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lunes, 5 de septiembre de 2011

Perseverar...

Sólo existe un verdadero fracaso: perder la esperanza en Dios. “He puesto mi esperanza en Dios y jamás seré defraudado...

TODOS EMPRENDEN LA MARCHA PERO SOLO LOS SANTOS LLEGAN AL FINAL...

■ La audacia no es aventura ni temeridad. Necesitarás audacia para recorrer el camino de la esperanza. ¿Cuántos estaban al pie de la cruz?

■ Audacia para confiar al Señor todo lo que deseas y todo lo que piensas. “Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, y hasta ahora no han pedido nada...” (Jn 16,24). Audacia para confiarte a El y amarlo como a un padre.

■ Que el fracaso no te haga perder valor. Si has buscado verdaderamente la voluntad de Dios, ese fracaso ya es un triunfo. Eso era lo que quería El Señor. Mira a Cristo en la cruz.

■ Distingue la diferencia entre el éxito y el verdadero triunfo. Los efectos del triunfo pueden no ser visibles, pero tu experiencia, tu modestia, tu fe en el Señor se habrá enriquecido. Para una mirada sobrenatural, ahí está el verdadero triunfo.

■ Sólo existe un verdadero fracaso: perder la esperanza en Dios. “He puesto mi esperanza en Dios y jamás seré defraudado...

■ El camino de la esperanza es largo y tu no estás hecho para ser el santo de un día. Las tempestades y el viento destiñen los colores. Los santos pueden volverse demonios.

■ La virtud exhala un perfume que no es nada provocativo.

■ Sé fiel a lo largo del camino. Pedro no entregó a Jesús ni lo denunció, pero no tuvo una palabra para defenderlo. “No conozco a ese hombre” (Mt 26,72). No quería problemas, ni enredarse en ese asunto. A la mitad del camino abandonó a su Señor; se echó atrás.

■ ¡Tiemblas! Piensas en las caídas, en las dificultades, en los malentendidos, en los ataques de todas partes, en la humillación, en la pena de muerte. ¿Ya olvidaste el Evangelio? El Señor ya sufrió todo eso. Persevera en su seguimiento y revivirás.

■ Cada mañana, cuando despiertes, vuelve a comenzar tu vida con entusiasmo y optimismo. Cualesquiera que sean los obstáculos que encuentres, tú caminas con el Señor en el camino de Emmaús; y llegarás al final.

■ La perseverancia es la que caracteriza a los santos: “El que persevere hasta el fin se salvará” (Mt 10,22).

■ Aunque todos los demás abandonen el camino, tú sigue avanzando. No faltan personas que se dejan arrastrar por cualquier viento. Los militantes lúcidos son raros. Mantén el dominio de ti mismo, no vayas detrás de las multitudes ciegas.

■ Mantén la moral, aunque sientas cansancio o tibieza. Las nubes negras se irán, el cielo se despejará. Basta esperar para que las nubes se disipen.

■ No te digas “Ya no tengo inspiración”. ¿Crees que la inspiración es la que te hace actuar? La obra del Señor no es poesía. Tú actúas por amor y sabes bien que el amor de Dios jamás desaparece.

■ La confianza en el amor de Dios hizo la felicidad del buen ladrón. Fue la desesperanza la que hizo la desgracia de Judas.

■ Jesús tocó el fondo del hastío, el último grado del desaliento: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado? (Mt 27,46). Junto a la cruz permaneció silenciosa su madre. Y el amor de la madre bastó para sostener al hijo hasta su último grito: “Todo está consumado” Cm 19,30).

■ El hijo de la viuda de Naim había muerto; lo llevaban a enterrar. El cadáver de Lázaro en la tumba ya hedía. El Señor los llamó a la vida. Espera en humilde arrepentimiento. El Señor te dará la vida.

■ Reduce cada día tu amor propio para hacer crecer la caridad.

■ Si no tienes determinación ni tenacidad no digas: “soy complaciente sino “soy cobarde”.

■ Suspiras: “Si yo ocupara tal puesto, si trabajara con fulano o con zutano, si tuviera tal cargo, yo haría proezas”. Cumple la tarea que Dios te ha confiado, en el lugar donde te ha puesto, y avanza sin desviarte. Si te desvías a la derecha o a la izquierda no llegarás a ninguna parte.

■ En ti habitan dos hombres: Juan y Judas. Mientras dura el espíritu de lucha estás con Juan, el leal. Cuando cedes a la cobardía, cuando abandonas las armas, tomas a Judas como maestro, haces subir el humo del incienso al altar del maestro de la traición.

■ Gritas: “Es difícil”. Sí, es difícil, es difícil amar; fácil es renunciar. Pero el esfuerzo es precioso; la rendición es sumisión al demonio.

escrito por Card. Fco. Xavier Nguyen Van Thuan

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