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sábado, 9 de mayo de 2015

Los 10 mandamientos siguen vigentes (VI)

Sexto Mandamiento: Sin matrimonio, o fuera de él, el amor no es amor, es tan solo una ficción o caricatura

SEXTO MANDAMIENTO "No Fornicarás".

La sexualidad humana está íntimamente unida, por la misma biología, a la fecundidad y por eso los Mandamientos sexto y noveno, están estrechamente relacionados. A partir de los enunciados bíblicos de la ley de Dios, la Iglesia expone todo un tratado de la globalidad y la sexualidad humanas.

En el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica aparece el sexto mandamiento ampliamente tratado de los números 2331 al 2400 y el noveno de los números 2514 al 2533.

Evidentemente recomendamos su lectura y estudio atento. No podemos tener mejor referencia y enseñanza. En este artículo, inspirados en el Catecismo, exponemos lo siguiente:


LOS PROBLEMAS DE LA SEXUALIDAD HUMANA.

Con el mismo criterio, sagacidad y penetración con que Jesucristo trató el Quinto Mandamiento, trató el Sexto.

Advertimos en su oportunidad que en el Sermón de la Montaña, queriendo llevar la Ley a su perfeccionamiento, Cristo propuso el control y el dominio de las causas y raíces que llevan a la transgresión de los Mandamientos divinos.

Conocemos su clásica contraposición: "Se dijo a los antiguos, mas Yo os digo..." ¡Y nos adentró en las motivaciones originarias de la conducta humana!

Respecto al Sexto Mandamiento, recordemos que se expresó así: "Se dijo a los antepasados no cometerás adulterio. Ahora Yo os digo que, quien mira con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su corazón" (Mt.5, 27-28)

El Señor Jesús nos advierte con toda claridad dos causas u ocasiones bien conexas que pueden llevar al pecado sexual: las miradas y los malos deseos.

1. Las miradas:

Para Jesús la pureza del corazón y la pureza de la persona están en relación con los ojos: "Los limpios de corazón verán a Dios" (Mt.5, 8). "La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuánta será tu tiniebla! (Mt.6, 22-23).

Para el mundo y para todos sus innumerables consumidores, ¡cuánta importancia tiene lo visual! Se vende lo que se exhibe, lo que se ve, lo que se muestra. La mirada insaciable del hombre se posa en revistas, pósters, videos, propagandas, cine, TV, artes plásticas, modas (más de desvestidos que de vestidos), concursos y certámenes de fuerte contenido óptico y sensual. La pornografía conquista, cada día más, todo lo que cae bajo la mirada humana.

2. Los malos deseos:

Abriéndose paso desde lo muy sensible, pasando por lo sensual para desembocar casi siempre en lo descaradamente sexual, el recorrido humano queda así irremediablemente trazado.

Todo el arte, el juego o el comercio de la pornografía o del erotismo, consiste en excitar la mirada y encender los deseos más íntimos. ¡Se busca propasar la excitación a la fantasía, para exacerbar y violentar el deseo, y entonces, con las drogas o fuertes estimulantes, atrofiar a destrozar lo humano, para que quede solo la animalidad, en su expresión más bestial...

A la combinación de estos dos elementos, los moralistas han llamado "concupiscencia" que el lenguaje moderno parece condensarlos en el consabido "sex appeal" o sea "atracción sexual".

Con razón Cristo es el Salvador del hombre. Su clara indicación nos señala nuestra salvación o nuestra perdición. ¡Sólo con Cristo el hombre es más humano!


LA GRAN BATALLA: PUREZA VS. IMPUREZA

1. La Pureza.

El Nuevo Catecismo dice en su número 2336: "La Tradición de la Iglesia ha entendido el Sexto Mandamiento corno referido a la globalidad de la sexualidad humana". Esto es que no se refiere únicamente al problema de un posible adulterio (Noveno Mandamiento) sino a la complejidad y amplitud de la problemática sexual de la especie humana.

Por ello dediquemos mayor atención a la Pureza y la Impureza, para poner más claramente lo entendido en la moral Católica.

La Pureza es la virtud que positivamente nos inculca el Sexto Mandamiento. Se compone de varios elementos que ordenan, controlan y santifican a la persona en el ejercicio de la sensualidad.

