(Este momento es muy importante y conviene que se le dé la duración necesaria, ya que en él salen a relucir las inquietudes de cada miembro de la familia).
• ¿Cómo guardas el ayuno?
• ¿Cómo guardas la abstinencia?
• ¿Alguna vez te has quedado sin comer por una causa buena?
2. Dios también dialoga con nosotros
(En este momento estamos atentos a lo que Dios nos dice; es conveniente guardar un momento de silencio después de leer el texto, para meditarlo).
De Isaías profeta (58, 6-7): Este es el ayuno que yo amo ¬–oráculo del Señor–: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.
3. Para reflexionar juntos
El mandato
Los católicos tenemos cinco mandamientos de la Santa Madre Iglesia que antes aprendíamos de memoria en el Catecismo; uno de ellos, el cuarto, dice: “Ayunar y guardar abstinencia cuando lo manda la Iglesia”.
El Ayuno está mandado solamente para dos días: el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Obliga a los mayores de dieciocho años y menores de cincuenta y nueve; pero la Iglesia permite tomar ligeros alimentos tres veces al día. ¿Eso es ayuno?
La abstinencia obliga desde los catorce años y está mandada para el Miércoles de Ceniza y para todos los viernes de Cuaresma, pero se permite cambiarla por un acto de caridad o de piedad significativo, exceptuando el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. ¡Qué fácil! Por cierto, la abstinencia consiste en no comer carnes, tampoco de pollo. El pescado se permite porque se suponía que era un alimento al alcance de los pobres, que no tienía más que ir al mar o al río a pescarlo.
También hay un ayuno Eucarístico que consiste en abstenernos de comer una hora antes de recibir la santa Comunión. Ni el ayuno ni la abstinencia obligan a los enfermos.
El cumplimiento del mandato
Es bueno ser obediente y los católicos debemos cumplir con esta ley de la Iglesia, pero no podemos conformarnos con el solo cumplimiento frío de la ley. El ayuno y la abstinencia tienen otros sentidos:
Es la oportunidad de dar testimonio. En un tiempo en el que se ve mal que uno sea católico, el ayuno y la abstinencia son la oportunidad de confesar valientemente que lo somos. “Hoy no como carne porque soy católico”.
El ayuno eleva nuestro espíritu porque nos permite cultivar la templanza, al abstenernos de algo que nos gusta para demostrarnos a nosotros mismos que nuestro dios no es el vientre. Que no vivimos para comer, sino que comemos para vivir.
El ayuno y la abstinencia nos llevan a compartir lo que no nos comemos para que los que tienen hambre coman por lo menos un día. Si no compartimos, nuestro ayuno no tiene sentido. Me acuerdo de una parejita de novios que me platicaron que ellos no habían guardado la abstinencia, pero que, en cambio, habían invitado a un niño de la calle a comer con ellos en la lonchería en donde comían. No le dieron para que comiera, comió con ellos.
El ayuno es solidario; por eso hoy se usa que para exigir la aplicación de una ley, los que protestan hacen huelga de hambre hasta que sus peticiones son escuchadas.
No vivamos el ayuno y la abstinencia como quien lamenta quedarse un día sin comer, hagámoslo con el amor con el que una madre se quita el pan de la boca para dárselo a sus hijos.
4. Compromiso familiar
En nuestras parroquias suele darse despensas para las familias necesitadas y esas despensas se forman con los alimentos que lleven los feligreses para la mesa de los pobres. Como familia llevemos a nuestra parroquia la ofrenda de aquello de lo que nos hemos privado para que otros coman por lo menos un día.
Comamos pobremente los días de abstinencia evitando los lujos gastronómicos propios de este tiempo.
escrito por Pbro. Sergio G. Román
(fuente: www.desdelafe.mx)
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