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jueves, 7 de mayo de 2015

Los 10 Mandamientos siguen vigentes (IV)

Cuarto Mandamiento: nada más natural que el recordarnos el amor a nuestros padres, los prójimos más próximos


CUARTO MANDAMIENTO "Honrarás a tu padre y a tu madre."

"Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra" dice la Biblia en el libro del Exodo 21,12.

La Tradición Católica nos transmite toda la enseñanza bíblica con el breve "Honrarás a tu Padre y a tu Madre".

Si los tres primeros Mandamientos (artículos anteriores de esta serie) están orientados a nuestras relaciones con Dios, los otros siete que completan el Decálogo, tienen que ver con la caridad hacia el prójimo. El Señor mismo, al ser interrogado por los fariseos, después de recordar el amor total a Dios, añade que "el Segundo Mandamiento es Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos" Mt. 12,29-31. (2196)

Y nada más natural que el recordarnos el amor a nuestros padres, nuestros prójimos más próximos, ya que nos han trasmitido la vida y el conocimiento de Dios. (2197)

A diferencia de otros Mandamientos que están expresados tajantemente en forma negativa, este tiene forma positiva: Honrarás... (CIC 2198)

Aunque el mandamiento se dirige expresamente a los hijos, por ser la relación paterno-filial la más universal, se refiere también a todas las relaciones de parentesco familiar y se extiende a los deberes de los alumnos respecto a sus maestros, de los empleados con los patronos, de los subordinados con sus jefes, de los ciudadanos con respecto a su patria. (CIC 2199)


¿Qué es la familia?

El Catecismo Católico, al tratar este mandamiento comienza muy sabiamente por definir la naturaleza de la familia. Parece increíble que muchas de las crisis actuales provengan de haber perdido de vista una cosa tan sencilla y natural. El hombre moderno ya no sabe lo que es la familia en el plan de Dios.

"Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con su hijos una familia" . (CIC 2202)

Esto que parece una obviedad, (hablar de un hombre y una mujer, por ejemplo) hay que recordarlo porque no faltan personas que sienten atracción hacia su propio sexo que quieran "casarse" y pastores protestantes que han accedido a tales "ceremonias religiosas".

Dios instituyó la familia. No es invención del hombre o disposición del Estado: es anterior a todo gobierno. Es la célula original de la humanidad y de la sociedad. (CIC 2207)

Es en la familia natural, padre, madre e hijos, donde se aprenden y viven los valores cívicos y morales, donde el ser humano crece y madura en todos los aspectos, en donde comienza a honrar a Dios y usar bien de su libertad. Es tan importante la familia para el bienestar de la sociedad, que la autoridad civil, según recuerda el Concilio Vaticano II, debe considerar como deber grave "el reconocimiento de la auténtica naturaleza del matrimonio y de la familia" (GS 52,2). En estas prudentes palabras está contenido un rechazo al divorcio y a las uniones posteriores, que son sencillamente la destruccion radical de la familia auténtica, instituida por Dios mismo. (CIC 2210) El papel de los padres en la familia.

Para explicar el cuarto Mandamiento, es necesario partir del análisis del padre y de la madre, que son los que se han unido para formar su familia.

El papel tan especial que la madre tiene en la procreación, el pueblo la engrandece y honra preferentemente. Testimonio bellísimo de ello lo tenemos en el pasaje Evangélico que nos dice cómo una mujer de entre la multitud levantó la voz y no encontró mejor alabanza para Jesús que el decir: "¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!" (Lc. 11,27).

Pero Jesús, nuestro Maestro, en su deslumbrante revelación, expresa sobre todo la soberanía y excelsitud de su Padre. A una distancia infinita del entusiasmo de la mujer del Evangelio, Cristo nos asombra y alegra con la Buena Noticia, la gran Noticia, en todo el Evangelio, al enseñarnos que ¡Dios es nuestro Padre!

Gracias al Hijo de Dios, todo hombre aprende a ser buen hijo: con su padre terrenal y con su PADRE en el cielo.

San Juan, en su primera carta, 4,10 nos dice: "El amor de Dios no consiste en que nosotros amemos a Dios, sino en que El nos amó primero". Hemos de decir, del mismo modo, que al amor del hijo por sus padres, antecede el amor de éstos por sus hijos. No por nada se dice que la madre "nos amó antes de conocernos".

El Cuarto Mandamiento, si bien está dirigido en primer lugar a los hijos, presupone y exige el amor de los padres a la prole y el consiguiente cumplimiento de sus deberes paternales y maternales.

Los hijos necesitan ver y sentir el amor de sus padres. Su respuesta amorosa, será entonces lo más lógica y natural. Detrás de un hijo rebelde, egoísta o irrespetuoso, habrá que detectar unos padres que no lo amaron o no supieron expresar y hacer entender su amor.

