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martes, 8 de marzo de 2011

María, mujer que escucha la Palabra

1. María, la mujer que la Palabra nos muestra

El Vaticano II decía a propósito del culto a María: "los teólogos y predicadores eviten con cuidado toda falsa exageración, así como una excesiva estrechez de espíritu al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios" (LG.67). Lo más práctico para moverse en el justo medio es ser guiados por lo que los textos sagrados ofrecen e insinúan. Pablo VI advertía en Marialis cultus sobre "ciertos aspectos de la imagen de María encontrados en escritos populares....que no tienen relación con la imagen evangélica" de María.

Para acercarnos a María lo primero que hemos de hacer es leer detenidamente los evangelios. Ninguna aparición de María -de las que celebra la Iglesia- dice más y habla mejor sobre María que el evangelio cuando habla de ella. En los evangelios tenemos: la infancia de Jesús, según Lucas y Mateo, el episodio del encuentro de María con Jesús en medio de la predicación de éste, y lo que Juan relata sobre su presencia en el comienzo de la vida pública en las bodas de Caná y sobre su presencia a los pies de la cruz. Y en los Hechos de los apóstoles tenemos, finalmente, la referencia de Lucas a su oración con los discípulos antes de la venida del Espíritu Santo.



2. Título supremo de María: discípula porque escucha la Palabra...

El episodio que relata Lucas en dos momentos, uno de ellos reiterado por los otros sinópticos, de la presencia de María y familiares en el grupo que escucha a Jesús, le permite a éste señalar qué es lo que más le une a María: no el ser hijo biológico, sino el que ella haya escuchado la palabra de Dios y la haya puesto en práctica (Lc. 8,19-21; 11,27-28)

San Agustín comenta el episodio y dice: "Les suplico que escuchen lo que el Señor tuvo que decir cuando extendió sus manos a sus discípulos...:'Aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre'. De esto ¿vamos a entender que la Virgen María no hizo la voluntad del Padre?...En verdad ella hizo la voluntad del Padre, y para ella era más grande ser discípula de Cristo que ser su madre. Hay más alegría en ser su discípulo que en ser su madre".

San Agustín ha recogido en esas palabras la versión de Mateo y Marcos en las que esa nueva relación familiar se cifra en "cumplir la voluntad del Padre". Lucas lo expresa diciendo que son hermanos y madre "aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica". La última frase del texto del santo sobre la alegría de ser discípulo responde al episodio que sólo aparece en Lucas (11,27-28) cuando, ante el elogio que pronuncia uno de los presentes a su madre, Jesús dice: "felices -alegres- más bien los que oyen la Palabra de Dios y la ponen en práctica".

Ser discípula de Jesús, la primera y más aplicada discípula, este es el título supremo de María. Más importante aún que la fundamental relación biológica, de madre a hijo, tan común, es la relación de discípula a maestro, no tan común. Y ésta en María es excepcional. Sobre todo si tenemos en cuenta lo difícil que le fue a Jesús hacer de sus seguidores discípulos. No lo consiguió ni siquiera con los que él seleccionó como apóstoles, hasta que le llegó el Espíritu Santo

Precisamente una carencia de nuestra sociedad es la pérdida del concepto de discípulo. No se es discípulo, en primer lugar, porque no se escucha ni al maestro. El ritmo de nuestra sociedad, los múltiples ruidos, las entrecruzadas palabras que asaetean nuestros oídos no permiten la escucha serena. Confundimos voces con ecos, no hay tiempo para discernir y fácilmente nos quedamos con la palabra más fuertemente pronunciada o más reiterada. O bien con la que es más fácil y acorde con nuestros intereses. Y, en segundo lugar, no somos discípulos porque entendemos que nuestra autonomía no puede quedar limitada por la palabra de otro. Como si sólo nos fiáramos de nuestros descubrimientos, de nuestras experiencias. No tenemos fe ni confianza en los demás. Formamos una sociedad de maestros, todos creemos tener que decir la palabra última. Sentirnos discípulos es sentirnos empequeñecidos.



3. ...Y la pone en práctica.

"Hágase en mí según tu palabra". La palabra de Dios siempre es fecunda, pero nosotros debemos preparar la tierra para que germine y dé fruto. Por eso María "guardaba todas esas cosas meditándolas en su corazón". Para llevar a la práctica la palabra hemos de escucharla en el corazón, sentir como la Palabra quiere que sintamos. La práctica es la manifestación lógica de lo que hemos acogido y de lo que sentimos. No se trata de la práctica que responde a una orden militar que ejecutamos simplemente porque es una orden. No; hacemos nuestra esa Palabra, aceptamos con alegría la palabra y no podemos menos que llevarla a la práctica. "Dichosos quienes la escuchan y la cumplen". Es una cuestión de felicidad, no de puro deber.




4. En situaciones que no son precisamente fáciles.

María no lo tuvo fácil. Hubo de vivir situaciones en las que lo inesperado y sorprendente necesitaron tiempo y reflexión para actuar. Pensemos cómo es anunciado su hijo por el ángel: "Será santo y será llamado Hijo del Altísimo y el señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin". Es esa promesa la que la lleva a proclamar en el magnificat las maravillas que Dios ha hecho en ella, por las que será aclamada por todas las generaciones. Pero veamos también luego cómo se van a desarrollar los acontecimientos: nacimiento en un pesebre, persecución por las autoridades, huida a Egipto, promesa de que será piedra de contradicción y anuncio de que ella verá traspasada su alma con una espada hasta el momento terrible de su muerte.

¿Cómo se podía compaginar lo que el ángel anunció y con lo que la realidad le iría marcando? Necesitó mucha reflexión, mucho ponerse en las manos de Dios, total apertura a dejarse sorprender por su hijo y a aceptar lo que él hace más que lo que ella podía esperar de él. Ni ella ni José comprendieron en un primer momento la repuesta de Jesús. "¿no sabíais que tenía que ocuparme de las cosas de mi Padre?"



Los tiempos que vivimos han evolucionado hacia la búsqueda de la seguridad como valor supremo. El deseo de llevar a cabo la vida sin alteraciones; el rechazo del compromiso que puede perturbar nuestros proyectos, la urgencia de la fácil e inmediata comprensión del mundo en que nos movemos, es lo propio de la cultura burguesa. Por eso tienen mérito real quienes son capaces de romper con la monotonía de preocuparse sólo por mejorar el status económico, o social, y buscan ser sorprendidos por realidades fuertes que hacen romper con lo previsto. Para ello es necesario tener fe en una Palabra y en quien la pronuncia o simplemente sentirse interrogado por realidades que gritan ayuda y compromiso solidario.

Hemos de felicitarnos sobre todo porque en no pocas mujeres se ve hoy esa capacidad de romper con la actitud convencional que quiere pasar de puntillas ante el dolor, la miseria, la pérdida de sentido de la vida, el sufrimiento, mirando para otro lado; y escuchan esos gritos de los pobres, que son de Dios y asumen la dificultad de entrar en sus vidas para estar con ellos, para ofrecerles lo que puedan dar. Serán felices porque han escuchado la palabra de Dios y la ponen en práctica. María tiene también discípulos y, sobre todo, discípulas.

Puede leerse este libro sencillo y fácil: Pobreza y esperanza de María, del Cardenal Pironio. 
Ed. Narcea, Madrid, 1980.
(fuente: www.dominicos.org)

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