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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Fue seminarista clandestino, después fue inspector de la Policía soviética... y cura a los 63 años

No hay muchos curas católicos que puedan decir que han sido inspectores de la Policía soviética.

Este es el peculiar caso del padre Konstantins Bojars, que fue seminarista clandestino en la URSS, llego a ser cura, luego colgó los hábitos, se hizo policía y fiscal soviético, buceó en el mundo del crimen, y volvió a la fe y a la vida sacerdotal después de una larga espera, un periodo de prueba.


Recuerda la conquista soviética

Konstantins Bojars nació en Letonia en 1932. Dice que recuerda cuando los tanques soviéticos tomaron su país en 1936, que recuerda el paso de los tanques hacia Riga teniendo él 4 años. Y después llegaron los nazis. Y después los soviéticos otra vez.

En su familia eran 6 hermanos, aunque dos murieron por enfermedades siendo niños. En las zonas rurales recién conquistadas la persecución religiosa no era tan sistemática como en otros sitios. Podía ir a misa cada domingo con su familia, a una iglesia a 5 kilómetros de su casa. Recibió dos años de catequesis, hizo la primera comunión y siguió acudiendo a la parroquia y ayudando como monaguillo.


En el seminario clandestino

En 1949, con 17 años, marchó a Riga dispuesto a ser sacerdote. Ingresó en el seminario clandestino. Era un seminario que las distintas autoridades civiles habían abierto y cerrado en varias ocasiones. El obispo a veces ordenaba estudiantes de último curso o seminaristas de forma apresurada, por ejemplo al ver volver a los soviéticos.

"Para el gobierno resultaba fácil disolver el seminario: bastaba con llamarnos a filas y enviarnos al lugar más lejano posible de la URSS. Algunos, como yo, acabamos haciendo el servicio militar en un pueblo de Rusia donde estaban construyendo el ferrocarril de Moscú a Borkuta. Hacía un frío terrible que llegaba en ocasiones a los 50 grados bajo cero. Se podía soportar porque era un frío seco pero teníamos que estar moviéndonos constantemente para no congelarnos". En aquel campo llegaron a ser 9 los seminaristas lituanos. Recuerda que, al menos, las autoridades del lugar no se portaban mal.


Sacerdote con formación escasa

De vuelta a Letonia, fue ordenado sacerdote a los 26 años. Su formación sacerdotal, explica, "fue muy precaria y agitada. En aquellas condiciones era prácticamente imposible formarme mejor: no podíamos viajar, ni salir del país ni entrar en contacto con otros católicos".

Ejerció como sacerdote cinco años en una parroquia. Luego, en 1963, "tuve una crisis de vocación y lo dejé".


Fiscal: crímenes pasionales y robos

Estudió derecho, se graduó en 1969 y empezó a trabajar de fiscal, y luego de inspector de policía de investigación criminal.

"Mis funciones eran las de cualquier fiscal: investigar robos, hurtos, violaciones u asesinatos. Entonces no había sicarios ni asesinos a sueldo. Viajé por Letonia buscando culpables de distintos crímenes. Eran investigaciones largas que duraban dos o tres años: borrachos que mataban a sus esposas en un momento de arrebato; mujeres que envenenaban a sus maridos por celos, etc...".

Bojars quiere dejar claro que desde su posición no tenía acceso ni competencias en los temas de persecución religiosa o política, de los que se encargaba el Comité de Seguridad del Estado. "No estaban dentro de mi campo ni yo podía hacer nada por ellos", comenta.


Nostalgia de Dios y del sacerdocio

En los años 70 estuvo varias veces al borde de la muerte y se planteó el sentido de su vida. Algunos de sus amigos habían apostatado; otros, simplemente, se habían alejado de Dios. Pero él siempre había creído en Dios y ahora se iba dando cuenta de que cometió un error al dejar el ministerio sacerdotal. Le dolía ver a la Iglesia acechada y perseguida y con escasez de sacerdotes.

"Aunque yo había sido infiel a mi vocación, sabía que había sido ordenado sacerdote para siempre y deseaba volver a consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Sentía las mismas ansias que el hijo pródigo cuando vivía en tierra extraña y pensaba sin cesar en la casa de su padre".

"Hablé con el cardenal Pujats. Como es lógico me hizo esperar muchos años. Lo entendí. En otros países esa espera hubiera sido imposible pero la jerarquía conocía bien las circunstancias en las que me había formado y en las que había vivido durante los primeros años de mi sacerdocio".

"Aguardé décadas viviendo en celibato hasta que comprobaron el estilo de vida que llevaba, la solidez de mis disposiciones, mi rectitud de intención. Veían que no buscaba nada material, que tenía la vida resuelta en ese aspecto. Se cercioraron que no había hecho nada contrario a una conciencia cristiana: ni denuncias falsas, ni torturas ni cooperación con la injusticia, y que no había tenido que ver con la represión política y religiosa de ese régimen materialista."

El padre Konstantins sentado en la celebración de su 80º cumpleaños

La Caída del Muro... y la vuelta al sacerdocio

En 1989 cayó el Muro de Berlín y el régimen comunista. De 1990 a su jubilación se dedicó a la rehabilitación legal de los ciudadanos reprimidos por el sistema soviético. En 1994 se integró ya plenamente en las tareas eclesiales y un año después le concedieron las licencias sacerdotales de nuevo. Habían pasado 32 años desde que celebró su última misa.

Desde entonces ha atendido zonas del país que durante décadas no tuvieron sacerdote y ha levantado varias iglesias de nueva planta. Descubrió, por ejemplo, que una vez la Iglesia pone los cimientos y el terreno y empiza a construir, el resto de la edificación tienden a terminarla y financiarla los feligreses. En cambio, pedir que ellos inicien la construcción no funciona. Construir en Letonia es una lucha contra el papeleo: su experiencia como fiscal le ha sido muy útil.


Dios escribe recto con renglones torcidos

Uno de sus grandes orgullos es haber reconstruido la primera iglesia de piedra que San Menardo, el primer obispo del país, hizo levantar. El lugar estaba arrasado y lleno de arbustos, abandonado durante décadas, y hoy vuelve a ser un lugar de oración y peregrinación (www.meinardadraudze.lv).

"Cuando viene a verme alguna persona desesperada, siempre le digo que confíe en Dios, que escribe recto sobre renglones torcidos y saca cosas buenas hasta de nuestros errores y equivocaciones", asegura.

(Este testimonio, redactado por ReL, lo tomamos del recomendable libro de José Miguel Cejas "El baile tras la tormenta; relatos de disidentes de los países bálticos y Rusia", complementado con datos de Katolis.lv).

(fuente: religionenlibertad.com)

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