Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado".Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Marcos 6,14-29.
En la catequesis del día de hoy junto al Padre Alejandro Jodés Puiggari, sacerdote de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, compartimos el martirio de Juan el Bautista.
Para comenzar ésta catequesis y en conmemoración al gesto de humildad del Papá Benedicto XVI de abandonar su ministerio petrino (que el lunes próximo xumplirá un año), el padre Alejandro sito el siguiente párrafo de una de sus audiencias generales (Miércoles 29 de agosto de 2012 ):
Como último acto, el Bautista testimonia con la sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios, sin ceder o retroceder, cumpliendo su misión hasta las últimas consecuencias. San Beda, monje del siglo IX, en sus Homilías dice así: «San Juan dio su vida por Cristo, aunque no se le ordenó negar a Jesucristo; sólo se le ordenó callar la verdad» (cf. Hom. 23: CCL122, 354). Así, al no callar la verdad, murió por Cristo, que es la Verdad. Precisamente por el amor a la verdad no admitió componendas y no tuvo miedo de dirigir palabras fuertes a quien había perdido el camino de Dios.
No tuvo miedo de decirles cosas fuertes a los poderosos de ese tiempo. En ese hombre fiel, que en desierto conoció al Señor, no entró en componenda con el poder. Pero ¿de dónde le nace esa interioridad? Si queremos ser tiestigos del Reino, de la verdad, del Evangelio, necesitamos de la adoración, de la oración personal íntima con el maestro. Solo si estamos en comunión con el Señor seremos testigos de su Reino, agregó Puiggari.
En tu trabajo, en tu cotidianidad, vos también estas llamado a ser testigo de los valores del Evangelio, de todo eso que el Señor nos enseña y nos invita.
Para reflexionar el padre nos invitó a responder la siguiente consigna: ¿Cómo podés dar testimonio de Jesús en la vida cotidiana?
(fuente: www.radiomaria.org.ar)
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