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lunes, 26 de mayo de 2014

Declaración conjunta entre el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé

Texto completo de la declaración

Ciudad del Vaticano, 25 de mayo de 2014 (Zenit.org) El Santo Padre y el Patriarca Ecuménico Bartolomé han firmado esta tarde en la Delegación Apostólica de Jerusalén un declaración conjunta durante un encuentro privado. Publicamos el texto a continuación.

1. Como nuestros venerables predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, que se encontraron aquí en Jerusalén hace cincuenta años, también nosotros, el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé, hemos querido reunirnos en Tierra Santa, “donde nuestro común Redentor, Cristo nuestro Señor, vivió, enseñó, murió, resucitó y ascendió a los cielos, desde donde envió el Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente” (Comunicado común del Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, publicado tras su encuentro del 6 de enero de 1964). Nuestra reunión –un nuevo encuentro de los Obispos de las Iglesias de Roma y Constantinopla, fundadas a su vez por dos hermanos, los Apóstoles Pedro y Andrés– es fuente de profunda alegría espiritual para nosotros. Representa una ocasión providencial para reflexionar sobre la profundidad y la autenticidad de nuestros vínculos, fruto de un camino lleno de gracia por el que el Señor nos ha llevado desde aquel día bendito de hace cincuenta años.

2. Nuestro encuentro fraterno de hoy es un nuevo y necesario paso en el camino hacia aquella unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede conducirnos, la de la comunión dentro de la legítima diversidad. Recordamos con profunda gratitud los pasos que el Señor nos ha permitido avanzar. El abrazo que se dieron el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras aquí en Jerusalén, después de muchos siglos de silencio, preparó el camino para un gesto de enorme importancia: remover de la memoria y de la mente de las Iglesias las sentencias de mutua excomunión de 1054. Este gesto dio paso a un intercambio de visitas entre las respectivas Sedes de Roma y Constantinopla, a una correspondencia continua y, más tarde, a la decisión tomada por el Papa Juan Pablo II y el Patriarca Dimitrios, de feliz memoria, de iniciar un diálogo teológico sobre la verdad entre Católicos y Ortodoxos. A lo largo de estos años, Dios, fuente de toda paz y amor, nos ha enseñado a considerarnos miembros de la misma familia cristiana, bajo un solo Señor y Salvador, Jesucristo, y a amarnos mutuamente, de modo que podamos confesar nuestra fe en el mismo Evangelio de Cristo, tal como lo recibimos de los Apóstoles y fue expresado y transmitido hasta nosotros por los Concilios Ecuménicos y los Padres de la Iglesia. Aun siendo plenamente conscientes de no haber alcanzado la meta de la plena comunión, confirmamos hoy nuestro compromiso de avanzar juntos hacia aquella unidad por la que Cristo nuestro Señor oró al Padre para que “todos sean uno” (Jn 17,21).

3. Con el convencimiento de que dicha unidad se pone de manifiesto en el amor de Dios y en el amor al prójimo, esperamos con impaciencia que llegue el día en el que finalmente participemos juntos en el banquete Eucarístico. En cuanto cristianos, estamos llamados a prepararnos para recibir este don de la comunión eucarística, como nos enseña san Ireneo de Lyon (Adv. haer., IV,18,5: PG 7,1028), mediante la confesión de la única fe, la oración constante, la conversión interior, la vida nueva y el diálogo fraterno. Hasta llegar a esta esperada.

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meta, manifestaremos al mundo el amor de Dios, que nos identifica como verdaderos discípulos de Jesucristo (cf. Jn 13,35).

4. En este sentido, el diálogo teológico emprendido por la Comisión Mixta Internacional ofrece una aportación fundamental en la búsqueda de la plena comunión entre católicos y ortodoxos. En los periodos sucesivos de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, y del Patriarca Dimitrios, el progreso de nuestros encuentros teológicos ha sido sustancial. Hoy expresamos nuestro sincero aprecio por los logros alcanzados hasta la fecha, así como por los trabajos actuales. No se trata de un mero ejercicio teórico, sino de un proceder en la verdad y en el amor, que requiere un conocimiento cada vez más profundo de las tradiciones del otro para llegar a comprenderlas y aprender de ellas. Por tanto, afirmamos nuevamente que el diálogo teológico no pretende un mínimo común denominador para alcanzar un acuerdo, sino más bien profundizar en la visión que cada uno tiene de la verdad completa que Cristo ha dado a su Iglesia, una verdad que se comprende cada vez más cuando seguimos las inspiraciones del Espíritu santo. Por eso, afirmamos conjuntamente que nuestra fidelidad al Señor nos exige encuentros fraternos y diálogo sincero. Esta búsqueda común no nos aparta de la verdad; sino que más bien, mediante el intercambio de dones, mediante la guía del Espíritu Santo, nos lleva a la verdad completa (cf. Jn 16,13).

