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viernes, 9 de septiembre de 2011

La naturaleza del pecado

¿UN CAMBIO DE OPCIÓN FUNDAMENTAL?
(escrito por Nieves Camino Miraime y Francisco J. Torralbo Sánchez)

La primera forma de afrontar esta crisis consistiría en recuperar de nuevo el sentido del pecado; “pero el sentido del pecado se restablece únicamente con una clara llamada a los principios inderogables de razón y de fe que la doctrina moral de la Iglesia a sostenido siempre”. La confrontación se hace necesaria, pues algunos creen y han escrito que lo que hoy afirmamos muchos autores no está de acuerdo con este documento. El primer punto sería el tema de la opción fundamental.

El pecado lo define como ” desobediencia del hombre que no reconoce mediante un acto de su libertad el dominio de Dios sobre la vida, al menos en aquel determinado momento en que viola su ley”. Por eso, llamamos pecado mortal al acto mediante el cual hombre, con libertad y conocimiento, rechaza a Dios, su ley la alianza de amor que Dios le propone, prefiriendo volverse así mismo, alguna realidad creada finita, algo contrario a la voluntad divina”.

En este sentido se debe seguir afirmando que el pecado conlleva un opción fundamental negativa o positiva de cara a Dios.



RESPONSABILIDAD Y CULPABILIDAD: DOS SIGNIFICADOS DIFERENTES.
(escrito por Marta Valero Amil e Irene Casas Baena)

El camino mejor para encontrar una salida a esta situación sea hacer una clara distinción entre los dos términos. En el lenguaje se utilizan como vocablos sinónimos y así los hemos empleado en otras ocasiones.

El responsable de una mala acción aparece como culpable; y si existe algún elemento que disminuya su culpa se afirma que su responsabilidad es menor. Si juzgamos que la culpa personal es mínima, nadie se creerá responsable y solidario mientras se mantenga la conciencia tranquila frente a sus obligaciones particulares.

Para evitar esto, tendríamos que descubrir en qué consiste esta diferencia. Es lo que se intuye cuando se dice muchas veces que no basta la buena voluntad. La experiencia confirma lo objetivo de esta afirmación.

Se puede estar lleno de ilusiones y deseos, pero tener una actuación desafortunada que provoque una serie de consecuencias lamentables hasta de extraordinaria importancia.

Sin embargo, al que haya actuado de buena fe nunca se le podrá condenar como perverso y pecador.

Los ejemplos podrían multiplicarse en todos los campos. Basta pensar, en una educación rígida y autoritaria, falta de comprensión por unos padres ilusionados en hacer de su hijo una excelente persona, pero que termina en un desastre psicológico. Nadie podrá culpar a los padres, pero si se intenta conocer las causas más profundas, ellos aparecerán como los más directos responsables.

La responsabilidad, no es nada más que la respuesta a una simple pregunta:¿Quién ha hecho esto?¿Cuál es la causa de este fenómeno? Después vendrá comprobar si el responsable es culpable de ellas o no ha existido ningún pecado.



LAS CONSECUENCIAS DE NUESTRA ACCIÓN: 
SENTIDO DE LA RESPONSABILIDAD COMUNITARIA
(escrito por Yamila y Virginia)

Todo comportamiento humano tiene un mundo de consecuencias que, escapa muchas veces a las previsiones más sinceras, formando una serie de reacciones en cadena que resultan ya inevitables. El ser humano, no llega a dominar todo lo que surge de su querer y libertad. En ocasiones, estas mismas consecuencias se vuelven contra sus propios intereses. Él será el primero en lamentarse por el curso de los acontecimientos. Aunque no se le deba acusar en tales circunstancias, tampoco hay que eximirle de todo lo que ha pretendido con su acción. Sería una actitud ligera y farisaica si se le desligara por completo.

En nuestra moral se insistía en la responsabilidad ética, cuando la libertad quedaba directa o indirectamente comprometida por haber querido las consecuencias, por haberlas previsto o realizado una acción sin motivo proporcionado. El conocido principio del doble efecto tenían como función clarificar la culpa de este último caso, para saber hasta qué punto el individuo debe sentirse culpable de los efectos malos producidos por su acción. No debemos quedarnos aquí, hay que insistir en la dimensión comunitaria, social, política para que la persona tome conciencia de la influencia de sus actos, de su ideología, de su cultura...,en la historia y desarrollo de la sociedad. Se trata de acentuar el carácter comunitario de nuestra responsabilidad.

De una manera sintética podríamos definirla como en la responsabilidad nacida por la influencia de nuestros actos en los demás, aun en la hipótesis de que el propio comportamiento no resulte pecaminoso. En este último caso no habría lugar para el arrepentimiento pero podrían surgir incluso auténticas obligaciones de justicia que exija una reparación. Aunque no exista culpa, la obligación de reparar los daños causados resulta bien conocida en el mundo jurídico.

El problema no radica en medir el grado de culpa, sino en analizar con lealtad y lucidez las responsabilidades que nazcan aun sin culpa personal. Esto indica una sensibilización mayor frente a las obligaciones sociales, pues no es suficiente examinar la responsabilidad exclusiva de las faltas personales.



LA CRISIS ACTUAL DEL PECADO
(Mario Borrero Gomez; Rafael Toledano Cuadro)

El sínodo sobre la reconciliación y la penitencia motivo una reflexión amplia sobre este problema, ya que la crisis del sacramento de la penitencia esta causada en gran parte por la crisis actual en torno al pecado.

El secularismo, que por su misma naturaleza y definición es un movimiento de ideas y costumbres, defensor de un humanismo que hace total abstracción de dios, y si esta perspectiva religiosa desaparece, falta él sentido de la ofensa cometida contra dios, o sea el verdadero sentido del pecado.

La extrapolación de la sociología conduce a cargar sobre la sociedad todas las culpas de las que el individuo es declarado inocente mientras que una cierta antropología cultural, a fuerza de agradar los innegables condicionamientos e influjos ambientales e históricos que actúan sobre el hombre.

El relativismo, niega todo valor absoluto e incondicional y rehúsa la existencia de actos intrínsecamente ilícitos, independientemente de las circunstancias en que son realizadas por el sujeto.

Junto a estos factores mas importantes, algunas otras tendencias, dentro del pensamiento y de la vida eclesial han favorecido también esta decadencia. Finalmente, subraya con fuerza también la confusión creada en la conciencia de muchos fieles debido a la pluralidad y divergencia de opiniones en la enseñanza de la teología, en la predicación, catequesis y dirección espiritual.

(fuente: www.donbosco.es)

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