Citado por Vatican Insider, el Santo Padre señaló que piensa que con los ortodoxos “estamos en camino; tienen sacramentos y sucesión apostólica. Estamos en camino”.
Para Francisco, “si tenemos que esperar a que los teólogos se pongan de acuerdo… ¡No llegará nunca ese día!”.
“Soy escéptico: trabajan bien los teólogos, pero Atenágoras había dicho: ‘¡Pongamos a los teólogos en una isla para que discutan y nosotros seguimos adelante!’”.
“La unidad es un camino que se debe hacer, y se debe hacer juntos; es el ecumenismo espiritual, rezar juntos, trabajar juntos. Y luego está el ecumenismo de la sangre: cuando estos matan a los cristianos, la sangre se mezcla. Nuestros mártires están gritando: ‘¡Somos uno!’”.
Francisco reconoció que “es algo que tal vez algunos no pueden entender. Las Iglesias orientales católicas tienen derecho de existir, pero el uniatismo es una palabra de otra época. Hay que encontrar otra vía”.
Abordando el tema del Primado de Pedro en la Iglesia, Francisco, recordó una reciente reunión con el metropolita Hilarión, presidente del Departamento para las relaciones externas del Patriarcado de Moscú, y destacó que “hay que continuar con la petición de Juan Pablo II: ‘Ayúdenme a encontrar una fórmula de primado aceptable para las Iglesias ortodoxas’”.
El Papa aseguró que “lo que siento más profundamente en este camino para la unidad es la homilía que hice ayer sobre el Espíritu Santo: solo el camino del Espíritu Santo es correcto. Él es sorpresa, Él es creativo”.
“El problema -y esta tal vez sea una autocrítica, pero lo dije también en las Congregaciones generales antes del Cónclave- es que la Iglesia no tiene luz propia, debe ver a Jesucristo”.
“Las divisiones existen porque la Iglesia se ha visto demasiado a sí misma”, dijo.
El Santo Padre señaló que “mientras comíamos hoy, con (el Patriarca Ecuménico) Bartolomé, hablamos del momento en el que un cardenal fue a llevar la excomunión del Papa al Patriarca: la Iglesia se veía demasiado a sí misma en ese momento”.
“Cuando nos vemos a nosotros mismos nos volvemos auto-referenciales”.
Francisco destacó que “los ortodoxos aceptan el primado: en las letanías de hoy rezaron por su pastor y primado, ‘aquel que camina primero’. Lo dijeron hoy ante mí”.
“Para encontrar una fórmula aceptable debemos ir al primer milenio. No digo que la Iglesia se haya equivocado (en el segundo milenio), ¡no! Hizo su camino histórico. Pero ahora el camino es seguir adelante con la petición de Juan Pablo II”.
El Papa destacó que las preocupaciones de los conservadores que sospechan de la apertura hacia los ortodoxos no son solo un problema de la Iglesia Católica, sino que “este es también un problema de los ortodoxos, de algunos monjes y de algunos monasterios”.
“Por ejemplo, desde los tiempos del beato Pablo VI se discute sobre la fecha de la Pascua y no nos ponemos de acuerdo. Con este ritmo, nuestros tataranietos la van a celebrar en agosto”.
Francisco recordó que “el beato Pablo VI había propuesto una fecha fija, un domingo de abril”.
“Una vez, mientras yo estaba en Vía della Scorta y se estaban haciendo los preparativos para la Pascua, escuché a un oriental que decía: ‘Mi Cristo resucita dentro de un mes’. Mi Cristo, tu Cristo… Hay problemas”.
Sin embargo, subrayó, “debemos ser respetuosos y no cansarnos de dialogar, sin insultar, sin ensuciarse, sin chismear”.
“Pero si uno no quiere dialogar. Pero se necesita paciencia, mansedumbre y diálogo”, aseguró.
Más información del viaje del Papa a Turquía en https://www.aciprensa.com/turquia2014/
BENDICIÓN ECUMÉNICA Y FIRMA DE UNA DECLARACIÓN CONJUNTA
Estambul, Domingo 30 de noviembre de 2014
DECLARACIÓN COMÚN
Nosotros, el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, expresamos nuestra profunda gratitud a Dios por el don de este nuevo encuentro que, en presencia de los miembros del Santo Sínodo, del clero y de los fieles del Patriarcado Ecuménico, nos permite celebrar juntos la fiesta de san Andrés, el primer llamado y hermano del Apóstol Pedro. Nuestro recuerdo de los Apóstoles, que proclamaron la buena nueva del Evangelio al mundo mediante su predicación y el testimonio del martirio, refuerza en nosotros el deseo de seguir caminando juntos, con el fin de superar, en el amor y en la verdad, los obstáculos que nos dividen.