Hoy en día nos asombramos al descubrir que este amor paternal no ha existido cuando:

- Ni los dejaron nacer destruyéndolos por el aborto.
- No quieren reconocer la paternidad.
- Los regalan, abandonan y hasta los venden.
- Los golpean, maltratan o abusan físicamente de ellos.
- Se dan casos de incesto.
- Los padres se agreden mutuamente todo el tiempo.
- No hay amistad ni comprensión con el hijo.
- No imparten la debida educación.
- Con egoísmo destructivo, se separan los esposos.
- No los corrigen ni los enseñan a conocer, amar y rezar a Dios Padre y a la Virgen Santísima, nuestra Madre del Cielo.

En estos y otros muchos casos, el hijo no puede amar a sus padres, porque estos no lo han amado primero.


El amor debe expresarse.

Muchísimos adolescentes han llegado a creer que sus padres, sobre todo el varón, no los quieren. Esto provoca en ellos terribles problemas y crisis. No basta con amar, hace falta hacerlo sentir a la persona amada.

Padres: sean muy dichosos y orgullosos por cada uno de sus hijos. Vivan con la alegría de ser y representar en el hogar el lugar de Dios, con su amor providente, con ternura manifiesta y con autoridad inteligente y comprensiva.

La presencia protectora del padre en el hogar, dará a toda la familia el cuidado necesario, la promoción oportuna y el anhelado progreso a todos los miembros de la familia.

Casi siempre el diálogo padre-hijo, se rompe por culpa del padre, que tal vez por sus muchas ocupaciones o por su mal carácter nunca tiene tiempo ni ganas de conversar, escuchando comprensivamente a sus hijos. "¡Con papá no se puede hablar!" es la queja constante de los muchachos, que van a buscar fuera de casa alguien en quien confiar, alguien que los escuche.

Es por eso que la Sagrada Escritura (Mal.4,6) en contraste con el enunciado del cuarto Mandamiento pide a Dios que "el corazón de los padres se vuelva a sus hijos". Los padres, por encima de todo, deben predicar con el ejemplo y jamás usar palabras insultantes o golpes. ¡Que difícil es amar a un padre violento!


El padre terreno revela al Padre Eterno.

Cuando los padres rezan con sus hijos, dan una lección de vital importancia porque están enseñando a amar y respetar a Dios Padre, mostrándose al mismo tiempo como hijos de Dios. No hay padre que no sea hijo al mismo tiempo. La figura paterna será reflejo de la maravillosa paternidad de Dios, Padre de todos y fuente de toda paternidad.


Deberes de los padres.

Ser padre no es tarea fácil. La fecundidad conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que exige extenderse también a su educación integral, abarcando todos los aspectos de la persona humana.(CIC 2221)

1.- Crear un hogar.

Hacer de la casa familiar un verdadero hogar es todo un arte. En casa debe haber ternura, perdón, respeto, fidelidad, servicio, etc... Es en el hogar donde el muchacho debe aprender a vivir las virtudes humanas y cristianas. (CIC 2223)
Condición indispensable para todo esto es la apertura al diálogo tanto entre los esposos como de éstos con los hijos. El apóstol San Pablo recomienda a los padres no exasperar a los hijos, sino formarlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor. (Ef.6,4)
Uno de los más grandes impedimentos para el diálogo y la educación de los hijos, lo representa la televisión, que se introduce al seno del hogar y no solamente acapara totalmente la atención, impidiendo la comunicación familiar, sino que bombardea a todos, padres e hijos con los más funestos antivalores, nada evangélicos: consumismo, materialismo, violencia, hedonismo, etc... La televisión ha llegado a ser la gran corruptora de la familia y de la sociedad, ante la actitud pasiva y falta de sentido crítico de los adultos.

2.- Evangelizar a los hijos.

Los padres han recibido el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde la primera edad deben iniciarlos en los misterios de la fe, en la vida de la Iglesia. Los padres son los primeros catequistas en la familia. (CIC 2225-2226).
Con el testimonio de una vida cristiana verdaderamente de acuerdo con el Evangelio, con la oración en familia y la fidelidad a la recepción de los Sacramentos en la Parroquia, los padres fincan los cimientos de una fe viva para toda la vida.
La responsabilidad de tener hijos no termina con proveerles lo necesario para la vida temporal, ya que Dios les ha dado un alma inmortal que hay que salvar para la vida eterna. La santidad de los padres, elemento básico para toda evangelización, es a su vez retroalimentada por los hijos. Todos deben ayudarse a crecer en la Gracia de Dios, con la práctica de las virtudes cristianas.

3.- Elección de la Escuela.

