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martes, 29 de mayo de 2012

Espiritualidad de Comunión con Estilo Salesiano (II parte)

EL ESPÍRITU DE FAMILIA, LA APORTACIÓN SALESIANA A LA ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN.

El don que Dios ha hecho a la humanidad es el de hacernos sus Familiares, la filiación. Somos hijos e hijas en el Hijo. “Dios se ha humanado para que el hombre sea divinizado” decía los santos padres. El Hijo se ha hecho hombre, para que los hombres fueran hijos.

La Vida Nueva que Dios nos ofrece implica cambios radicales:

• El ser humano renace por obra del Espíritu Santo. Éste hace su morada en el espíritu humano, lo transforma, lo ilumina y lo guía en su caminar hacia Dios

• El Espíritu Santo revela a Jesús como nuestro Salvador, nuestro hermano y nuestro Señor, y permite que creamos en Él, que hablemos de Él, que lo amemos y que nos transformemos en Él.

• Si Jesús es nuestro hermano, nosotros somos hijos del Padre Celestial. El Espíritu nos hace descubrir a Dios como Padre (Rom. 8, 15; Gál. 4, 6-7) y nos permite conocer su misterio de amor (1 Cor. 2, 8-11)

• Siendo todos los humanos hijos e hijas de Dios, somos hermanos y hermanas los unos de los otros. Aquí está la base del amor que debemos al prójimo.

• Todas las cosas se ven iluminadas por la luz del Espíritu. La persona nueva descubre en la creación la huella de Dios, acepta los criterios del Evangelio (las Bienaventuranzas) para su actuar, rechaza el pecado, los principios de este mundo contrarios al Evangelio y obedece la ley del amor y de la libertad que da el Espíritu (cfr. Gálatas).

• El Espíritu Santo enriquece a los hombres y mujeres de todos los tiempos con dones o carismas, y los llama a que sirvan a los demás y de manera especial a sus hermanos y hermanas en la fe .

La persona nueva, nacida de nuevo por obra del Espíritu Santo, se llena de gozo y siente la necesidad de compartir con los demás su alegría. Ansía que su prójimo participe de la misma gracia que él ha experimentado y, en consecuencia, comunica a los otros las maravillas que Dios ha obrado en él. Siente urgencia en hablar de Jesucristo y da testimonio de cuanto le ha acaecido, convirtiéndose libremente en colaboradora de Dios.

Familiares de los jóvenes, especialmente de los más necesitados de todo, para contribuir a hacerles conscientes de su filiación en Cristo.

Don Bosco nos ha dejado un documento síntesis sobre su sistema educativo: la carta de Roma (1881) “el documento más límpido y esencial de la pedagogía del santo, uno de los más significativos de la educación cristiana” (D.Braido). En él nos delinea el espíritu de familia, nuestra específica contribución carismática en la Iglesia. Lo que sigue son palabras totalmente suyas bajo unos epígrafes que puedan ayudar a resaltar lo que nos identifica.

1. El principio unificador de la vida salesiana: los jóvenes amados en Cristo

Cerca o lejos, yo pienso siempre en vosotros. Uno solo es mi deseo que seáis felices en el tiempo y en la eternidad.

.... Sois el único y continuo pensamiento de mi mente.

...Son palabras de quien os ama tiernamente en Jesucristo y tiene el deber de hablaros con la libertad de un padre.


2. La Familiaridad-Confianza-Amor como principio metodológico.

..se cantaba, se reía por todas partes, entre jóvenes y superiores reinaba la mayor cordialidad y confianza. La familiaridad engendra afecto, y el afecto, confianza. Esto es lo que abre los corazones.

¿Cómo animar a estos jóvenes para que recobren la antigua vivacidad, alegría y expansión?

- Con la Caridad. Que los jóvenes no sean solamente amados, sino que se den cuenta de que se les ama... Al ser amados en las cosas que les agradan, participando en sus inclinaciones infantiles, aprendan a ver el amor también en aquellas cosas que les agradan poco, como son la disciplina, el estudio, la mortificación de sí mismos y que aprendan a obrar con generosidad y amor.

..el amor lo regulaba todo y nosotros no teníamos secretos para Don Bosco.

3. La ascesis de una madre que guía a su hijo y por él se olvida de sí.

¿Por qué sus salesianos no se convierten en sus imitadores? ¿Por qué no insiste y les exige que traten a los jóvenes como Vd. los trataba?

Les insisto,...pero no están dispuestos a arrostrar las fatigas de otros tiempos.

Descuidando lo menos, pierden lo más. ... como padres, hermanos, amigos. Si se quiere hacer un solo corazón y una sola alma, por amor a Jesús, se tiene que romper esa barrera fatal de la desconfianza, que ha de ser suplantada por la confianza más cordial. Es decir: que la obediencia ha de guiar al alumno como la madre a su hijito; entonces reinará en el Oratorio la paz y la antigua alegría.


