El director espiritual de la Hermandad revela algunos entretelones. Una devoción no subjetiva, sino que respeta la moral y ejerce la caridad.
Lima, 17 de octubre de 2013 (Zenit.org)
¿Quién no ha asistido a una procesión? O quizás ha "cargado" las andas de alguna pesada imagen. También hay quienes se acercan para dejarle flores y velas, otros la tocan, se persignan... Hasta al papa Francisco se le ha visto hacerlo frente a la imagen de la Virgen de Aparecida, o de Luján y recientemente ante la de Fátima cuando se consagró a Ella; y con él, al mundo entero.
Estas formas de devoción están en el 'ADN' de casi todos los creyentes, quienes ven acrecentar su fe a través de la imaginería religiosa. Frente a esta, sea moderna o antigua, todos se detienen con fe, se postran con devoción y, en el caso de los cristianos, se dejan impregnar por una imagen de ternura o de sacrificio heroico de la Cruz, de la Virgen María o de los santos que tienen representados enfrente de ellos.
Y por eso se regresa siempre; se lleva a los hijos o nietos para mirar de nuevo la imagen y admirar cada vez más a quien está allí dibujado o esculpido. Otros le hablan como si ahí estuviera y le buscan más detalles de santidad para incorporarlas en su vida diaria; a muchos les conmueve la escobita servicial de Martín de Porres, el crucifijo de la contemplativa Rita de Casia o la pobreza desarmante de Francisco de Asís, entre miles y miles de imágenes que pueblan capillas y hornacinas en el mundo entero.
Hermanos y compañeros
Frente a estas manifestaciones hay quienes optan por consagrar su vida, de modo íntimo o visible, a algún patrono o patrona cuyos hábitos y colores empiezan a vestir con fe y compromiso, incluso de generación en generación.
Uno de estos grupos de hermanos es el que se congrega alrededor del Señor de los Milagros, una piedad nacida en Lima que ha trascendido las fronteras del mundo entero, incorporando incluso a extranjeros en esta casi cuatricentenaria devoción. Los entendidos dicen que "allí donde hay un peruano, late un corazón morado".
Hay una relación del color morado con la devoción del "Cristo de Pachacamilla", llamado también así por el barrio donde fue pintada la milagrosa imagen a manos de un esclavo angoleño, y que hoy se venera en el monasterio de las Carmelitas nazarenas de Lima.
Esta relación existe porque se recogen los colores propios de la penitencia, a la que el devoto se entrega con pasión y sacrificio, en especial durante el mes de octubre que viene llamado con razón "La Cuaresma peruana".
A la Hermandad del Señor de los Milagros pertenecen unos cinco mil hermanos y hermanas, dedicadas estas últimas a cantar y sahumar las andas del Cristo Moreno. También hay la "mini" Hermandad donde participan casi cuatro mil niños, quienes eran (y son) llevados por sus abuelos y padres a la procesión. Ahora ellos tienen su propio espacio de crecimiento y de veneración precoz, con un anda tamaño "small" que cargan cada mes de setiembre con el recogimiento de los grandes...
Pero en Lima, este particularísimo grupo no camina en solitario "a paso de procesión", sino que tienen asignado un director espiritual a tiempo completo, que actualmente lo ejerce monseñor Pedro Hidalgo, un presbítero diocesano de Lima que asumió esta tarea desde el año 2002. De este modo, sigue los pasos de importantes directores como el hoy obispo emérito de Tacna, monseñor Hugo Garaycoa, quien le dio un nuevo giro a la Hermandad cuando fuera obispo auxiliar en Lima desde mediados de los años ochenta del siglo pasado.
"Antes, el director espiritual se reducía a celebrar la misa en octubre y a veces no le daban espacio ni para predicar", nos cuenta monseñor Hidalgo, refiriéndose a hasta tres décadas atrás cuando los hermanos se ponían el hábito más por una tradición que "por la búsqueda de la santidad", como se lee hoy en los estatutos renovados.