La Pureza comprende pensamientos, palabras u obras que proceden de un corazón limpio. Quienes practican la pureza, son reconocidos por la transparencia de sus intenciones, por la sencillez de sus palabras y por la tranquilidad de sus acciones.

Elementos de esta hermosa y apreciada virtud cristiana, son la vergüenza, la honestidad, la modestia, el recato y el pudor. El Catecismo Católico nos describe magníficamente lo que es el pudor en los números 2521 al 2524:

- "La pureza exige el PUDOR".Este es parte integrante de la Templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está orientado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y, los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas.
- "El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El pudor es modestia inspira a la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad mal sana; se convierte en discreción".
- "Existe un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. Este pudor rechaza, por ejemplo, los exhibicionismo del cuerpo humano propios de cierta publicidad o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda confidencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y la presión de las ideologías predominantes".
- "Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra. Sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia del hombre. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a los niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana".

Evidentemente en nuestra sociedad actual hace falta reaccionar en contra del ambiente general y recuperar el pudor que nos, salvará de la impureza.

2. La impureza.

El Sexto Mandamiento prohibe explícitamente los actos impuros, pero implícitamente abarca todo lo que los produce y origina, como son también los pensamientos y las palabras impuras,

Los "malos pensamientos" o los "malos deseos" son un extenso campo de la impureza si son consentidos. Con cierta relación a ellos dijo el Señor:" lo que viene de adentro es lo que mancha al hombre".

Los "cuentos colorados", las "pesadeces" y vulgaridades, llenan ese campo de malas palabras impuras, provocadas por pensamientos sucios. A veces se quiere hacer de ellas un lenguaje "florido". Lo sería con ingenio, pero no con morbosidad.

Sería prácticamente imposible señalar la infinita variedad de actos impuros o deshonestos, pero todos sin excepción están necesariamente ligados al mal uso de la sensualidad y son un desorden en sí mismos:

- La vista: modas, pornografía, espectáculos, etc.
- El oído: Pláticas excitantes, consejos perversos, enseñanzas corruptas, canciones eróticas...
- El olfato: Sutilmente asocia y excita el morbo con aromas que la publicidad hace aparecer como afrodisíacos.
- El Gusto: Hay comidas y bebidas que son tomadas como afrodisíacos. Y cuántos, "para darse valor y deshinibirse", abusan, del alcohol.
- El tacto: El más peligroso de los sentidos, La piel toda y en especial las partes erógenas, exacerban la sensibilidad y la vuelven frenética pervirtiendo absolutamente la sexualidad.

Combinando y desatando la fantasía y el ánimo al servicio de la concupiscencia y el placer, se producen toda esa clase de actos impuros, cuyos autores, dice San Pablo, "no poseerán el Reino de Dios". Por contraste, Jesús el Señor ha prometido que "los limpios de corazón, verán a Dios".


LA CARIDAD Y LA CASTIDAD.

Estas dos palabras se asemejan escritas o habladas. Y lo más interesante es que vívidas, se relacionan mucho y se fortalecen mutuamente. En la moral cristiana es muy importante presentar la virtud de la castidad como contrapuesta al vicio de la fornicación, de manera que al entender lo que el Mandamiento prohibe, se entienda automáticamente lo que ordena.

Las prohibiciones del Decálogo no son limitaciones sino estupendas lecciones básicas de moral.

De ahí que la visión cristiana no solamente contrapone la castidad a la fornicación, sino que la relaciona positivamente con la caridad y la caridad es sinónimo del amor. Cuando en el Evangelio se habla de caridad, se está hablando del amor; son exactamente la misma cosa. Así que el amor cristiano, el verdadero, solo puede ser casto.

Tomemos de esto tres aplicaciones:

