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viernes, 11 de mayo de 2012

María Mazzarello: una aprendiz, maestra de vida

Quisiera que fijáramos nuestra atención a un fenómeno único en la historia de la educación. Ningún Instituto religioso educativo, ha tenido en sus raíces y como co-fundadora a una mujer de instrucción escasa. Aunque con su padre aprendió a leer y hacer cuentas con una rara habilidad, quiero decirlo con toda claridad María Mazzarello aprendió a escribir junto con las primeras alumnas en el Colegio de Mornese, sentada con ellas y entre ellas a sus treinta y cinco años. Lo digo para acentuar lo que comentaba al principio cuando quise hacer la diferencia entre “profesor” y “maestro”.

Ella es “maestra” de vida, porque supo crear un tipo de relaciones y de interacción donde las personas pudieron encontrar el ambiente propicio para un desarrollo personal pleno, disfrutando la alegría de la amistad, de la convivencia y el acceso a una cultura abierta y consistente que impulsa al desarrollo, buscando siempre nuevos y más amplios horizontes en todos los campos. María Mazzarello fue y sigue siendo Maestra, a través de esa sabiduría con la que supo extraer lo mejor de la vida, con sus dulzuras y amargores, transformándolos en el perfume irresistible de la cercanía y la amabilidad; de la bondad y la firmeza que conquistan. El Colegio de Mornese fue y sigue siendo motor y generador por más de un siglo, de mujeres educadoras de vida en los cinco continentes.

EL PERFIL DE UNA COMUNICADORA EFICAZ

“Acercarnos a la vida de María Mazzarello, es descubrir un pasado que nos pertenece. Mujer resuelta franca y abierta, de temperamento ardiente y con gran sentido de realismo, mente clara, inteligencia aguda, afectividad sana, temperamento reflexivo y comunicativo al mismo tiempo, muestra una acentuada necesidad de comunicación y una rara habilidad para establecer relaciones interpersonales auténticas.

Su capacidad para ‘comprender’ situaciones y personas procede, en primer lugar, de un consciente y profundo acto de participación afectivo-emotiva que la hace intuitiva y perspicaz.” (Cfr. ARCINIEGAS, JULIA. Vive y Comunica Vida. Encuentro de Educadores de la Familia Salesiana en México. 28-30 de octubre de 1994)

El contacto con la naturaleza, la cercanía y afecto de su padre, el grupo parroquial donde se desenvuelve, el conocimiento fino de sí misma con sus potencialidades y aristas a limar; la relación íntima, cálida sencilla y de abandono en Dios, la confianza filial con María, Mujer de la Palabra y del silencio, la dotan de una sensibilidad particular para acercarse al otro con enorme respeto y paciencia, conociendo tiempos, formas, momentos, sin ceder a las dificultades que las relaciones conllevan.

No obstante su escaso conocimiento del italiano, pues su lengua materna era el dialecto piamontés, y sin parar mucho en la dificultad que le provoca el uso de la nueva lengua recién aprendida, usa el único medio de comunicación de la época: la correspondencia. Sus cartas son claras, ágiles, cercanas, propositivas, maternas. Dirigidas a toda clase de personas con franqueza y libertad, dejando ver en todas sin recelo su manera de pensar, de sentir, de juzgar, sin dobleces al proponer y exhortar.

“A veces termina la carta con un imperativo que suena como una fuerte llamada a la comunicación:“¡ Escríbanme pronto!”, “Contéstame”. O también: ¿Estás muerta o viva?. No me escribes nunca una letra”. Y a las niñas de Uruguay, a quienes no conoce personalmente: “Escríbanme alguna vez. Me dan mucha alegría sus cartas”.

SALESIANA “POR INSTINTO”

Por inspiración del Espíritu Santo, María Dominga, antes de conocer a Don Bosco, ha iniciado ya en Mornese un trabajo educativo para las niñas y jóvenes del pueblo con el grupo de las Hijas de la Inmaculada. Don Domingo Pestarino, párroco del pueblo, hombre de mirada amplia y profunda de gran celo apostólico, percibió la real sintonía entre el “Sistema Preventivo” de Don Bosco y la acción educativa de María Mazzarello. En ella percibió a la mujer capaz de interpretar, al femenino, este método educativo. En el primer encuentro que tuvo con Don Bosco el 7 de octubre de 1864, dice la Cronohistoria: “María Mazzarello encontró en Don Bosco “el eco de un lenguaje que sentía en el corazón sin saber expresarlo; como la traducción de su mismo sentimiento; como una cosa esperada y llegada finalmente”

“Con la dulzura, la amabilidad, el respeto a las chicas por una parte la firmeza, la autoridad moral y la exigencia de la obediencia por otra, María aplicaba en perfecta sintonía el sistema de Don Bosco. Método que para alcanzar el fin que se propone, postula la creación de relaciones interpersonales positivas, ricas en humanidad, respetuosas de la persona de las educandas, capaces de convertirse en “taller” de madurez humana y cristiana.

En la personalidad de María Mazzarello, coexiste la semilla de la bondad y la maternidad espiritual junto con la vocación pedagógica y religiosa. Sus cualidades humanas y espirituales hacían de ella una educadora particularmente hábil por su equilibrada síntesis entre las dotes personales y el trabajo sobre el propio carácter. Lo reconocía Petronila su mejor y más íntima amiga que testimonia: “María atraía a las chicas como el imán al hierro”. Por eso Alberto Caviglia la define con sobrada razón: “salesiana por instinto”.

UN ESTILO QUE FORMA Y TRANSFORMA

El amor educativo vivido por las primeras hermanas bajo la guía de María Mazzarello, se caracteriza por la acogida y solicitud por las chicas más difíciles y abandonadas. Un estilo adaptado a cada una para llegar al corazón a través del afecto, el consejo, “la palabra al oído”, propuesta de valores y el trabajo paciente de seguimiento personal para poder asimilarlos.

El trato cordial y amoroso, parece ser el secreto que hacía a las jóvenes aficionarse a María, tanto que según expresa el testimonio de una alumna de ese tiempo: “deseábamos estar siempre a su lado”

A la bondad, María unía la autoridad moral que exigía sin rebajas, diligencia, trabajo y sinceridad. El amor que les profesaba, era correspondido con apertura, confianza y docilidad. Sabía además unir autoridad y amabilidad, creando un clima en el que difícilmente se requerían los castigos, porque las muchachas se sentían queridas, ayudadas y apoyadas en sus pequeños o grandes problemas.

Contraria a la pedagogía de la época de disciplina rígida que se imponía por los castigos más que por la razón, el ambiente que se respira en el Colegio de Mornese es de confianza y familiaridad. María evita la rigidez y las imposiciones arbitrarias, favoreciendo relaciones sencillas, abiertas y felices, como Don Bosco lo deseaba.

No hace pesar su condición de “superiora”, viviendo siempre en cálida cercanía con las jóvenes, las maestras laicas, los padres de las chicas y las mismas hermanas. Tuvo la capacidad de ‘eliminar distancias’, ojo, sin renunciar al papel de educadora, es conditio sine qua non, de una auténtica relación educativa.

(fuente: www.mazzarello.cl)

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