Viernes 30 May 2014 Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que la Ascensión del Señor “es la ocasión para señalar que la Resurrección no es el mero triunfo sobre la muerte de una persona virtuosa, sino el inicio de la etapa definitiva de la historia, tomada por el Verbo Eterno para redimir a la humanidad”.
“Esto podría considerarse como una especulación meramente teológica, sin proyección sobre la realidad convulsionada a causa de la existencia del pecado. No es así. Es preciso simplificar su formulación hasta convertirla en un mensaje eficaz de salvación”, consideró en su sugerencia para la homilía del próximo domingo.
El prelado sostuvo que esto es “lo que la sociedad actual está necesitando de la Iglesia, aunque aparente no desearlo. Es lo que la Iglesia de Cristo debe ofrecer al mundo, sin cuidarse de las manchas de barro que amenazan su pulcritud legal”.
Texto de la sugerencia
1.- La etapa eclesial de la misión de Jesús. El Señor resucitado manifiesta la trascendencia de lo que ha ocurrido en el Misterio de su Pascua. No concluye su misión sino que inaugura la etapa eclesial de la misma, la que recibió de su Padre. Todo poder le ha sido otorgado, en el instante de la Resurrección, para que, acompañado de los suyos, pueda prolongar hasta el fin de los tiempos su obra redentora. La Ascensión es la ocasión para señalar que la Resurrección no es el mero triunfo sobre la muerte de una persona virtuosa, sino el inicio de la etapa definitiva de la historia, tomada por el Verbo Eterno para redimir a la humanidad. Esto podría considerarse como una especulación meramente teológica, sin proyección sobre la realidad convulsionada a causa de la existencia del pecado. No es así. Es preciso simplificar su formulación hasta convertirla en un mensaje eficaz de salvación. Es lo que la sociedad actual está necesitando de la Iglesia, aunque aparente no desearlo. Es lo que la Iglesia de Cristo debe ofrecer al mundo, sin cuidarse de las manchas de barro que amenazan su pulcritud legal.
2.- La Ascensión y el mandato misionero. La Ascensión es el momento de la exposición formal del testamento del Señor resucitado. Mi afirmación constituye un rodeo verbal de la realidad que intento señalar. El mandato misionero de Jesús supera toda formalidad; no es el testamento espiritual de un gran hombre dirigido a sus seguidores. A partir de entonces el Resucitado se hace Iglesia para el mundo. Aquellos primeros discípulos darán sus vidas al Señor y ofrecerán sus historias personales para actualizar, eficazmente, el Misterio de la Salvación. La misión que el Señor les encomienda adquiere, desde aquel momento, las dimensiones universales que le son propias. Todo el mundo es alcanzado por la intención evangelizadora de aquel mandato misionero; incluyo toda su historia: sus intentos, esperanzas y profundas debilidades. Con el empeño de trascender la búsqueda ansiosa de la verdad, cada persona pone lo suyo para hallar lo que no tiene y recibirlo como don. Dios es la Verdad buscada y la ofrece como don gratuito de su misericordia. Cristo lo es: "yo soy la Verdad". Es preciso identificar a Cristo como "Verdad". Es gracia y don "gratuito" que nadie puede merecer fuera de Él. Se trabaja en vano imaginando una verdad de la exclusiva invención de los hombres.
3.- En busca de la Verdad. ¿Cuánta justificación abrigan los intentos actuales por hallar la verdad? El sendero que conduce a ella es humanamente improgramable. La sucesión de fracasos viene a ser la evidencia dolorosa de la incapcidad humana para posesionarse de la Verdad necesaria. Esa Verdad, personalizada en Jesucristo, es el don de amor del Padre al mundo: "Dios amó tanto al mundo que le dió a su Hijo único". (San Juan). El primer paso hacia la Verdad es el reconocimiento de que es un don de la liberalidad de Dios. Decia un viejo amigo: "No es Dios invención del hombre, sino el hombre invención de Dios". Por esa razón, la Verdad absoluta y necesaria no puede ser invento genial del más habilidoso de los intelectuales - científico o político - es don divino que reclama del receptor un gesto de humile acogida. La conversión a Jesucristo es una auténtica conversión a la Verdad. A toda la Verdad, "a la única necesaria". La soberbia trastoca los valores y confunde sus términos. Lo comprobamos a diario, sobre todo en los debates fantasiosos de los habituales cultores del discurso dialéctico. La declaración de Jesús a Marta expresa su exacto sentido: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mi, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás". ( Juan 11, 25-26).
4.- La visita del Papa Francisco a Tierra Santa. La visita que cumplió el Papa Francisco a Tierra Santa debe ser comprendida en clave evangélica. Es Sucesor del principal de aquellos Apóstoles (Pedro) que conformaron sus vidas con el mandato misionero recibido. Con estilo propio, con la sencillez y fervor que lo caracterizan, el Santo Padre abrió su corazón y permitió que el vigoroso llamado a la paz fuera un gesto de amor. Así entró Dios en el mundo, mediante la Encarnación. La Iglesia, en todos sus bautizados, pero, de manera especial, en sus pastores, debe mostrarse como el sorprendente gesto de la Encarnación del Verbo de Dios. El mandato misionero, formulado el dia de la Ascensión, incluye ese mensaje original, predicado por los Apóstoles; me refiero al anuncio de la Verdad buscada: Dios ama a los hombres, a todos los hombres, cualquiera sea el estado en que se encuentren. Su amor es reconstructor de las relaciones rotas port el pecado, en su versión de odio y violencia, destrucción y muerte. El mensaje del Papa Francisco y de los Obispos, debe ser entendido como un definitivo gesto de amor. De otra manera no se lo entenderá. Los grandes dirigentes del Medio Oriente, al aceptar la humilde mediación del Santo Padre, manifiestan entenderlo.+
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