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viernes, 9 de octubre de 2009

Para reflexionar a partir del Padrenuestro (7º parte)

“PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN”

Nos hacemos “deudores” de Dios cuando obstaculizamos sus planes, que El no quiere llevar a cabo sin nosotros, y nos hacemos, también, deudores de nuestros semejantes, porque tienen que padecer el mal que hemos originado. Los “deudores”, es decir los “culpables”, lo único que puede hacer es pedir perdón y luego, si es posible , resarcir sus culpas.

Pero, ¿Quién admite de buena gana que ha hecho algo que no estaba bien?. ¿Por qué cuesta tanto perdonar de corazón a otros?.

“La culpa es tuya”. Este es un reproche que se oye a diario . Aunque tengamos buena voluntad y no tramemos nada malo, hay algunas cosas que se nos escapan de la mano, perdemos el control de ellas y originamos daños. Estas culpas, unas pequeñas y otras grandes, se van acumulando y se convierten en una carga.

Hay culpas que permanecen y pueden dejar huellas permanentes, tanto en quien las produce como en quien las padece. Quien ha cargado sobre sí una culpa de la que no puede deshacerse, no tiene más remedio que pedir a otra persona que lo ayude.

Perdonar la culpa es un acto divino gratuito; se debe a la bondad de Dios, nuestro Padre. Del Dios que Jesús “ha dado a conocer”. Quien ha experimentado que Dios es misericordioso, aquel que ha sido perdonado no podrá menos que perdonar a su vez.

No es lo mismo olvidar que perdonar. Es imposible para los hombres olvidar un daño muy grande, porque es una cicatriz que permanece. En el alma también quedan cicatrices; pero que haya cicatrices no quiere decir que no se perdone.

Si no hay perdón, el odio es como el óxido que lentamente corroe y termina por destruir. Si odiamos, no se perjudica el que odiamos, sino nosotros mismos.

Pero Jesús nos dijo algo más serio, nos hace pedir al Padre el mismo perdón que nosotros tenemos para los demás. La medida del perdón que Dios tiene para con nosotros, se la damos nosotros mismos, y esto es para pensarlo.

Decíamos en reflexiones anteriores, que no tendremos paz, si no nos sentimos conocidos y amados, y esto es lo más lindo que tiene la fe, porque sabemos que Dios nos ama aunque nos conoce de verdad.

Cuando Cristo encontró a Pedro y éste empezó a seguirlo, un día cayó de rodillas diciéndole: “Señor, apártate de mí porque soy un pecador”; pero Jesús sabía muy bien cómo era él, y a pesar de sus debilidades lo llamó, porque sabía que a través de él , y precisamente por eso, podía hacer muchas cosas. A Dios no le interesa el punto de partida, sino el de llegada. El siempre nos perdona .

Jesús ahuyentó a los que acusaban a la mujer adúltera, que se quedó sola ante Él y experimentó su perdón, aunque Cristo le demostró que sabía como era ella. Esa mujer “rechazada” se encontró con quien le sacó la culpa y la alentó para que comenzara una vida nueva.

En la parábola del hijo pródigo, Jesús nos hizo ver como Dios recibe con los brazos abiertos a quien ha sido culpable y le vuelve a hacer heredero suyo, aunque el hijo haya perdido todos los derechos a ser aceptado otra vez.

Si nosotros no tenemos capacidad de soportar nuestra miseria bajo la mirada de Dios, no sabemos lo que es ser cristianos. La buena noticia es esa. Nosotros somos los peores jueces de nosotros mismos y el gran error humano es creer que Dios es como nosotros. El “no juzgar” tiene que empezar por nosotros mismos.

A veces la autoafirmación delante de los demás, no es otra cosa que querer tapar un murmullo muy hondo, pero que nos ahoga, y nos dice de todo sobre nosotros.

Por eso, ¡qué profunda paz, qué distensión le da al corazón, a pesar de saber la verdad de nuestro ser, no ignorando lo que somos, sentirnos amados y con posibilidades!!.

VER: Mi persona:

¿Reconozco mis “deudas?
Ante ellas, ¿cuál es mi actitud?
¿Cuál es mi relación habitual frente a las “deudas” ajenas?.
¿Puedo perdonar o soy propensa a odiar?.

Nuestro mundo:

En mi ambiente, ¿se tiende a perdonar o por el contrario, predomina el rencor?. Citar un ejemplo.

JUZGAR:

Leamos: Mateo 18, 21 al 35.
De acuerdo a este texto, ¿Cuál debe ser nuestra actitud?.

ACTUAR:

Al tomar conciencia de que el perdón es la dimensión suprema del amor, ¿qué actitud voy a mejorar o cambiar?.

¿Qué puedo hacer para que alguien que no perdona descubra el valor del perdón y cicatrice su herida?.

COMPROMISO

Priorizo para esta semana un pasito concreto y sencillo para evaluar de crecimiento en mi relación con Dios.

(fuente: www.accioncatolica.org.ar)

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