Ciertamente son los padres los primeros educadores de los hijos, pero la escuela es imprescindible y un arma de dos filos. Deben los padres, con todo el derecho, elegir para ellos una escuela adecuada que corresponda a sus propias convicciones. (CIC 2229)
Es obligación de los padres vigilar el tipo de enseñanza, el ambiente, el profesorado, los libros de texto, etc. pues los valores humanos y cristianos vividos en la familia, pueden ser aniquilados en una mala escuela.

4.- Respeto ante la vocación de los hijos.

Cuando llegan a la edad correspondiente, los hijos tienen el deber y el derecho de elegir tanto su profesión, como su estado de vida. Educados, apoyados, aconsejados por los padres, esto no debería presentar problema alguno. Sin embargo se dan casos tanto de presiones indebidas de parte de los padres, como de decisiones equivocadas de los hijos. Se impone el diálogo y la consulta con personas calificadas para solucionar los conflictos. (CIC 2230)


Deberes de los hijos.

El Catecismo Católico en los números 2214 y siguientes, desarrolla magníficamente el capítulo de los deberes de los hijos hacia sus padres. Con citas bíblicas abundantes y hermosísimas, describe estos deberes producto del amor filial.

1.- Gratitud.

"Con todo tu corazón honra a tu padre y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido: ¿Cómo les pagarás lo que contigo han hecho?" (Si.7,27-28)
El deber de gratitud hacia los padres, debe incluir el pensamiento de que al darnos la vida terrenal, nos han posibilitado para gozar eternamente en la Gloria. Cada niño concebido tiene ya un alma inmortal y en Cristo, por los Sacramentos, está destinado a la felicidad eterna. Hayan sido los padres como hayan sido, siempre les deberemos la existencia eterna.
Este deber de gratitud deriva obviamente hacia otros aspectos:

2.- Darles honor.

De hecho el Mandamiento emplea exactamente esta palabra, honor, para abarcar todo lo demás. Honrar a los mayores es natural tanto en el plano civil como en el religioso y familiar. Los cristianos festejamos a los héroes de Cristo, nuestros Santos Patronos, a aquellos que debemos nuestra fe.
En el plano familiar, no tan solo debemos escuchar con atención y paciencia los consejos de los mayores, padres o abuelos, sino que nuestra conducta sin mancha, debe enaltecer nuestra estirpe, nuestro apellido. Un hijo santo, un hijo héroe, un hijo honrado y buen ciudadano, está honrando a sus padres. Un delincuente, una prostituta, no honran a sus padres.

3.- Obediencia.

Dice la Biblia en el libro de los Proverbios 6,20: "Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre...en tus pasos ellos serán tu guía".
El Catecismo añade: "Mientras viva en casa de sus padres, el hijo debe obedecerlos". Muchas razones pueden apoyar lo anterior: en primer lugar, evidentemente, los padres saben más que los hijos pequeños... y aún que los grandes. La experiencia de la vida enseña más que una universidad. No por nada el dicho popular dice: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo". Así como el hijo pequeño no sabe ni amarrarse los zapatos, el hijo grande no sabe de asuntos fiscales. El pequeño no sabe jugar con cuchillos ni el grande tratar con su novia. Por su misma edad, los padres saben muchísimas cosas de la vida y el hijo inteligente debe saber escucharlos y obedecerlos libremente. (CIC 2217)
Cada familia va elaborando sus costumbres, sus reglamentos y tradiciones. Mientras el hijo es dependiente y vive en la casa paterna, debe seguir las directrices de sus padres. Cuando por alguna razón sale de la casa familiar, deberá responsabilizarse de su propia vida y tendrá que ir creando sus propios criterios, reglamentos y tradiciones.
Quede, sin embargo, que la obediencia filial tiene sus limitaciones: si el hijo está persuadido en conciencia que es moralmente malo obedecer una orden, no debe hacerlo, porque "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres"

(Hech.5,29). Puede darse el caso de que en un hogar no haya una autoridad clara y definida al no estar los padres de acuerdo en ciertos puntos básicos. Eso es gravísimo. Los padres deben aprender a mandar orgánicamente porque de otra manera, los hijos, astutamente, escamotean la obediencia y se salen con la suya, no siempre para su bien.

La obediencia a los padres, cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre. Los niños deben obedecer a sus educadores, que son auxiliares de sus padres.

Cuando los hijos son mayores, deben prevenir los deseos de los padres, solicitar dócilmente sus consejos y recibir sus amonestaciones justificadas. En la vejez el hijo debe velar por sus padres. Triste cosa es visitar un asilo de ancianos: nadie los amó lo suficiente como para velar por ellos.


La vocación religiosa de los hijos.

