Hasta ahora, en nuestra discusión sobre el Cielo hemos notado aspectos de nuestra experiencia celestial que serán ciertos para todos nosotros que lo convertiremos en nuestro hogar finalmente.
Queremos concentrarnos ahora en el hecho de que hay algunas cosas del Cielo que no serán disfrutadas de la misma forma por todos.
Jesús, en más de una ocasión, declaró que no todos los que entren en el Cielo disfrutarán de sus bendiciones en el mismo grado. No que haya algún juicio o castigo para los que van al cielo. "Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1). Pero Jesús sí dijo que en Su reino "muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros" (cf. Mateo 19:30).
El apóstol Juan declaró que era posible que los creyentes entraran en la presencia de Cristo "con confianza" o "alejarse de él avergonzados" (1 Juan 2:28). Pedro escribió que era posible que entremos en el Cielo en forma triunfal o "cayendo" (2 Pedro 1:10-11). El apóstol Pablo dijo que podemos ser o "recompensados" o "sufrir pérdida"; que es posible ser "salvo, aunque así por fuego" (1 Corintios 3:13-15). Tal vez el "fuego" al que se refiere aquí sea una referencia a la mirada penetrante del Cristo glorificado, cuyos ojos Juan describió como una "llama de fuego" (Apocalipsis 1:14). "Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o malo" (2 Corintios 5:10). La palabra para "malo" en este caso se refiere no simplemente a lo que es "malvado" sino a aquello que desde la perspectiva de Dios "no tiene valor." No sólo nuestras "obras" serán evaluadas sino que también los motivos mismos de nuestro corazón (1 Corintios 4:5). Las Escrituras nos dicen que la alabanza vendrá de Dios para cada creyente (1 Corintios 4:5), pero para algunos habrá más, y para otros, menos.
¿Cuál es la naturaleza de la recompensa que puede ser ganada o perdida? Muchos pasajes hablan de nuestra recompensa celestial en términos de la responsabilidad que se nos confiará cuando reinemos con Cristo en el nuevo cielo y en la nueva tierra. En la parábola de Jesús de los talentos, Él habló de recompensar a aquellos que habían sido fieles poniéndolos "sobre mucho" en Su reino (Mateo 25:21, 23). En otro lugar, Él habló de poner a algunos de nosotros en lugares de autoridad sobre ciudades en Su reino (Lucas 19: 17, 19). ¡Para aquellos que estuvieron al lado de Él en sus pruebas terrenales, Jesús les prometió colocarlos "en tronos juzgando a las doce tribus de Israel" en su reino futuro, además de sentarlos a su lado en su mesa (Lucas 22:28-30)! ¡No sólo serían dignos de que les sean confiadas responsabilidades mayores sino que serían capaces de disfrutar la comunión más íntima con Cristo!
En muchos pasajes las recompensas celestiales son comparadas a las "coronas" usadas por los ganadores de las competencias atléticas. Sean literales o metafóricas, estas coronas representan distintos aspectos de nuestra recompensa celestial. La "corona de vida" es prometida a aquellos que perseveran bajo las pruebas (Santiago 1:12; Apocalipsis 2:10), la "corona de justicia" a aquellos que aman su venida (2 Timoteo 4:8), una "corona incorruptible" para aquellos que tiene autocontrol (1 Corintios 9:25), la "corona de gozo" para aquellos que llevan a otros a Cristo (1 Tesalonicenses 2:19), y la "corona de gloria" para aquellos que sirven sin egoísmos como líderes espirituales (1 Pedro 5:2-4).
El hecho más importante acerca de nuestras recompensas celestiales es que están basadas no en nuestra posición o capacidad, sino en nuestra fidelidad. Vez tras vez Jesús les dijo a sus seguidores que "el que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel" (Lucas 16:10; 19:17).
(fuente: www.mercaba.org)
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