4. Jesús de Nazaret, el Maestro de la familiaridad, es el modelo.

Familiaridad con los jóvenes, especialmente en el recreo. Sin la familiaridad no se puede demostrar el afecto, y sin esa demostración no puede haber confianza. El que quiera ser amado es menester que demuestre que ama. Jesucristo se hico pequeño con los pequeños y cargó con nuestras enfermedades. ¡He aquí el Maestro de la familiaridad!

El que sabe que es amado, ama, y el que es amado lo consigue todo, especialmente de los jóvenes. Esta confianza establece como una corriente eléctrica entre jóvenes y superiores. Los corazones se abren y dan a conocer sus necesidades y manifiestan sus defectos. Este amor hace que los superiores puedan soportar las fatigas, los disgustos, las ingratitudes, las faltas de disciplina, las ligerezas, las negligencias de los jóvenes. Jesucristo no quebró la caña ya rota ni apagó la mecha humeante. He aquí nuestro modelo.

5. Denuncias contra la comunión desde la espiritualidad salesiana.

Entonces no habrá quien trabaje por vanagloria; ni quien castigue por vengar su amor propio ofendido; ni quien se retire del campo de la asistencia por celo a una temida preponderancia de otros; ni quien murmure de los otros para ser amado y estimado de los jóvenes, con exclusión de todos los demás superiores, mientras, en cambio, no cosecha más que desprecio e hipócritas zalamerías; ni quien se deje robar el corazón por una criatura y, para agasajar a esta, descuide a todos los demás jovencitos; ni quienes, por amor a la propia comodidad, menosprecien el deber de la asistencia; ni quienes, por falso respeto humano, se abstengan de amonestar a quien necesite ser amonestado.

Si existe este amor efectivo, no se buscará otras cosas más que la gloria de Dios y el bien de las almas. Cuando languidece este amor, es que las cosas no marchan bien.

¿Por qué se quiere sustituir la caridad por la frialdad de un reglamento? ¿Por qué los superiores dejan aun lado la observancia de aquellas reglas de educación que don Bosco les dictó? ¿Por qué al sistema de prevenir, de vigilar, y corregir amorosamente los desordenes, se le quiere reemplazar por aquel otro más fácil y más cómodo para el que manda de promulgar la ley y hacerla cumplir mediante los castigos que encienden odios y acarrean disgustos; si se descuida el hacerlas observar, son causa de desprecio para los superiores y de desórdenes gravísimos. Y esto sucede necesariamente si falta la familiaridad.


6. La meta de la felicidad, la praxis de la escucha, la mirada atenta, la búsqueda del bien porque Dios nos confía a los jóvenes.

Si, por lo tanto, se desea que en el oratorio reine la antigua felicidad, hay que poner en vigor el antiguo sistema: El superior sea todo para todos, siempre dispuesto a escuchar toda duda o lamentación de los jóvenes, todo ojos para vigilias paternalmente su conducta, todo corazón para buscar el bien espiritual de sus subalternos y el bienestar temporal de aquellos a quienes la Providencia ha confiado a sus cuidados.

Entonces los corazones no permanecerán cerrados y no se ocultarán ciertas cosas que causan la muerte de las almas. Sólo en caso de inmoralidad sean los superiores inflexibles.

Es mejor correr el riesgo de alejar de casa a un inocente que hacer que permanezca en ella un escandaloso. Los asistentes consideren como un estrechísimo deber de conciencia el referir a los superiores todas aquellas cosas que crean pueden constituir ofensa a Dios.

Entonces yo le pregunté:

- ¿Y cual es el método principal para que triunfe semejante familiaridad y amor y confianza? - La observancia exacta del reglamento de la casa. - ¿Y nada más? - El mejor plato de una comida es la buena cara.


7. Los jóvenes co-protagonistas del ambiente y la espiritualidad

¿qué debo decir a los jóvenes del Oratorio?

Él me respondió: - Que reconozcan los trabajos que se imponen los superiores, los maestros y los asistentes por amor a ellos, pues si no fuese por labrar sus bien, no se impondrían tantos sacrificios; que recuerden que la humildad es la fuente de toda tranquilidad; que sepan soportar los defectos de los demás, pues la perfección no se encuentra en el mundo, sino solamente en el paraíso; que dejen de murmurar, pues la murmuración enfría los corazones; y, sobretodo, que procuren vivir en gracia de Dios. Quien no vive en paz con Dios, no puede tener paz consigo mismo ni con los demás.

