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domingo, 11 de octubre de 2009

"¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!"

Lectura del santo Evangelio según San Marcos (Mc 10, 17-30)

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante El y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre". Entonces él le contestó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme". Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!"

Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: "Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios". Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: "Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible".

Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte". Jesús le respondió: "Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna".

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Jesús es un Maestro exigente para con quienes queremos seguirlo. Siempre.

En este episodio evangélico, vemos a un joven que seguramente estaba impactado por la prédica de Jesús e, inquieto, quiso ir por más para asegurarse un lugar en el Reino de los Cielos. El Dios Hijo lo miró con amor y le pidió que se desprenda de sus riquezas y que lo siga. Lamentablemente, el joven se sintió apesadumbrado por la nueva exigencia de Jesús y, en vez de elegir hacerse su discípulo, optó por marcharse. Fue ahí entonces que Nuestro Señor se aflige por cómo aquel muchacho prefirió seguir apegado a sus riquezas.

Este pasaje suele ser interpretado como que Jesús condena anticipadamente a las personas que poseen una situación socioeconómica acomodada en esta vida. Pero no, Él apunta más allá.
Pero también es un Maestro que se compromete con sus discípulos y los anima a seguirlo.

Todos los seres humanos podemos atesorar cosas en esta vida que nos pueden alejar de Dios. No es malo tener bienes en este mundo, lo malo es que pongamos mucho más empeño para conseguirlos y mantenerlos que en ir creciendo en la relación personal con Dios. En este caso particular, Jesús llama "rico" a aquellas personas que tienen depositada su confianza en las cosas de este mundo más que en Dios mismo.

Muchas veces puede pasarnos a nosotros que estamos mucho más aferrados a una o varios relaciones afectivas, a un estudio, a un título, a una posición social, a un trabajo, a un cargo, a determinados bienes materiales. Todas cosas que, al final de este vida, resultarán pasajeras porque ninguna de ellas nos llevaremos con nosotros cuando nos toque morir. Nada tiene que ver con un desprecio a los lazos familiares, sino que Él nos invita a poner cada cosa en su lugar. Solo Dios basta. A eso se refiere Jesucristo cuando dice que toda aquella persona que deje un familiar, una casa o lo que fuere por Él será debidamente recompensado.

Le pidamos a Él la Sabiduría para saber analizarnos y discernir cuáles son esas "riquezas" por las que relego a Dios del centro de nuestras vidas. ¡Ánimos!

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