión de educarse mutuamente, por amor, para que ambos crezcan como personas.

Cuando uno accede a tener relaciones sexuales, quiérase o no, está entregando lo más íntimo de su propio cuerpo; es la máxima expresión de amor que se puede hacer físicamente. Entonces, teniendo en cuenta de que somos seres humanos y, por ende, mucho más que cuerpos, esa entrega carnal debe ir acompañada de una total donación del propio ser hacia el otro.

Es por eso que en Nuestra Iglesia se enseña que el mejor momento para una relación sexual es cuando entre las dos personas ya hay una maduración en el amor hecha de a dos y un sólido compromiso asumido... ésto se logra en el matrimonio.

Llegar a ese ideal no se logra facilmente. Para nada. Significa un arduo camino de dominio por amor al otro, es un camino que se hace de a dos. De ahí la importancia de que en el noviazgo lo sexual no sea dejado al azar o a los impulsos, es un camino que debe ser caminado voluntaria y concientemente.

Cualquier relación sexual antes del matrimonio puede estar viciada de egoísmos. Bien sabemos que las pasiones pueden tomar el control de una persona al punto de inventar numerosos justificativos como para convencerse de que no es malo tener una relación sexual; escuchamos por ahí justificaciones como "es que nos amamos", "si nos amamos, está bien", "no es bueno reprimirse", "todos los hacen", "la virginidad es algo anticuado" y demás. La virginidad no es un fin en si mismo, sino que es un valor que nos ayuda a purtificar nuestra afectividad.

Como novios es básico cultivar la castidad. La castidad es la virtud por la cual una persona lo dominar (no significa reprimir) sus impulsos sexuales en función de la fe y la razón.

Es decir, ser castos no signifca significa ser reprimidos sino poner la sexualidad al correcto servicio de uno mismo y de los demás, según el plan de Dios. Todas las personas sabemos no es nada sencillo dominar siempre las pasiones sexuales, y es por eso que debemos ser siempre vigilantes para que no terminemos esclavizados de los impulsos: esa esclavitud deriva en vicio y los vicios nunca son constructivos ni nos proporcionan la verdadera felicidad.

La castidad no es solamente para las personas solteras y las que son consagradas religiosamente, también es para las personas que se consagran a través del Matrimonio. El placer sexual es intrínsecamente bueno porque Dios lo ha creado y está en uno saberlo utilizar según su Voluntad cuando se está casado.


Edificar sobre roca

Cuando se empieza un noviazgo, se puede decir que esos enamorados están empezando a construir su futura familia.

Ésto último es independiente si, al cabo de un tiempo, esa pareja decide (o no) asumir el compromiso formal y religioso de casarse y tener hijos. ¿Por qué? Cuando una persona acepta estar de novio, lo debe hacer con amor y con la mayor sinceridad hacia la otra persona; si con el tiempo, uno de los novios (o, tal vez, los dos) se da cuenta de que la otra persona ya no es la indicada y decide dar fin a ese noviazgo, al cabo del tiempo, si fue un verdadero amor, necesariamente será provechoso para el crecimiento personal de cada uno de los que fueron novios siendo la experiencia útil para una futura relación.

Un noviazgo es bueno en la medida en que, más allá de algún disgusto, contribuya a las dos personas a crecer en el amor, más allá de que terminen formando una familia o si, en algún momento, deciden tomar caminos distintos.

Un punto muy importante a educar en el noviazgo es la fidelidad al ser amado. Bien sabemos de las consecuencias nocivas que la infidelidad en el matrimonio puede tener para toda una familia; por más que haya más de una persona que no solo justifique sino que aplauda las infidelidades, es innegable que encierra una cuota de egoísmo, mentira y traición. Cuando se está de novio, es muy bueno dialogar sobre este tema, ayudarse y ser sinceros el uno con el otro. Ser fiel implica momentos de lucha interna. La fidelidad es siempre buena, y es algo que se va educando dominando las propias pasiones por amor: si un novio ha sido fiel durante su noviazgo, tiene más probabilidades de ser fiel durante el matrimonio.

Como decíamos al principio, el noviazgo implica un compromiso que los dos novios asumen con total libertad. Es un compromiso mutuo de amarse, respetarse y acompañarse, más allá de los circunstanciales estados de ánimo.

Como vemos, si hablamos de noviazgo, hablamos de amor. Y no es poca cosa. Y no es para tomárselo a la ligera. Si vemos una relación que le llaman noviazgo pero no hay respeto, no hay compromiso, no hay fidelidad, es otra cosa. No le llamemos a eso amor... las cosas por su nombre.

Es muy positivo compartir la fe en el noviazgo. El noviazgo cobra otro sentido cuando los novios acostumbran a rezar el un por el otro y a compartir momentos de oración, Eucaristías y Misas. Poner a Dios en el noviazgo es básico porque Él es el Amor. También a María, Nuestra Madre Celestial, se puede recurrir para nos ampare y nos guíe para purificar siempre el amor de los novios.

El amor verdadero siempre nos hace feliz, siempre nos construye, siempre nos dignifica. De eso se trata también estar de novio. Y un matrimonio feliz no se logra de la noche a la mañana: un matrimonio feliz es producto no solo de el amor cotidiano y la lucha diaria, se fundamenta en un noviazgo sano y sólido.

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