- ¿Me has dicho, pues, que hay entre mis jóvenes quienes no están en paz con Dios?
- Esta es la primera causa del malestar reinante, entre otras que usted conoce, y que usted debe remediar, y que, por lo tanto, no voy a explicarle ahora. En efecto, solo desconfía el que tiene secretos que ocultar, quien teme que esos secretos sean descubiertos, pues sabe que, de ponerse de manifiesto, se derivará de ellos una gran vergüenza y no pocas desgracias. Al mismo tiempo, si el corazón no está en paz con Dios, vive angustiado, inquieto, rebelde a toda obediencia, se irrita por nada, se cree que todo marcha mal, y como él no ama, juzga que los superiores tampoco aman.

- Pues, con todo, ¿no ves querido mío, la frecuencia de confesiones y comuniones existentes en el Oratorio?
 - Es cierto que la frecuencia de confesiones es grande, pero lo que falta en absoluto en muchísimos jóvenes que se confiesan es la estabilidad o firmeza en los propósitos. Se confiesan, pero siempre de las mismas faltas, de las mismas ocasiones próximas, de las mismas malas costumbres, de las mismas desobediencias, de las mismas negligencias en el cumplimiento de los deberes. Así siguen durante meses y años, y algunos así llegan hasta el final de los estudios. Tales confesiones valen poco o nada; por lo tanto, no proporcionan paz, y si un jovencito fuese llamado en tal estado ante el tribunal de Dios, se vería en un aprieto.


8. María Auxiliadora nos sostiene.

Predica a todos, mayores y pequeños, que recuerden siempre que son hijos de María Santísima Auxiliadora. Que Ella los ha reunido aquí para librarlos de los peligros del mundo, para que se amen como hermanos y para que den gloria a Dios y a ella con su buena conducta; que es la Virgen quien les provee...


PISTAS PARA TRADUCIRLA EN LO CONCRETO

El capítulo general XXI de las FMA ha escuchado la llamada urgente que brota de nuestros ambientes y declara que “asumimos con responsabilidad y conscientemente la particular tarea que la Iglesia encomienda a las comunidades de vida consagrada de fomentar la espiritualidad de comunión en nuestros ambientes educativos, en la misma comunidad eclesial y aún más allá de sus límites, ‘entablando o restableciendo constantemente el diálogo de la caridad, sobre todo allí donde el mundo de hoy está desgarrado por el odio étnico o las locuras homicidas’. Esta tarea requiere ‘personas espirituales forjadas interiormente por el Dios de la comunión benigna y misericordiosa, y comunidades maduras donde la espiritualidad de comunión es ley de vida’” (CG XXI, 16)

“En comunión por caminos de ciudadanía evangélica”es el lema que nos acompañará en este sexenio y que hay que aterrizar en la vida cotidiana de cada comunidad FMA y educativa.

Para este mundo tan drásticamente globalizado y al mismo tiempo tan dolorosamente fracturado; para una Iglesia que debe ser buena noticia, y esta llamada a renovarse y recuperar su vocación de oferta de sentido a la humanidad; para tantos hombres y mujeres hambrientos de una experiencia de Dios, con miedo a perder su libertad y su individualidad, pero al mismo tiempo escapando de la soledad en tan ambiguas y hasta deformadas experiencias de comunidad; aquí en este mundo de hoy para el hombre de hoy, la espiritualidad de la comunión es una respuesta fresca a un mundo con explicitas aspiraciones de comunión. Cómo ofrecerla, será la gran tarea de todas las comunidades que deben traducir esta respuesta en cada realidad local, en cada situación particular, con planes específicos que respondan a esta necesidad.

Surge entonces la pregunta como hacer operativo este camino en la búsqueda de esta espiritualidad, cómo empezar a construirla, como ir generando este ambiente de comunión, cómo ir transmitiendo esta Espiritualidad. Algunas pistas:


1. El diálogo y comunicación: La persona es una existencia capaz de separarse de si misma, de desposeerse, de descentrarse para llegar a ser disponible para otros. En el diálogo y la comunicación está la puerta de la comunión. Es la primera posibilidad que el "otro" sea "alguien" para mí y que yo mismo sea "alguien” para otro. Cuando se posibilita un verdadero diálogo, están en juego dos «horizontes de comprensión» que están llamados a respetarse en su diferencia, pero, al tiempo, a descubrir un «nuevo horizonte de compresión» enriquecido y cargado de nuevos matices. En el diálogo nos hacemos uno y diversos a la imagen de Dios uno y trino. El diálogo debe tener necesariamente , por un lado, una abierta escucha y acogida, desarmada, sin prejuicios, dispuesta a entender al otro desde su comprensión, y no a abarcarlo, o a desarmarlo, o a catalogarlo o a juzgarlo. En el diálogo y la comunicación lo que se quiere es llegar a comprender; dejar de colocarme en mi propio punto de vista para situarme en el punto de vista del otro. Por otro lado, el diálogo requiere una sincera expresión en la palabra, sin maquillajes, sin apariencias, sin ambigüedades, sin intereses, que exprese lo que se tiene, lo que se quiere, lo que se sueña. No existe diálogo cuando solo quiero imponer y afirmar mis ideas. El diálogo requiere la más perfecta encarnación de la igualdad entre los hombres. El diálogo es la entrada en el misterio del otro sin lastimarlo, tematizarlo o totalizarlo. El diálogo es la voz de la comunión y a través de él podemos descubrir el valor de la palabra, de nuestra verdadera capacidad de acogida a ella y de consecuencia nuestra posibilidad frente a la Palabra hacha carne.


