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domingo, 9 de mayo de 2010

"La paz les dejo, mi paz les doy"

Lectura del Santo Evangelio según san Juan (Jn 14, 23-29)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto Yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: Me voy, pero volveré a su lado'. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que Yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean".

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

El Misterio de la Santísima Trinidad se nos enseña desde los conocimientos iniciales para la Primera Comunión. ¿Se recuerdan como nos enseñaron? Es el misterio de un solo Dios en tres Personas. Y nos recalcaban que no eran tres dioses, sino uno solo, pero que sí eran tres Personas y un solo Dios.

Ahora bien, esa verdad de fe, ese gran misterio, tan importante pues se refiere a la esencia misma de Dios ¿qué influencia tiene para nuestra vida? Porque, comprenderlo no podemos. ¿Recuerdan que eso también se nos enseñaba? Entonces ¿cómo aplicar a nuestra vida diaria de cristianos eso de que Dios es Uno en Tres Personas?

Este gran misterio al cual no nos es posible acceder porque nuestra limitada capacidad intelectual no es suficiente para comprender verdades infinitas como son las verdades de Dios, es -sin embargo- de gran significación para nuestra vida espiritual.

Pero ¿cómo podemos, entonces, vivir este misterio? Mientras alcancemos a ver a Dios tal cual es, mientras lleguemos a la Jerusalén Celestial, en la cual estaremos en Dios y El en nosotros (cf. Ap. 21, 10-23), Jesús nos ha ofrecido una presencia interior de la Santísima Trinidad al decirnos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada” (Jn. 14, 23-29).

Quiere decir que aquí en la tierra somos llamados a participar de la vida de Dios Trinitario de una manera velada, no plena, pero en el Cielo podremos vivirlo a plenitud, porque veremos a Dios tal cual es.

En efecto, nuestro fin último es la unión para siempre con Dios en el Cielo. Pero desde aquí en la tierra podemos comenzar a estar unidos a la Santísima Trinidad y a ser habitados por ésta, pues Jesucristo nos lo ha prometido.

Por la Sagrada Escritura podemos deducir cómo puede darse la maravilla que es la inhabitación de la Santísima Trinidad en nosotros: el Espíritu Santo va realizando su obra de santificación, la cual consiste en irnos haciendo semejantes al Hijo. Para eso hay que dejar al Espíritu Santo obrar en nosotros, por lo que debemos ser perceptivos y también dóciles a sus inspiraciones, que siempre nos llevan a buscar y cumplir la Voluntad de Dios.

El Hijo, entonces, si El quiere, nos lleva al Padre. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquéllos a quienes el Hijo se los quiera dar a conocer” (Mt. 11, 27). Cabe preguntarnos, entonces, ¿cuándo será que Jesús nos quiere dar a conocer el Padre? Es justamente lo que nos ha dicho: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada”. Es decir, Jesús nos llevará al Padre cuando vayamos respondiendo a la condición que El nos pide: amarlo, cumpliendo la Voluntad de Dios.

Sólo así podremos vivir desde la tierra este misterio de la unión de nosotros con Dios y de nosotros entre sí, tal como el Hijo rogó al Padre antes de su Pasión y Muerte: “Que sean uno como Tú y Yo somos uno. Así seré Yo en ellos y Tú en Mí, y alcanzarán la perfección de esta unidad” (Jn. 17, 21-23).

Que al meditar la profundidad del Misterio Trinitario, podamos vivir lo que repetimos al comienzo de la Misa: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos nosotros. Y podamos también comenzar a vivir la unión de nosotros con la Santísima Trinidad y de nosotros entre sí.

(fuente: www.homilia.org)

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