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sábado, 10 de octubre de 2009

Para reflexionar a partir del Padrenuestro (10º parte)

La Iglesia quiso sellar la oración que nos enseñó Jesús con la palabra “Amén” , que contiene un hondo significado. Podemos decir que esta expresión es su fin, no sólo como terminación, sino también como objetivo a lograr.

Amén quiere decir algo más que un simple “así sea”. Implica la aceptación total de su contenido, de todo lo que hemos reflexionado previamente. Expresa una actitud filial de amor y confianza plena; el reconocimiento de la grandeza de Dios y la necesidad de comunicarlo a los demás. Significa que estamos dispuestos a participar de su proyecto más importante, la construcción del Reino, a través de nuestra vida cotidiana y por la trascendencia de nuestros actos, procurando interpretar su voluntad con confiada esperanza.

Nuestro “amén” quiere decir que conocemos la diversidad y profundidad del hambre humana y la necesidad de tener en cuenta cada una de ellas, hoy y cada día. Revela que sabemos que el perdón es la dimensión suprema del amor; que la tentación, más que un hecho, es una permanente vigilancia; y que reconocemos el mal, sabiendo que sólo la verdad nos hará libres.

Por sobre todo esto, nuestro “amén” tiene mucho que ver con la actitud de un niño llevado en brazos de una madre; con el abandono y la confianza en Dios.

Así como el primer mandamiento encierra a todos los demás, las dos primeras palabras “Padre nuestro” también dan sentido a las siguientes. Si unimos la primera y la última: “Padre” y “amén”, es como si hiciéramos un acto de fe, basado en la certeza del amor que Dios nos tiene como Padre.

Para abandonarse en Dios hay que corresponder a ese amor amándolo por sobre todas las cosas y más que a sí mismo. Si caminamos por la vida seguros de que Dios es nuestro Padre que nos ama, veremos todo bajo la luz de un prisma diferente.

Nuestro “amén” implicará la actitud de confianza y docilidad de María, al vivir la vida de todos los días guardando como ella las cosas en el corazón, las cosas que no se entienden, las dolorosas. Sabiendo transitar momentos alegres y momentos tristes, momentos de compañía y momentos de soledad. Pero siempre confiando, como decía Pablo: “ Yo sé bien en quien tengo puesta mi fe” (Tim. 1,12). Puede ser importante que nunca pierda la conciencia de quién me lleva.

(fuente: www.accioncatolica.org.ar)

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