Los vínculos familiares, aunque son muy importantes no son absolutos. Toda la educación cristiana recibida en la familia, es para que los hijos sigan a Jesús (Mt.16,25) ya que esa es la vocación básica del cristiano. Y puede llegar el momento en que el Señor llame a un hijo o a una hija a seguirlo en la virginidad consagrada, ya sea en el sacerdocio o en un instituto religioso.

Si esto sucede, debe considerarse como un privilegio excepcional y tanto los padres deber respetar dicho llamado, como el hijo responder afirmativamente y ser capaz de dejar todo por Dios. "El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí" (Mt. 10,37)

En familias aparentemente cristianas, el llamado de Dios a alguno de los hijos, es visto como un drama y los padres se encargan de ponerle al muchacho toda clase de obstáculos y hasta tentaciones para quitarle la idea. Ni se debe presionar al hijo a ingresar al seminario o al convento, ni está bien impedírselo egoístamente.


La obediencia civil.

El Cuarto Mandamiento regula también nuestras relaciones con aquellos que de parte de Dios han recibido una autoridad en la sociedad. Deberes de la Autoridad.

Toda autoridad es un servicio: "El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro esclavo" (Mt. 20,26).

Nadie puede ordenar o establecer lo que es contrario a la dignidad de las personas o de la ley natural. El tremendo peligro del poder político reside en la tentación de abusar de la autoridad en provecho propio. Ya Voltaire dijo "el poder corrompe y el poder absoluto, corrompe absolutamente". (2235)

En multitud de casos, la historia lo demuestra, los gobernantes han sido los peores enemigos del pueblo, causando sufrimientos indecibles.

La visión cristiana del hombre es garantía de un buen gobierno, pero cuando ideologías materialistas pervierten en su misma raíz el concepto fundamental del ser humano, se puede caer en absurdos como la "legalización" del aborto, el genocidio étnico, la proliferación de armas químicas o nucleares, etc...

El ejercicio de los derechos políticos, está destinado al bien común de la nación y de toda la, comunidad humana. (2237)


Deberes de los ciudadanos.

El Apóstol San Pedro, en su primera Carta nos exhorta: "Sed sumisos, a causa del Señor, a toda institución humana" (I Pe.2,13). San Pablo considera a los superiores como representantes de Dios. Pero la obediencia civil entraña el derecho y el deber de la justa crítica cuando las leyes o las personas conculcan los derechos del hombre. (2238)

Los ciudadanos deben colaborar con sus gobiernos en todo lo que contribuye al bien común, a la solidaridad y libertad. Gobierno y ciudadanos unidos deben velar por el bienestar de toda la ciudadanía. (2239)

Esta sumisión a la autoridad exige moralmente el pago de impuestos, sin los cuales no puede existir ninguna infraestructura. Igualmente el ciudadano está obligado a ejercer inteligentemente su derecho de voto. Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. La apatía política que conduce al abstencionismo, facilita los abusos del poder político. (2240)

Es fácil y hasta de moda, criticar a los gobernantes y sin embargo debemos orar por ellos según el consejo que San Pablo da a Timoteo: Recomiendo ante todo, que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los jefes de estado y de todos los gobernantes, para que podamos llevar una vida tranquila y de paz, con toda piedad y dignidad" (I Tim.1,2).

Sin embargo puede darse el caso de que llegue a ser una obligación en conciencia el rechazo a la obediencia y de resistencia civil cuando el gobierno, excediéndose en sus competencias, oprime a los ciudadanos. (2242)


CONCLUSIONES

¡Qué distinto sería nuestro pobre mundo si tan solo los humanos cumpliéramos este bendito Cuarto Mandamiento! ¡Cuántas injusticias, cuántas penas, cuántos desórdenes se suprimirían! ¡Qué vergüenza que Dios tenga que ordenarnos cosas tan obvias, tan elementales!

Veritatis Splendor o El Esplendor de la Verdad

El Santo Padre Juan Pablo II ha dirigido una Carta Encíclica a todos los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia.

Aunque esta Encíclica está especialmente dirigida a los Señores Obispos de todo el mundo, es una lectura verdaderamente deslumbradora para todo católico.

Trata especialmente de los 10 MANDAMIENTOS que contienen toda la ley natural.

Que no podemos hacer un mal para lograr un bien.
La diferencia entre el pecado mortal y el venial.
El problema del bien y del mal.
La urgente necesidad de formar nuestra conciencia en LA VERDAD.
La moral no depende del hombre, sino de Dios.
La ley de Dios, ¿limita la libertad del hombre?
La verdad sobre el hombre, su origen y su destino eterno.
El hombre que a menudo ya no sabe quién es, de dónde viene ni a donde va.


escrito por Dr. Don Rafael Gallardo García / R.P. Pedro Herrasti

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