5. Y, mientras nos encontramos aún en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo colaborando en nuestro servicio a la humanidad, especialmente en la defensa de la dignidad de la persona humana, en cada estadio de su vida, y de la santidad de la familia basada en el matrimonio, en la promoción de la paz y el bien común y en la respuesta ante el sufrimiento que sigue afligiendo a nuestro mundo. Reconocemos que el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la injusta distribución de los recursos son un desafío constante. Es nuestro deber intentar construir juntos una sociedad justa y humana en la que nadie se sienta excluido o marginado.

6. Estamos profundamente convencidos de que el futuro de la familia humana depende también de cómo salvaguardemos –con prudencia y compasión, a la vez que con justicia y rectitud– el don de la creación, que nuestro Creador nos ha confiado. Por eso, constatamos con dolor el ilícito maltrato de nuestro planeta, que constituye un pecado a los ojos de Dios. Reafirmamos nuestra responsabilidad y obligación de cultivar un espíritu de humildad y moderación de modo que todos puedan sentir la necesidad de respetar y preservar la creación. Juntos, nos comprometemos a crear una mayor conciencia del cuidado de la creación; hacemos un llamamiento a todos los hombres de buena voluntad a buscar formas de vida con menos derroche y más austeras, que no sean tanto expresión de codicia cuanto de generosidad para la protección del mundo creado por Dios y el bien de su pueblo.

7. Asimismo, necesitamos urgentemente una efectiva y decidida cooperación de los cristianos para tutelar en todo el mundo el derecho a expresar públicamente la propia fe y a ser tratados con equidad en la promoción de lo que el Cristianismo sigue ofreciendo a la sociedad y a la cultura contemporánea. A este respecto, invitamos a todos los cristianos a promover un auténtico diálogo con el Judaísmo, el Islam y otras tradiciones religiosas. La indiferencia y el desconocimiento mutuo conducen únicamente a la desconfianza y, a veces, desgraciadamente incluso al conflicto.

8. Desde esta santa ciudad de Jerusalén, expresamos nuestra común preocupación profunda por la situación de los cristianos en Medio Oriente y por su derecho a seguir siendo ciudadanos .

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pleno derecho en sus patrias. Con confianza, dirigimos nuestra oración a Dios omnipotente y misericordioso por la paz en Tierra Santa y en todo Medio Oriente. Pedimos especialmente por las Iglesias en Egipto, Siria e Iraq, que han sufrido mucho últimamente. Alentamos a todas las partes, independientemente de sus convicciones religiosas, a seguir trabajando por la reconciliación y por el justo reconocimiento de los derechos de los pueblos. Estamos convencidos de que no son las armas, sino el diálogo, el perdón y la reconciliación, los únicos medios posibles para lograr la paz.

9. En un momento histórico marcado por la violencia, la indiferencia y el egoísmo, muchos hombres y mujeres se sienten perdidos. Mediante nuestro testimonio común de la Buena Nueva del Evangelio, podemos ayudar a los hombres de nuestro tiempo a redescubrir el camino que lleva a la verdad, a la justicia y a la paz. Unidos en nuestras intenciones y recordando el ejemplo del Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, de hace 50 años, pedimos que todos los cristianos, junto con los creyentes de cualquier tradición religiosa y todos los hombres de buena voluntad reconozcan la urgencia del momento, que nos obliga a buscar la reconciliación y la unidad de la familia humana, respetando absolutamente las legítimas diferencias, por el bien de toda la humanidad y de las futuras generaciones.

10. Al emprender esta peregrinación en común al lugar donde nuestro único Señor Jesucristo fue crucificado, sepultado y resucitado, encomendamos humildemente a la intercesión de la Santísima siempre Virgen María los pasos sucesivos en el camino hacia la plena unidad, confiando a la entera familia humana al amor infinito de Dios.

“El Señor ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz” (Nm 6,25-26)

Jerusalén, 25 de mayo de 2014. (25 de mayo de 2014) © Innovative Media Inc.


