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jueves, 18 de agosto de 2011

Creo en la Iglesia Católica

I. La Iglesia católica es necesaria para la salvación.

La fe cristiana no es solamente fe en Dios y en Jesucristo; es también fe en la Iglesia católica. El Dios que se nos reveló y nos salvó en Jesucristo no quiere que lo adoremos en forma individualista sino en comunidad, en asamblea (la palabra "iglesia" proviene de una palabra griega que significa literalmente "asamblea").

El Concilio Vaticano II nos enseña que la Iglesia peregrina es necesaria para la salvación, porque sólo ella es el Cuerpo de Cristo, único Salvador (cf. Constitución dogmática Lumen Gentium, 14). Así como el Padre envió a su Hijo Jesucristo para la salvación de todos los hombres, Cristo fundó y envió a la Iglesia, con la fuerza del Espíritu Santo, para continuar su misión de salvación. La Iglesia de Cristo y de los Apóstoles es la misma Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él (cf. Lumen Gentium, 8).



II. ¿Qué es la Iglesia? (cf. Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 1-8).

La Iglesia es un "misterio", es decir una realidad divina, trascendente y salvífica que se manifiesta visiblemente. De ahí que no la podamos comprender plenamente; no obstante podemos comprenderla en alguna medida por medio de la razón elevada por la fe.

La palabra griega equivalente a "misterio" fue traducida al latín como "sacramentum". Por eso, a fin de presentar la naturaleza de la Iglesia, es conveniente recordar antes qué es un sacramento. Un sacramento es un signo eficaz (es decir, un signo e instrumento) de la gracia de Dios. Por ser un signo de la gracia (o sea, del amor gratuito de Dios), el sacramento manifiesta visiblemente una realidad invisible y trascendente. Por ser un signo eficaz, el sacramento realiza lo que significa, hace presente, viva y operante la gracia de Dios. Por medio del sacramento, Dios mismo se autocomunica al hombre. El Dios vivo nos da su propia vida, que es la vida del espíritu, la vida eterna.

Cristo es el sacramento de Dios. Él es la imagen visible de Dios invisible, la manifestación plena del amor del Padre. "En Él habita corporalmente la Plenitud de la Divinidad" (Colosenses 2, 9).

La Iglesia es el sacramento de Cristo. Ella es el Cuerpo Místico de Cristo resucitado, formado por todas las personas que han recibido el Espíritu Santo que Él les comunicó. La Cabeza de este Cuerpo es Cristo, quien ama a la Iglesia como a su Esposa y se entrega a ella enteramente.

Cristo instituyó a su Iglesia en la tierra como una sociedad visible, provista de órganos jerárquicos, y la enriqueció con los bienes celestiales. Ella es la dispensadora de su gracia, la presencia social del amor de Dios en medio de los hombres. La claridad de Cristo, luz de los pueblos, resplandece sobre la faz de la Iglesia. Ella es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima de los hombres con Dios y de la unidad de todo el género humano. La Iglesia es el sacramento primordial, del cual los siete sacramentos son otras tantas expresiones privilegiadas. Su alma es el Espíritu Santo, que une en el Cuerpo de Cristo a quienes compartimos una misma fe y queremos vivir en una misma comunión de amor con Dios.

La Iglesia no es una institución meramente humana, como todas las demás. Es una institución divino-humana, que en cierto sentido guarda una analogía con la Encarnación del Hijo de Dios. Así como la única persona de Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, sin confusión ni separación de las dos naturalezas, la Iglesia una es verdaderamente obra de Dios y obra de los hombres. Por eso la realidad de la Iglesia-Misterio va mucho más allá de lo que podemos ver de ella.



III. La Iglesia es una realidad eterna.

Hoy en día muchos cristianos piensan que la Iglesia es algo secundario y transitorio. Lo importante sería el Reino de Dios; la Iglesia sería válida sólo en la medida en que sirviera al crecimiento del Reino, la única realidad que permanecería por siempre. Esta visión no es correcta, puesto que no es posible separar Iglesia y Reino de Dios, como si la Iglesia fuera un mero instrumento del Reino, comparable a otros. El Concilio, en cambio, en cierto modo identifica a la Iglesia con el Reino: "Cristo... inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención. La Iglesia o reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visiblemente en el mundo" (Lumen Gentium, 3). Podemos afirmar que la Iglesia terrestre es el Reino de Dios en germen y que la Iglesia celestial es el Reino de Dios consumado.

Muchos cristianos no perciben la íntima conexión entre Iglesia y Reino de Dios porque han perdido de vista la esencial dimensión mistérica de la Iglesia; por ello han caído en una visión secularista de la Iglesia como simple organización humana. Para superar la actual crisis de fe, los cristianos deben volver a captar el misterio de la Iglesia, en su perenne belleza.

escrito por Ing. Daniel Iglesias Grèzes

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