2. La participación: Es saber «dar espacio» y saber «encontrar espacio». Porque soy "alguien" dentro de la comunidad , soy tenido en cuenta sin importar mis diferencias, soy llamado y tengo un lugar y un quehacer en ella. Formo parte y tomo parte en la transformación de mi realidad, me hago co-protagonista sin protagonismo. Hago un esfuerzo constante y paciente por estar siempre presente allí donde corresponde. La participación también supone un delicado respeto por la igualdad y una exigente acogida de la diferencia. Quien no participa no entra en la comunión y donde hay comunión debe existir una amplia participación. La participación es el sabor y el sentido operativo y encarnado, el hecho concreto de la comunión. La participación es la carne, los brazos de la comunión.


3. Discernimiento comunitario: Consiste en buscar conjuntamente la voluntad de Dios. El Discernimiento supone en toda su integridad la riqueza del diálogo y la participación. Si se quiere vivir la comunión la realidad eclesial no puede polarizarse entre unos que mandan y otros que obedecen, unos que saben y enseñan y otros que sólo pasivamente reciben. Entre unos que interpretan y deciden y otros que aplican y experimentan. En el discernimiento comunitario entran en juego toda nuestra capacidad de la lectura profunda de la realidad con total independencia y sin puntos de vista sesgados o excluyentes; esta en juego las esperanzas y los anhelos de un pueblo; esta en juego la verdadera acogida de la Palabra de Dios en nuestra historia, nuestra visión de fe de la realidad; esta en juego nuestra capacidad de llegar a consensos respetando la diferencia y sumando al proyecto colectivo que quiere desentrañar la voluntad de Dios. En fin, en el discernimiento comunitario esta en juego nuestra capacidad para tomar decisiones y afrontarlas colectivamente como fidelidad a la voluntad de Dios discernida.


4. La comunicación de bienes: no es posible hablar de espiritualidad de comunión si no se expresa en alguna forma en comunicación de bienes. La generosidad y la gratuidad, el don sin medida, sin la esperanza de devolución, es la expresión de la plena comunión. El mundo actual necesita absolutamente de justicia y equidad, de solidaridad y caridad. Se requiere una comprometida comunicación de bienes espirituales, culturales y materiales. La comunicación de bienes no es otra cosa que la expresión histórica de la comunión eclesial y de la vocación de la humanidad a la fraternidad universal. Pero la comunión de bienes, más que una exigencia para la comunión debe venir como un fruto de ella. No es la comunión de bienes lo que produce la comunión, sino al contrario. Sólo esto salva al cristianismo del asistencialismo, la limosna sin compromiso y la perpetuación, justificación y el mantenimiento de las mismas estructuras que producen toda desigualdad.


5. La Eucaristía: “Si en Mornese se respiraba un clima de familia, ¿no deberíamos ver la razón tal vez en una espiritualidad invadida por el amor eucarístico? La existencia de María Dominica, desde su juventud, está marcada y unificada por la Eucaristía, que suscita actitudes de fe, de adoración, de conversión y forja en ella una peculiar manera de ser y de educar. La experiencia eucarística es el sostén de su intensa jornada de trabajo, y la certeza de la presencia de Dios y de la unión con Jesús, adorado en el sacramento del altar la acompaña continuamente. Por esto aparecía inmersa en Dios, parecía que llevase a Jesús en el corazón. El silencio, la oración, la actividad, el sacrificio, la misma naturaleza, las viñas, los campos eran para ella liturgia, ofrenda para presentar en el altar junto al de Jesús. Su jornada partía de la Eucaristía celebrada para regresar a la Eucaristía adorada en la oración ante el tabernáculo.

En el encuentro con su presencia viva en la Eucaristía encontrarán alimento a lo largo del camino, soporte en la prueba, sentido para una vida plenamente realizada, esperanza para un futuro diverso, caracterizado por la comunión y por la paz. La Eucaristía crea comunión y educa a la comunión y la Misa dominical es lugar privilegiado donde la comunión se anuncia y cultiva constantemente (cf EdE nn. 40, 41).” (Circular 849- mayo 2003, M.Antonia Colombo 849).

escrito por María Dolores Ruiz Pérez, FMA 
(fuente: www.donbosco.es)

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