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miércoles, 23 de abril de 2014

La resurrección de Jesús: signo de nuestra propia resurrección

20/04/2014 - Compartimos el anuncio de Adriana Gile durante un retiro de Pascua de Radio María en el 2009.

La resurrección de Jesús: Signo de nuestra propia resurrección 

La resurrección de Jesús es un acontecimiento real, porque existió; pero es un hecho meta-histórico porque supera y trasciende las leyes de la historia común y corriente; sin embargo es un acontecimiento que se introduce en la historia, porque "históricamente" los discípulos tuvieron un encuentro vital con su Maestro resucitado, una experiencia decisiva que los constituyó para siempre testigos autorizados de Cristo resucitado.

El hecho de la resurrección de Jesús es algo excepcional: es el paso de Jesús de este mundo al Padre; es un acontecimiento que no se sitúa ya en las dimensiones de nuestro mundo y, por tanto, de nuestra experiencia ordinaria.

Jesús resucitó por la acción de la omnipotencia divina, pero no a la misma vida de antes, vida en un cuerpo corruptible y mortal, sino una vida superior, a la gloria, a otro mundo, con un cuerpo incorruptible, espiritual y glorificado (1 Cor. 15, 43).

La mayoría de los milagros evangélicos particularmente las “resurrecciones” son señales que hace Jesús para decirnos que Él viene a traer vida. Un ejemplo: Tomemos Lucas 7, 11 al 17: en el pueblo de Naim Jesús resucita o, mejor, "vuelve a esta vida" al hijo único de una madre viuda. Y hacemos esta distinción entre dos realidades diferentes: la realidad de la resurrección (con todo lo que implica la palabra "resucitado") y estos otros milagros que son señales preparatorias, que anuncian el poder resucitador que tiene Cristo.

Son fenómenos de "reviviscencia”. Por el poder de Cristo una persona muerta revive y vuelve a esta vida. Resucitar, en cambio, no es sólo salir de un sepulcro para volver a esta vida (como Lázaro de Betania, la hija de Jairo, etc) Es algo maravillosa e infinitamente más grande.

Pero Jesús realiza estas “señales” estas “vueltas a la vida” para decirnos que tiene poder para resucitarnos y sembrar en el mundo una semilla de Vida, Libertad y Alegría. Este proceso comenzó con El mismo, el primero de los resucitados. Y culminará un día allá en el cielo: en la plenitud del mundo de la resurrección, cuando Él entregue el Reino al Padre, y la muerte sea definitivamente vencida.

Pero este proceso está en marcha hoy. Resucitar es comenzar a vivir con la misma intensidad de vida con que es viviente Dios. La resurrección no es una realidad reservada únicamente para después de la muerte.

Sí, allá será la plenitud. Pero se trata de aprender, por obra y gracia del Espíritu, a vivir ya desde ahora como resucitados.

Jesús vive resucitado, nosotros también, todos hemos ya resucitado pero ¿Cuántas veces vivimos como tales? Más de una vez vivimos como si Él y nosotros aún estuviésemos con la piedra del sepulcro cerrada y el Señor y nosotros, aún dentro.


La resurrección de Jesús: Punto central de nuestra fe

La resurrección gloriosa de Jesús es un punto central y clave de la fe cristiana. Es un dato tan esencial que del creer en Cristo resucitado depende todo el valor de la fe (leer 1 Cor. 15, 13-20).

Resucitado es el que nació de nuevo. Y para "nacer de nuevo" hay que morir al hombre viejo.

Confiando en que Él vuelve a hacernos nuevos: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es:las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas." 2 Co 5:17 y también dice: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” Apocalipsis 21, 5.

Ahora bien: ¿cuáles son las situaciones de la existencia que nos van liberando del hombre viejo, sino el dolor y el sufrimiento que van rompiendo en nosotros el cascarón de nuestro egoísmo y del orgullo, con el cual hemos nacido la primera vez? (Hb 2, 10)

Resucitado es el creyente que pasó por la muerte del dolor, de la lucha y del fracaso y que, por la fuerza del Espíritu que resucitó a Jesús, supo convertir todo ese material de muerte en cruz de resurrección.

Resucitado es también el hombre libre "que no se asusta más de nada", porque, como Jesús, ya vivió los horrores de la pasión. Ya nos abrió el camino.


Algunas preguntas para la reflexión:

- Galilea es el lugar de lo cotidiano de los apóstoles donde Jesús les promete verlos. ¿Logro “ver” yo a Jesús vivo y presente en mi cotidianidad?
- ¿Vivo como resucitado? Es decir, como alguien que “nació de nuevo”? ¿O aún me siento esperando la Vida?

(fuente: www.radiomaria.org.ar)

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