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domingo, 21 de junio de 2009

¿Por qué tenían tanto miedo?

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (Mc 4,35-41)

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla del lago". Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas. De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: "¿Maestro, no te importa que nos hundamos?" El se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: "¡Cállate, enmudece!" Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: "¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?" Todos se quedaron' espantados y se decían unos a otros: "¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?".

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Desde tiempos antiguos, las fuerzas de la naturaleza que estaban lejos del alcance del ser humano eran vistas como algo sobrenatural. Fue así que distintas civilizaciones de tiempos remotos veían al sol, la luna, al fuego, al mar y al viento como deidades a las que les rendían culto.

En este pasaje de las Sagradas Escrituras, Jesús da una nueva prueba de que Él es Dios: no solo tiene el poder de devolver a los muertos a la vida, curar enfermos y expulsar demonios, Él es capaz de hasta dar órdenes al mar y al viento y ser obedecido de inmediato.

Sus amigos, los apóstoles que Él había elgido, estaban desconcertados porque nunca habían visto tanta ajestuosidad y divinidad en un hombre. A pesar de haberlo estado siguiendo por todos lados durante casi tres años, les llevó tiempo entender quien era Jesús.

Jesús los termina reprendiendo por su falta de fe.

A cualquiera de nosotros nos pasa que en más de una oportunidad, nos toca atravesar ciertas tormentas en esta vida. Son esos momentos difíciles que pueden resultar hasta situaciones límites de todo tipo, en donde se ponen a prueba la fe y el temple que cada uno tiene para superar esos trances.

Si somos personas de fe, en esos momentos de zozobra es cuando más tenemos que aferrarnos a Dios y confiarnos a Él. Son esas situaciones en que los ánimos pueden desfallecer y es cuando titubea la fe. Las personas dque tienen fe suelen levantar su voz protestando contra Dios porque,como sucede en este episodio, sienten que se desentiende de sus problemas.

No es así, Él siempre está.

Dios tiene poder por sobre toda tempestad que pueda desatarse sobre la vida. Solo basta tener que tener la humildad de reconocer las propias limitaciones y abandonarse con fe a Dios.

Dios respeta nuestra libertad siempre y está esperando que uno lo busque para abrazarlo con su Infinito Amor. Es cuestión de animarse, de no dejarse marear por la adversidad y dejar que Dios sea Dios en la vida de cada uno de nosotros

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