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domingo, 1 de marzo de 2009

"El Reino de Dios ya está cerca"

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (Mc 1, 12-15)

En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían. Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

El evangelista San Marcos hace una breve reseña de lo que fue aquel tiempo que Jesús se tomó en el desierto para prepararse para dar inicio a lo que se conoció como su vida pública, a la edad de 30 años.

Jesús, Dios Hijo, se apartó del mundo para encontrarse personalmente con su Padre y así fortalecer su espíritu para todo lo que vendría después. El demonio quiso interferir y tentó tres veces a Nuestro Señor pero fracasó.

Probablemente la humanidad de Jesús se puede haber visto perturbada ante la acción del Padre de la Mentira. Pero no pudo con Él. Notemos que la clave para vencer las tentaciones fue, precisamente, estar en Dios.

Si Jesús fue tentado, cuánto menos se puede esperar de nosotros. El diablo está consumiéndose por su propio odio e infelicidad y quiere arrastrarnos a todos hacia él; como ángel que es, tiene una inteligencia superior y ciertos poderes que lo ubican por encima de la naturaleza humana. Nos conoce a la perfección a todos y cada uno de nosotros y es por eso que, al conocer los "puntos débiles" sabe muy bien como tentar: las tentaciones siempre se nos aparecen bajo formas seductoras, siempre con la apariencia de que dejarse llevar por ellas no es malo.

Ningún ser humano puede por si mismo vencer al demonio. Más teniendo en cuenta la tendencia natural a pecar a causa del pecado original. Solo en Dios y con Dios, podemos salir airosos de una tentación: es muy importante tener una rica vida de oración y frecuentar los Sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía.

Y pobre de aquella persona que no puede gobernar sus propias pasiones, sus propios impulsos, sus propios caprichos, sus propios egoísmos. Algunos en mayor medida y otros en menor medida, todos estamos proclives a pecar.

Tenemos que ejercitarnos en el dominio del propio ser y aferrarnos más a Dios estando siempre atentos a no ser sorprendidos por una ocasión de pecado. ¿Cómo aferrarse a Dios? Mucha oración, lectura de la Palabra, práctica de buenas obras, confesión y Eucaristía. Con el ayuno y la abstinencia, la Cuaresma es una gran ocasión para aprender a dominarse a uno mismo y poder llegar a la Semana Santa unidos al Señor.

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