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jueves, 31 de enero de 2013

Don Bosco, un santo que fascina

Entre los factores que constituyen nuestra identidad como Congregación y como Familia Salesiana, el primero y el más fuerte es el amor a Don Bosco. Es una simpatía, una admiración, un sentimiento, una tracción, una especie de energía 'instintiva', que se orienta, pues, hacia la imitación, el querer estar espiritualmente con él y el implicarse en su obra.

Sabemos que es la gracia que está en el origen de nuestra vocación. Orientándonos hacia Don Bosco, como Padre, Maestro y Amigo, el Espíritu Santo nos ha llevado hacia la consagración religiosa caracterizada por la misión juvenil y por la preocupación educativa.

En la tradición salesiana este efecto se manifestó siempre sin pudor, casi con entusiasmo juvenil, prolongando aquella admiración de los primeros jóvenes oratorianos que quisieron 'quedarse con Don Bosco' y formaron el primer núcleo de la Congregación. Es el signo de una relación filial, profundamente sentida.

Desde los Salesianos este entusiasmo y admiración pasa, en todos los lugares, a los jóvenes, quienes lo expresan de diversas formas, según su estilo: con cantos, representaciones, camisetas, celebraciones, peregrinaciones, lectura de alguna biografía, presentación de algún film o videocasete, agrado por estar u ocuparse en nuestras casas y amistad con los hermanos. Una colección común de canciones y de alabanzas sagradas atraviesa ya el mundo y se escuchan en todas las lenguas.

He tocado con la mano dos resultados de este afecto. En los jóvenes es generador de iniciativas, pensamientos, deseos y proyectos en línea de compromiso y de crecimiento en la fe. Es un potente factor vocacional. En la comunidad es fuente de alegría, de confianza en el proprio trabajo, de serena pertenencia e identificación. Incluso en los casos en que un observador algo crítico encontrase en ello un poco de ingenuidad o exageración, los frutos que resultan de ello son positivos. La frialdad y el desapego, por el contrario, parecen estériles

La admiración va más allá de nuestro ambiente. Comentarios, necesariamente generales, sobre la genialidad y la originalidad de Don Bosco, los escuchamos de instancias eclesiales, de autoridades civiles y de gente común. Muchas expectativas se ponen en la aplicación de nuestros métodos y en la creación de iniciativas en el campo de la educación como aquellas a las que él ha dado origen.

Me ha interesado el estudio sobre la formación de la imagen de Don Bosco. En ella ciertamente ha influido la adhesión de sus jóvenes, conquistados por su capacidad de amarles y abrirles a la vida. Éstos han recogido y difundido anécdotas, sueños y empresas con extraordinaria vivacidad narrativa cuando no existían todavía los modernos medios de comunicación. Han trasmitido su experiencia, haciendo casi sentir presente la paternidad fascinante de Don Bosco. Esto ha permanecido entre nuestras características carismáticas y pastorales: el amor entusiasta al Fundador y su comunicación a los jóvenes.

Ha influido también el modo con que se presentaban sus empresas por el Boletín Salesiano, bajo su dirección y según sus criterios. El bien hay que difundirlo y hay que presentarlo de forma atrayente.'' Sobre todo ha influido el impacto directo del estilo y de los resultados educativos en una sociedad a la cual preocupa el fenómeno juvenil.

En el origen hay una santidad muy típica, marcada por la caridad pastoral, capaz de llegar al corazón de las personas, atenta a las cuestiones de su tiempo. De esta forma Congar, en un conocido comentario sobre el Concilio, se refería a la figura de Don Bosco: 'La novedad más grande del Concilio es ésta: si la Iglesia está en el mundo y en el mundo se encuentran los problemas, la santidad es un fenómeno que interesa a la cultura. Puede parecer un concepto discutible, pero un punto central de las intuiciones del Concilio es que la santidad tiene que ver con la historia. Con la Encarnación la historia del hombre es el lugar donde se expresa el amor de Dios; la santidad no nace pues de la fuga o rechazo del mundo porque en la medida en que me zambullo en el mundo para salvarlo, encuentro el gran don de Dios.

'Quiénes son los santos? Me agrada recordar, sobre todo, a aquél que ha precedido un siglo antes al Concilio: Don Bosco. Don Bosco fue ya proféticamente un nuevo modelo de santidad por su obra que se distingue por el modo de pensar y de juzgar a los contemporáneos'.

'Nosotros lo estudiamos y lo imitamos', dicen las Constituciones. Parecen dos momentos unidos. Hoy se habla mucho de fidelidad creativa en referencia a la vida consagrada. Un acercamiento serio y una atención renovada no solamente no amenazan la imagen de nuestro padre, iluminada por el afecto y por una tradición que ha sabido mantener vivo el recuerdo de sus gestos, sino que dan razón de su permanente validez colocándola en su contexto histórico y eclesial.

(ACG- 364 Juan Vecchi) 
(fuente: www.sdb.org)

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