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jueves, 8 de octubre de 2009

Para reflexionar a partir del Padrenuestro (5º parte)

HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

La voluntad de Dios y el reino de Dios se mencionan a continuación inmediata en el Padrenuestro. Cuando se hace la voluntad de Dios, entonces se ve claramente que significa “el Reino de Dios”. Cuando se hace lo que Dios quiere, entonces puede desarrollarse el bien que tiene preparado.

Pedir que se haga su voluntad, es pedir a Dios que realice pronto el plan misterioso y misericordioso, preestablecido desde toda la eternidad, para la salvación de los hombres, ordenando todas las cosas en Cristo: las del cielo y las de la tierra.

Este plan, que se realizará plenamente al fin del mundo, ahora – en la vida temporal - exige que cada cual acepte las disposiciones divinas que lo afectan en total sumisión y disponibilidad.

Por eso Jesús nos hace decir: “hágase tu voluntad” después de las peticiones anteriores. Porque primero tenemos que tomar conciencia de que hacemos la voluntad de un Padre que nos ama, tal como lo hemos mostrado anteriormente. Un Padre que nos ama y sabe lo que a nosotros nos conviene, aunque a veces sea muy duro decir: “hágase tu voluntad”.

Al mismo Jesús, en Getsemaní, decir: “ no se haga mi voluntad sino la tuya”, le costó sudar lágrimas de sangre. La cruz, como a Cristo, da miedo, pesa, cuesta sobrellevarla; pero nos consuela saber que Él pasó lo mismo, que nuestra debilidad está sostenida por Él.

Pero, a menudo, no es fácil decir cuál es la voluntad de Dios en cada una de las situaciones de nuestra vida. ¿Cómo podemos orientarnos para conocer y cumplir la voluntad de Dios?.

Ante todo tenemos que considerar que es voluntad de Dios, el orden natural por Él establecido. Por eso no podemos exigirnos cosas que vayan en contra de nuestra condición humana.

La voluntad de Dios se expresa también a través de lo que se llama la “revelación”, actualmente confiada al magisterio de la Iglesia. Principalmente en la Biblia hay consejos, recomendaciones, mandamientos y leyes que nos orientan. Entre ellos los 10 Mandamientos que Dios entregó a Moisés en el Monte Sinaí.

Pero Jesús es la síntesis de la voluntad de Dios que se lee claramente tanto en sus enseñanzas, como en su vida y su muerte. Jesús dio una nueva interpretación de cómo hay que entender los Mandamientos. Testimonio de ello es el Sermón de la Montaña. La interpretación dada por Jesús fue tan insólita, que los doctores de la ley se alzaron en contra suya.

Las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña son una “lista” de instrucciones y orientaciones para la vida cristiana. En ella se promete la salvación, es decir, el Reino de Dios, a personas que obran de manera muy distinta a como suele obrarse. Con ello Jesús pronuncia un “sí” de aceptación y aprueba precisamente la vida de los que son pobres, impotentes, de los que no tienen éxito aparente, de los que padecen por la falta de consideración y por el orden que ejercen otras personas, y que no obstante, no desesperan de Dios ni de sus semejantes.

En el mundo hay cosas agradables y otras tristes y horribles, cuando la gente ve cosas buenas, las tiene por naturales. Pero cuando encuentra tristeza y dolor, se inclina a acusar a Dios y preguntar: ¿Cómo permite Dios esas cosas?.

Los cristianos sabemos que Dios tiene el mundo en sus manos y que lo encauza hacia su Reino a pesar de las desgracias y calamidades. Dios no quiere el sufrimiento y no quiere la desgracia. Tan es así que envía a su Hijo para darnos felicidad, salvación y vida; pero el medio es la cruz.

Jesús llega con el mensaje del Dios Padre que nos ama y por proclamar este mensaje recibe odio y tiene que morir. Para nosotros esto significa: así somos los hombres y así es Dios, Dios recorre con nosotros este camino. El comparte el destino de este mundo. Dios recorre, junto a los que sufren, el camino a través de la noche oscura de la vida.

Si somos cristianos auténticos tendremos fe

Nuestro mundo.

Dar un ejemplo concreto de reacción frente a una situación límite, evaluando el por qué.

JUZGAR:

Leamos:
Mateo 26, 36 al 39
Hebreos 10, 32 al 39
2da. Corintios4, 16 al 18, y 5,1

Reflexionando sobre estos textos, ¿cómo debo aceptar la voluntad de Dios?

ACTUAR:

¿ Cómo voy a afrontar aquello que no se da conforme a mis planes?.

¿ A quién voy a ayudar para que comprenda que Dios no quiere nuestro sufrimiento sino nuestra salvación, es decir, nuestra eterna felicidad?.

COMPROMISO

Priorizo para esta semana un pasito concreto y sencillo para evaluar de crecimiento en mi relación con Dios.

(fuente: www.accioncatolica.org.ar)

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