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lunes, 28 de octubre de 2013

Jornada Mundial de las Familias: el papa invita a rezar en el hogar

Una oración especial a Maria: 'Vuelve a nuestras familias cenáculos de oración. Y en el ángelus invoca a la protección de María para las familias del mundo entero.

Ciudad del Vaticano, 27 de octubre de 2013 (Zenit.org) El papa Francisco celebró hoy la misa conclusiva de la Jornada Mundial de la Familia, en la plaza de San Pedro ante una enorme multitud de casi 200 mil personas.

La jornada de dos días, precedida por un congreso de tres, es parte del Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI y que finaliza el próximo mes de noviembre.

Ayer por la tarde mañana fue la peregrinación de las familias ante la tumba de san Pedro y por la tarde una celebración festiva en la plaza de San Pedro en donde familias, niños, papás, mamás y abuelos dieron su testimonio.

En la homilía el santo padre invitó a las familias "a rezar en conjunto, el esposo por la esposa, los papás por los hijos, los hijos por los papás, y también por los abuelos". Porque "rezar en familia y vuelve fuerte a la familia".

Superando las dificultades que se plantean pues "es también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, como el publicano. Y se requiere sencillez. Rezar juntos el "Padrenuestro", alrededor de la mesa, se puede hacer. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza.

"¿De qué manera custodiamos nosotros la fe? --interrogó el santo padre-- ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás?"

Hacia el final de la Eucaristía, ante el ícono de la Sagrada Familia que presidía la misa conclusiva de la Jornada Mundial de las Familias, el papa Francisco rezó una oración encomendando a las familias, pidiéndo que sean cenáculos de oración e Iglesias domésticas, y a renovar el deseo de santidad.

Al concluir la santa misa, el santo padre rezó el ángelus y dijo: "invocamos la protección de María, nuestra Madre, para las familias del mundo entero, en particular las que viven situaciones de mayor dificultad. E invitando al público a seguirlo rezó tres veces: "Maria, reina de las familias, ruega por nosotros.

Después se despidió brevemente de los presentes y encima del jeep blanco pasó entre la multidud saludando con el cariño que le contradistingue.


La misa conclusiva de la Jornada Mundial de la Familia. La homilí­a completa del papa

Las lecturas de este domingo nos invitan a meditar sobre algunas características fundamentales de la familia cristiana.

La primera: La familia que ora. El texto del Evangelio pone en evidencia dos modos de orar, uno falso – el del fariseo – y el otro auténtico – el del publicano. El fariseo encarna una actitud que no manifiesta la acción de gracias a Dios por sus beneficios y su misericordia, sino más bien la satisfacción de sí. El fariseo se siente justo, se siente en orden, y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal. El publicano, por el contrario, no utiliza muchas palabras. Su oración es humilde, sobria, imbuida por la conciencia de su propia indignidad, de su propia miseria: este hombre se reconoce necesitado del perdón de Dios.

La del publicano es la oración del pobre, es la oración que agrada a Dios que, como dice la primera Lectura, "sube hasta las nubes", mientras que la del fariseo está marcada por el peso de la vanidad.

A la luz de está Palabra, quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: ¿Cómo se hace? La oración es algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo… Sí, es verdad, pero es también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, como el publicano. Y se requiere sencillez. Rezar juntos el "Padrenuestro", alrededor de la mesa, se puede hacer. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar el uno por el otro: el esposo por la esposa, los papás por los hijos, los hijos por los papás, y también por los abuelos. rezar los unos por los otros, esto se rezar en familia y vuelve fuerte la familia... La oración.

La segunda Lectura nos sugiere otro aspecto: la familia conserva la fe. El apóstol Pablo, al final de su vida, hace un balance fundamental: "He conservado la fe" ¿Cómo la conservó? No en una caja fuerte. No la escondió bajo tierra, como aquel siervo perezoso. San Pablo compara su vida con una batalla y con una carrera. Ha conservado la fe porque no se ha limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado lejos. Se ha opuesto decididamente a quienes querían conservar, "embalsamar" el mensaje de Cristo dentro de los confines de Palestina. Por esto ha hecho opciones valientes, ha ido a territorios hostiles, he aceptado el reto de los alejados, de culturas diversas, ha hablado francamente, sin miedo. San Pablo ha conservado la fe porque, así como la había recibido, la ha dado, yendo a las periferias, sin atrincherarse en actitudes defensivas.

También aquí, nos podemos preguntar: ¿De qué manera conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás? Todos sabemos que las familias, especialmente las más jóvenes, van con frecuencia "corriendo", muy ocupadas; pero ¿han pensado alguna vez que esta "carrera" puede ser también la carrera de la fe? Las familias cristianas son familias misioneras, en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, poniendo en todo la sal y la levadura de la fe.

3. Un último aspecto encontramos de la Palabra de Dios: la familia que vive la alegría. En el Salmo responsorial se encuentra esta expresión: «Los humildes lo escuchen y se alegren» (33,3). Todo este Salmo es un himno al Señor, fuente de alegría y de paz. Y ¿cuál es el motivo de esta alegría? Es éste: El Señor está cerca, escucha el grito de los humildes y los libra del mal. Lo escribía también San Pablo: "Alégrense siempre… el Señor está cerca".

Queridas familias, ustedes lo saben bien: la verdadera alegría que se disfruta en familia no es algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias favorables… la verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente el camino de la vida. A la base de este sentimiento de alegría profunda está la presencia de Dios en la familia, está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para la sociedad.

Queridas familias, vivan siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret. ¡La alegría y la paz del Señor esté siempre con ustedes!.


Oración del santo padre Francisco encomendando las familias a María

Jesús, María y José
a ustedes, Santa Familia de Nazaret
hoy les dirigimos la mirada
con admiración y confianza,
en ustedes contemplamos
la belleza de la comunión en el verdadero amor;
a ustedes le encomendamos todas nuestras familias,
para que se renueven en ellas las maravillas de la gracia.

Santa Familia de Nazaret,
escuela atrayente del santo evangelio:
enséñanos a imitar tus virtudes
con una sabia disciplina espiritual,
dónanos la mirada límpida
en la que se reconoce la obra de la Providencia
en las realidades cotidianas de la vida.

Santa Familia de Nazaret,
custodios fieles del misterio de la salvación:
hagan renacer en nosotros la estima por el silencio,
vuelve a nuestras familias cenáculos de oración
y transfórmalas en pequeñas Iglesias domésticas,
renueva el deseo de la santidad,
apoya la noble fatiga del trabajo, de la educación,
de la escucha, de la comprensión recíproca y del perdón.

Santa Familia de Nazaret,
devuelve a nuestra sociedad la consciencia
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
bien inestimable e insustituible.

Cada familia sea habitación acogedora de bondad y de paz
para los niños y para los ancianos,
para quien está enfermo y solo,
para quien es pobre y necesitado.
Jesús, María y José les rezamos con confianza, y nos ponemos con alegría bajo vuestra protección.

(27 de octubre de 2013) © Innovative Media Inc.

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