En el Santo Sepulcro el abrazo de Francisco y Bartolomé
En el encuentro con el Patriarca Bartolomé, el Papa recuerda que las divergencias no deben intimidarnos ni paralizar nuestro camino

Ciudad del Vaticano, 25 de mayo de 2014 (Zenit.org) "En esta Basílica, a la que todo cristiano mira con profunda veneración, llega a su culmen la peregrinación que estoy realizando junto con mi amado hermano en Cristo, Su Santidad Bartolomé". Con estas palabras ha comenzado el discurso del papa en el Santo Sepulcro de Jerusalén.

Después del encuentro privado en la Delegación Apostólica de Jerusalén que ha tenido lugar esta tarde, el Santo Padre Francisco y el Patriarca Bartolomé se han dirigido al Santa Sepulcro para la Celebración Ecuménica, momento culminante de la Peregrinación en el 50 aniversario del histórico encuentro entre el papa Pablo VI y el Patriarca Atenagora.

En Papa ha entrado en la plaza por la Puerta del Muristan, el Patriarca Ecuménico por la Puerta de Santa Elena, y se han encontrado en el centro de la plaza. En el momento del abrazo fraterno han sonado las campanas.

En la Celebración Ecuménica, ha dado inicio a las 20.00, han participado los Ordinarios Católicos de Tierra Santa, el arzobispo copto, el arzobispo siriaco, el arzobispo etiópico, el obispo anglicano, el obispo luterano y otros obispos.

El Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico han sido acogidos por los tres superiores de la Comunidad del "Statu quo" (Greco-ortodoxa, Franciscana y Armenia Apostólica): el Patriarca Greco-Ortodoxo de Jerusalén, Theophilos III; el Custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa; y el Patriarca Armenio Apostólico, Nourhan; quienes han venerado la “Piedra de la Unción”.

El Papa y el Patriarca Ecuménico la veneraron contemporáneamente, arrodillados lado a lado, mientras todos los otros participantes a la celebración se dirigieron hacia el "coro de los Franciscano", frente a la edificio del Santo Sepulcro donde han sido acompañados el Santo Padre y el Patriarca. La celebración ha sido introducida por las palabras de acogida de su beatitud Teófilo III, Patriarca Greco-Ortodoxo de Jerusalén en nombre de las tres comunidades del "Statu quo". Tras el canto del Aleluya y la proclamación del Evangelio de la Resurrección, el Patriarca Ecuménico y el Santo Padre han pronunciado sus discursos.

En primer lugar ha hablado el Patriarca, quien ha indicado que "esta Tumba sagrada nos invita a vencer otro miedo que es quizás el más extendido en nuestra época moderna: el miedo al otro, el miedo a lo diferente, el miedo al que sigue otro credo, otra religión u otra confesión". Por ello ha observado que el fanatismo religioso "amenaza la paz en muchas regiones de la tierra, donde incluso el don de la vida es sacrificado en el altar del odio religioso". En estas circunstancias --ha afirmado el Patriarca-- el mensaje de la tumba vivificante es urgente y claro: amor al otro, al diferente, a los seguidores de otros credos y de otras confesiones.

Asimismo, ha señalado que hace 50 años el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras "se liberaron del miedo que había prevalecido durante un milenio". Como sucesores suyos, ha añadido, "hemos intercambiado un abrazo de amor, si bien nuestro camino hacia la plena comunión en el amor y en la verdad continúa, para que el mundo crea que no hay otro camino para la vida sino el camino del amor, la reconciliación, la paz auténtica y la fidelidad a la Verdad".

Así, Francisco ha recordado que "peregrinamos siguiendo las huellas de nuestros predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, que, con audacia y docilidad al Espíritu Santo, hicieron posible, hace cincuenta años, en la Ciudad santa de Jerusalén, el encuentro histórico entre el Obispo de Roma y el Patriarca de Constantinopla".

El Papa ha recordado que en este lugar el sepulcro vacío, "es el lugar de donde salió el anuncio de la resurrección". Este anuncio, ha afirmado, "es el corazón del mensaje cristiano, trasmitido fielmente de generación en generación". Y ha añadido que "lo que nos une es el fundamento de la fe, gracias a la cual profesamos juntos que Jesucristo, unigénito Hijo del Padre y nuestro único Señor". El Obispo de Roma ha recordado que "cada uno de nosotros, todo bautizado en Cristo, ha resucitado espiritualmente en este sepulcro, porque todos en el Bautismo hemos sido realmente incorporados al Primogénito de toda la creación, sepultados con Él, para resucitar con Él y poder caminar en una vida nueva".