1. El noviazgo auténtico, aunque sea a largo plazo, está ordenando al matrimonio. Otra clase de noviazgos no pasan de ser relaciones ficticias que navegan entre lo sentimentaloide y lo erótico y no merecen el nombre de noviazgo.
La Iglesia considera como lo más importante de la preparación al matrimonio, la etapa en que los jóvenes descubren que su amor los ha hecho madurar y están dispuestos a prometerse un amor para siempre y total. Por eso se llaman "prometidos".
Como aún no lo establecen definitivamente por el matrimonio, su estado de novios debe caracterizarse por la virginidad y la continencia. Esta es para ellos la mejor prueba de su amor, porque los ejercita en la fidelidad y en el autodominio pasional, tan necesarios en la vida conyugal.
Cuando el noviazgo degenera en relaciones eróticas, como vemos que sucede por desgracia entre nuestros jóvenes, a plena luz del día, es inevitable el llegar a los actos sexuales completos, que destruyen y frustran el noviazgo y provocan esos "embarazos no deseados" (¡Hicieron todo lo necesario para el embarazo y luego se sorprenden!).
Es el fracaso del amor, dolorosa experiencia causa de mil problemas de tipo familiar y social y causa del rechazo del hijo engendrado, contemplado como un enemigo, como un intruso. Así puede llegarse hasta el asesinato del niño por el aborto. Es el fracaso de la paternidad: cambiaron la castidad por la aventura pecaminosa, provocaron el drama, ahogaron el amor verdadero. Abandonaron la esperanza, la ilusión... ¡y el amor de Dios!

2. El amor normal entre cristianos, casto, correcto, santo solo se realiza, se expresa, culmina y se vive en el matrimonio válido y debidamente contraído. Sin matrimonio o fuera de él, ni el amor es amor, ni las relaciones son castas. Es tan solo una ficción, remedo o caricatura.
Constituye según la moral cristiana un pecado contra la castidad, cuya base y raíz es la tutela del matrimonio. Sexo fuera del matrimonio es fornicación.
La castidad matrimonial es tan noble y grandiosa que el mismo ejercicio de las relaciones maritales perfecciona el amor y santifica a los cónyuges. Haciendo el amor se hacen santos.

3. El amor libre, como estado habitual... Mucho habría que decir sobre este, terrible y extendido pecado actual en el que se mancilla y se hace burla pública del sacrosanto "sacramento" matrimonial. Las parejas que viven "libremente" sin "matrimonio" y declaran que no es un "papel o una obligación" impuesta por leyes lo que los "ata", sino solo su libre voluntad, son peormente esclavos de una pasión, que llaman "amor" y son pésimos villanos, cuando se "desatan" por el abandono de los hijos o de la persona que ya había hecho el don de sí misma... ¡Más que amor libre, es amor violento!


LOS DESORDENES SEXUALES.

Por su estrecha relación, así como la vida es sagrada, también el sexo es sagrado. Como la Vida, el sexo se debe aceptar, controlar, respetar, disfrutar, ordenar. Es un gran don de Dios que conlleva derechos y obligaciones.

1. Desorden Biológico.

El sexo es para la vida su vehículo natural. Más se aprecia una, más debe apreciarse el otro. Es algo vital y natural. No se puede ignorar ni suprimir: se tiene, se lleva, se ordena.
Mal hicieron algunos ascetas antiguos en mutilarse físicamente: la Iglesia los ha desaprobado. Mal hacen los que actualmente se imponen penitencia que impiden o desvían el desarrollo natural de la sexualidad, física o afectiva. Tanto la virilidad, como la femineidad, son expresiones naturales en el ser humano.
Por lo tanto la masturbación es un grave desorden sexual, como lo enseña la Iglesia Católica en una tradición constante afirmada en el Catecismo Católico Num. 2352: "La masturbación es la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo ... fuera de las relaciones conyugales normales y contradice su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine". Así el goce sexual es buscado al margen de la "relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero".
Un desorden biológico de peores consecuencias es la homosexualidad, o sea las relaciones con personas del mismo sexo, que se da entre hombres o entre mujeres. En este segundo caso también recibe el nombre de lesbianismo. No es nada nuevo en la humanidad y ya en la Sagrada Escritura está claramente condenado (Gén. 19,1 -29; Rom.1, 24-27; I Cor.6,10; 1 Tim.1,10).
Por eso la Tradición Católica siempre ha declarado que: "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados". Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. Nuestro tiempo ha venido a demostrar que es el pecado sexual que más caro se paga.