Antes católico que hermano
Hoy las cosas han tomado otro color, no así el morado de los hábitos... Este ha penetrado cada vez más los corazones de los fieles, quienes vienen recibiendo una formación sólida que les permita vivir su piedad con bases bíblicas, teológicas y espirituales.
Como le ha relatado a ZENIT el director espiritual de la Hermandad, los nuevos devotos pasan por un tipo de "postulantado" durante cuatro meses para interiorizar sobre los fundamentos de la fe, participar de la eucarístía en el Santuario y conocer mejor la antigua agrupación a la que han decidido pertenecer.
Los que ya son parte de la Hermandad reciben una formación permanente, que se intensifica con tres retiros al año, siempre separados por "cuadrillas" o grupos de pertenencia al interior, que se distinguen por antiguedad, funciones o por caracterísiticas especiales como son los honorarios. También están las cantoras y las "sahumadoras" que ya se dijo.
Todos ellos tienen la oportunidad de recibir una jornada espiritual al año del mismo arzobispo de Lima, el cardenal Juan Luis Cipriani.
Lo que se quiere, nos explica monseñor Hidalgo, es que esta expresión de religiosidad popular "no sea subjetiva ni dispense al creyente de la práctica católica ni de la moral".
Hay algo que fue dejándose de lado con el tiempo y fue gracias al esfuerzo de los últimos arzobispos de Lima, nos dijo el director espiritual: "que los devotos no consideren a la procesión como algo más importante que la celebración eucarística. Y menos aún que fuera más valioso ser miembro de la Hermandad que el mismo hecho de ser un bautizado católico", sólo por citar algunas vivencias que se sobreponían.
Tocar la carne del Nazareno
En una devoción cristocéntrica como es la del Señor de los Milagros, no podría faltar la formación complementaria que le da al cristiano "tocar la carne de Cristo", como bien lo llama el papa Francisco al trabajo social en la Iglesia.
Por tal motivo, los miembros de la Hermandad completan su piedad dedicando un espacio semanal para ejercer la caridad con cerca de 500 ancianos pobres. Estos son atendidos durante los fines de semana en el comedor popular administrado por las monjas carmelitas del monasterio que custodia la sagrada imagen, quienes abren sus puertas los demás días de la semana también a niños de escasos recursos de la zona.
Esta obra, nos explica monseñor Hidalgo, es posible "gracias al aporte económico de los mismos integrantes de la Hermandad quienes aportan una limosna adicional". Esto permite dar de comer al hambriento o visitar al enfermo, dado que algunas cuadrillas también sirven en un hospital nacional.
Estas acciones de tipo socio-caritativo, junto a la formación permanente, la asistencia espiritual y la frecuencia sacramental a la que se abren los hermanos y hermanas, han hecho que surjan vocaciones a la vida consagrada y que se salven o formalicen matrimonios.
Sin olvidar a otros que han regresado al seno de la Iglesia, luego de haber abrazado por años el protestantismo. También permanecen allí los que no dejan la fe católica --a pesar del acoso--, gracias a la formación sólida que les da la Hermandad...
Antes de despedirnos de monseñor Pedro Hidalgo, y dejarlo libre para que continúe con sus tareas de párroco y profesor principal de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, nos asaltó la inevitable curiosidad periodística...
- ¿Y a usted, el Cristo morado le hizo algún milagro?
- "Sí, claro", recordó, remontándose a su niñez cuando lo llevaban también a él a la procesión. "Siendo niño tuve una enfermedad neurológica que complicaría mis funciones motoras si me operaban del cerebro; estuve en coma por 48 horas. Sin embargo cuando lo supe vi la imagen del Señor de los Milagros al frente y le dije a mi mamá que esperaba que el Señor me curara".
- Mientras nos acompañaba a la puerta nos dijo: "Hoy vivo sin ninguna secuela motora ni neurológica, soy sacerdote y a mi ordenación asistió el médico que me operó de pequeño".
- "En octubre sí hay milagros", nos pareció a nosotros...
(17 de octubre de 2013) © Innovative Media Inc.
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