De este modo el Papa ha invitado a acogerse a la gracia especial de este momento: "Detengámonos con devoto recogimiento ante el sepulcro vacío, para redescubrir la grandeza de nuestra vocación cristiana: somos hombres y mujeres de resurrección, no de muerte". Del mismo modo ha pedido que "aprendamos, en este lugar, a vivir nuestra vida, los afanes de la Iglesia y del mundo entero a la luz de la mañana de Pascua". Francisco ha expliado en su discurso que el Buen Pastor, cargando sobre sus hombros todas las heridas, "sufrimientos, dolores, se ofreció a sí mismo y con su sacrificio nos ha abierto las puertas a la vida eterna" y que "a través de sus llagas abiertas se derrama en el mundo el torrente de su misericordia". Por esta razón ha exclamado el Papa: "¡No nos dejemos robar el fundamento de nuestra esperanza! ¡No privemos al mundo del gozoso anuncio de la Resurrección!".

El Papa ha pedido también no hacer oídos sordos al fuerte llamamiento a la unidad que resuena precisamente en este lugar.

Aunque el Papa ha reconocido que "no podemos negar las divisiones que todavía hay entre nosotros, discípulos de Jesús", "este lugar sagrado nos hace sentir con mayor dolor el drama".

Ya han pasado 50 años después del abrazo de aquellos dos venerables Padre, y el Santo Padre ha afirmado que "hemos de reconocer con gratitud y renovado estupor que ha sido posible, por impulso del Espíritu Santo, dar pasos realmente importantes hacia la unidad".

Francisco ha añadido al respecto que "somos conscientes de que todavía queda camino por delante para alcanzar aquella plenitud de comunión que pueda expresarse también compartiendo la misma Mesa eucarística, como ardientemente deseamos; pero las divergencias no deben intimidarnos ni paralizar nuestro camino". Y ha realizado una metáfora al comparar la piedra del sepulcro que fue movida con "los obstáculos que impiden aún la plena comunión entre nosotros", que también pueden ser removidos.

Será una gracia de resurrección, que ya hoy podemos pregustar, ha reconocido, "siempre que nos pedimos perdón los unos a los otros por los pecados cometidos en relación con otros cristianos y tenemos el valor de conceder y de recibir este perdón, experimentamos la resurrección".

Así como "siempre que, superados los antiguos prejuicios, nos atrevemos a promover nuevas relaciones fraternas, confesamos que Cristo ha resucitado verdaderamente". Y finalmente "siempre que pensamos el futuro de la Iglesia a partir de su vocación a la unidad, brilla la luz de la mañana de Pascua". A continuación, Francisco a renovado la voluntad ya expresada por sus predecesores, de mantener un diálogo con todos los hermanos en Cristo para encontrar una forma de ejercicio del ministerio propio del Obispo de Roma que, en conformidad con su misión, se abra a una situación nueva y pueda ser, en el contexto actual, un servicio de amor y de comunión reconocido por todos.

El Papa ha tenido presenten nuevamente a toda la región de Oriente Medio "desgraciadamente lacerada con frecuencia por la violencia y los conflictos armados". También ha pedido no olvidar "en nuestras intenciones de tantos hombres y mujeres que, en diversas partes del mundo, sufren a causa de la guerra, de la pobreza, del hambre; así como de los numerosos cristianos perseguidos por su fe en el Señor Resucitado". El Pontífice ha explicado que cuando cristianos de diversas confesiones sufren juntos "se realiza el ecumenismo del sufrimiento, se realiza el ecumenismo de sangre, que posee una particular eficacia no sólo en los lugares donde esto se produce, sino, en virtud de la comunión de los santos, también para toda la Iglesia".

Para concluir Francisco ha pedido dejar a un lado los recelos que hemos heredado del pasado y abrir el corazón a la acción del Espíritu Santo, el Espíritu del Amor y de la Verdad "para marchar juntos hacia el día bendito en que reencontremos nuestra plena comunión".

Para finalizar la ceremonia, se ha rezado un Padre Nuestro y finalmente el Santo Padre y el Patriarca Bartolomé han venerado el Santo Lugar y encendieron una vela. Antes de marchar dieron la bendición juntos.

(25 de mayo de 2014) © Innovative Media Inc.

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