2. Desorden sociológico.

Siendo el sexo un instrumento de gran valor para la existencia misma de la sociedad, el pecado lo ha exacerbado y desaforado. Ha vuelto anormal lo que debiera ser normal. Debiendo conservar como principios, el valor original de la sexualidad; su belleza y perfección funcional para la conservación de la especie; el respeto a la persona; la nobleza de la amistad y el encanto de la modestia; la sociedad actual en cambio ha llevado el pan-sexualismo a extremos fatales pues en todas las manifestaciones sociales -hasta en la sopa- encontrarnos al sexo contaminado, rebajado, prostituido.
El grave desorden biológico de la homosexualidad ha llegado a ser un auténtico desorden social: los "gays" y las lesbianas exigen derechos socio-políticos que de ninguna manera les corresponden y han sido los propagadores del nuevo flagelo de la humanidad: el SIDA. Millones de personas, homosexuales y heterosexuales han sido ya contagiadas y están por tanto condenadas a muerte.
Se habla igualmente "del oficio más antiguo del mundo", la prostitución, como de lo más natural y hasta en broma, pero no podemos menos que considerarlo como un gravísimo desorden social que somete a millones de mujeres y hasta niños a una esclavitud denigrante que termina en la muerte. El mercado del sexo es sencillamente criminal.

El mercado del sexo en el mundo:

- En Nepal han vendido 7,000 adolescentes a los burdeles de Bombay.
- En Brasil 25,000 chicas han sido llevadas como prostitutas a los campos mineros remotos.
- 100,000 hombres alemanes van cada año a Tailandia en "sex tours".
- En Tailandia existen 2 millones de prostitutas.
- Se calcula que desde los años 70's, se han vendido 30 millones de mujeres,
- En Alemania hay 200,000 prostitutas, de las cuales la cuarta parte provienen del bloque del Este.
- Han sido raptadas 200,000 bangladesas para venderlas en Pakistán.
DATOS TOMADOS DE LA REVISTA TIME, JUNIO 21 DE 1993.

3. Desorden Teológico.

Por más que se han hecho para desviar la finalidad del sexo o de la sexualidad humana del orden querido y establecido por Dios, nadie puede negar sus finalidades propias e intrínsecas. En la propia naturaleza del acto sexual y como consecuencias necesarias, quedan inseparablemente unidos el gozo mutuo y la función generativa. De ellos podemos decir también: "lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre".
Por eso, no la Iglesia, sino la propia Ley Natural o la Ley de Dios, es la que prohibe todos los métodos artificiales de anti-concepción; con mucho ingenio se busca obtener del acto sexual tan solo el aspecto placentero, evitando cuidadosamente el aspecto procreativo, que llega a verse como todo un peligro.
Píldoras, dispositivos intrauterinos, operaciones tanto del hombre como de la mujer, mutilaciones y esterilizaciones de órganos sanos, preservativos, etc., deben ser siempre considerados como atentados contra la vida propia y de la prole. Han sido precisamente los anticonceptivos los causantes de tantas degeneraciones y desórdenes sexuales, al privar al sexo de su sagrada función generativa.
No menos atentatoria contra el derecho humano y divino es la violación sexual, invasión injusta y violenta de la intimidad de una persona, hecho criminal que destruye física y psicológicamente a una mujer y que compromete tal vez la vida de un niño.
Todo este desquiciamiento de la sexualidad humana, llega a su colmo cuando a pesar de todo, una mujer resulta embarazada. Entonces el niño es considerado como un intruso y se recurre al aborto, que es simplemente el asesinato de la criatura más indefensa que pueda haber y la más inocente.
Del sexto Mandamiento, caemos al quinto: No Matarás. Parece increíble que no haya habido guerra en el mundo que haya causado más muertes que el aborto, resultado de la violación del Mandamiento: No Fornicarás.
La fornicación pervierte absolutamente el maravilloso plan divino para la sexualidad humana, concedida para la felicidad y el bien del hombre y de la mujer. Como todo don de Dios hay que apreciarlo, agradecerlo y respetarlo. Para el cristiano es ciertamente camino de santificación.


El DECALOGO Y LA LEY NATURAL

La palabra DECALOGO significa literalmente "diez palabras". Estas diez palabras Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa, pertenecen a la revelación que Dios hace de sí mismo y de su gloria (2059).

Aunque accesibles a la sola razón, los preceptos del Decálogo han sido revelados. Para alcanzar un conocimiento completo y cierto de las exigencias de la ley natural, la humanidad pecadora necesitaba de esta revelación (2071).

La Obligación del Decálogo

Los 10 Mandamientos, por expresar los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia el prójimo, revelan en su contenido primordial obligaciones graves, son básicamente inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes; nadie podría dispensar de ellos. Los 10 Mandamientos están grabados por Dios en el corazón humano (2072).


escrito por Dr. Don Rafael Gallardo García / R.P. Pedro Herrasti

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