Durante nuestro encuentro en Jerusalén del mayo pasado, en el que recordamos el histórico abrazo de nuestros venerados predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, firmamos una declaración conjunta. Hoy, en la feliz ocasión de este nuevo encuentro fraterno, deseamos reafirmar juntos nuestras comunes intenciones y preocupaciones.
Expresamos nuestra resolución sincera y firme, en obediencia a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, de intensificar nuestros esfuerzos para promover la plena unidad de todos los cristianos, y sobre todo entre católicos y ortodoxos. Además, queremos apoyar el diálogo teológico promovido por la Comisión Mixta Internacional que, instituida hace exactamente treinta y cinco años por el Patriarca Ecuménico Dimitrios y el Papa Juan Pablo II aquí, en el Fanar, está actualmente tratando las cuestiones más difíciles que han marcado la historia de nuestra división, y que requieren un estudio cuidadoso y detallado. Para ello, aseguramos nuestra ferviente oración como Pastores de la Iglesia, pidiendo a nuestros fieles que se unan a nosotros en la común invocación de que «todos sean uno,... para que el mundo crea» (Jn 17,21).
Expresamos nuestra preocupación común por la situación actual en Irak, Siria y todo el Medio Oriente. Estamos unidos en el deseo de paz y estabilidad, y en la voluntad de promover la resolución de los conflictos mediante el diálogo y la reconciliación. Si bien reconocemos los esfuerzos realizados para ofrecer ayuda a la región, hacemos al mismo tiempo un llamamiento a todos los que tienen responsabilidad en el destino de los pueblos para que intensifiquen su compromiso con las comunidades que sufren, y puedan, incluidas las cristianas, permanecer en su tierra nativa. No podemos resignarnos a un Medio Oriente sin cristianos, que han profesado allí el nombre de Jesús durante dos mil años. Muchos de nuestros hermanos y hermanas están siendo perseguidos y se han visto forzados con violencia a dejar sus hogares. Parece que se haya perdido hasta el valor de la vida humana, y que la persona humana ya no tenga importancia y pueda ser sacrificada a otros intereses. Y, por desgracia, todo esto acaece por la indiferencia de muchos. Como nos recuerda san Pablo: «Si un miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26). Esta es la ley de la vida cristiana, y en este sentido podemos decir que también hay un ecumenismo del sufrimiento. Así como la sangre de los mártires ha sido siempre la semilla de la fuerza y la fecundidad de la Iglesia, así también el compartir los sufrimientos cotidianos puede ser un instrumento eficaz para la unidad. La terrible situación de los cristianos y de todos los que están sufriendo en el Medio Oriente, no sólo requiere nuestra oración constante, sino también una respuesta adecuada por parte de la comunidad internacional.
Los retos que afronta el mundo en la situación actual, necesitan la solidaridad de todas las personas de buena voluntad, por lo que también reconocemos la importancia de promover un diálogo constructivo con el Islam, basado en el respeto mutuo y la amistad. Inspirado por valores comunes y fortalecido por auténticos sentimientos fraternos, musulmanes y cristianos están llamados a trabajar juntos por el amor a la justicia, la paz y el respeto de la dignidad y los derechos de todas las personas, especialmente en aquellas regiones en las que un tiempo vivieron durante siglos en convivencia pacífica, y ahora sufren juntos trágicamente por los horrores de la guerra. Además, como líderes cristianos, exhortamos a todos los líderes religiosos a proseguir y reforzar el diálogo interreligioso y de hacer todo lo posible para construir una cultura de paz y la solidaridad entre las personas y entre los pueblos. También recordamos a todas las personas que experimentan el sufrimiento de la guerra. En particular, oramos por la paz en Ucrania, un país con una antigua tradición cristiana, y hacemos un llamamiento a todas las partes implicadas a que continúen el camino del diálogo y del respeto al derecho internacional, con el fin de poner fin al conflicto y permitir a todos los ucranianos vivir en armonía.
Tenemos presentes a todos los fieles de nuestras Iglesias en el todo el mundo, a los que saludamos, encomendándoles a Cristo, nuestro Salvador, para que sean testigos incansables del amor de Dios. Elevamos nuestra ferviente oración para que el Señor conceda el don de la paz en el amor y la unidad a toda la familia humana.
«Que el mismo Señor de la paz os conceda la paz siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros» (2 Ts 3,16).
El Fanar, 30 de noviembre de 2014.
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