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martes, 27 de mayo de 2014

Una arriesgada jugada para cambiar el clima en Medio Oriente

Miles de palestinos aclamaron ayer a Francisco en Belén,
 durante el momento más sensible de su gira por Tierra Santa. Foto: AFP
BELÉN.- El Papa repitió una y otra vez, antes y después de este viaje a una de las zonas más conflictivas del planeta, que se trataba de un peregrinaje "estrictamente religioso" para, con su reunión con el patriarca Bartolomé I, conmemorar el abrazo en 1964 entre Pablo VI y el patriarca ortodoxo Atenágoras, después de cinco siglos de división.

Pero ahora los expertos creen que esa insistencia fue tan sólo una suerte de "pantalla".

Francisco nunca ignoró el costado inevitablemente político de esta gira. No por nada indaga, analiza y observa, desde hace meses, cómo se podía iniciar un proceso que "hiciera lío" en Medio Oriente.

Hombre de gran espiritualidad, pero también hábil estratega, Francisco volvió a romper los esquemas. Antes del viaje, muchos se mostraron escépticos y pronosticaron que el paso del ex arzobispo de Buenos Aires iba a quedar reducido a buenas intenciones, a llamados de paz que se llevaría el viento desértico de esta Tierra Santa, porque su programa no preveía gestos de acercamiento entre las partes. No fue así.


Contra el escepticismo

Francisco sorprendió al mundo con un hecho concreto e inesperado: una cumbre, tan sólo en dos semanas, en su "casa", el Vaticano, entre los presidentes Shimon Peres y Mahmoud Abbas, máximos representantes de israelíes y palestinos, en pugna desde hace 66 años.

Jesuita hasta los tuétanos, Jorge Bergoglio inició así un proceso que, aunque no resucitará de inmediato el diálogo de paz, podría cambiar el clima de escepticismo total que reina desde hace demasiado tiempo para que haya avances reales.

Es una jugada valiente y arriesgada de Francisco. La frase que suele decirles una y otra vez a los pastores de la Iglesia Católica -"prefiero una Iglesia que sale y se accidenta que una Iglesia encerrada y enferma"- es la que mejor explica la decisión de involucrarse en primera persona en uno de los conflictos más complejos, añejos y difíciles de la historia moderna, que según una vez dijo un canciller de la Santa Sede es "la madre de todos los conflictos".

Entre los obstáculos que enfrenta está que Peres, premio Nobel de la Paz junto con el fallecido líder palestino Yasser Arafat, termina su mandato en julio.

Además, Peres tiene un cargo protocolar y una visión muy distinta de la del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de derecha.

Las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos se interrumpieron en abril pasado, cuando el partido de Abbas (Al-Fatah) anunció un acuerdo de "unidad palestina" con el grupo islámico Hamas.

Desde su reanudación, en julio de 2013, sin embargo, las tratativas siempre terminan embarrándose y chocando con cuestiones esenciales, como las fronteras, los asentamientos israelíes en los territorios ocupados, la seguridad, el estatuto de Jerusalén -ciudad sagrada para las tres grandes religiones monoteístas y considerada capital tanto por israelíes como por palestinos- y los refugiados palestinos.


"Misión imposible"

El Papa lo sabe. Es consciente de que se mete en una "misión imposible". Pero no le importa. Hay que jugarse, involucrarse. Una vez más, muestra coherencia y da el ejemplo de esa "audacia" que también les pide una y otra vez a sus pastores, exigiéndoles, también, ser guiados por el Espíritu de sus tiempos.

Señal de que se mete en un pantano, en el que quedaron atrapados personajes como Bill Clinton, Tony Blair y John Kerry, ayer mismo comenzaron a oírse voces contrarias a este intento de dar vuelta la página, de abrir un nuevo capítulo de la historia.

Entre ellas, sorprendió la del rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, que sin medias tintas se manifestó contrario a la cumbre para una plegaria religiosa de Abbas, Peres y el Papa.

"El Vaticano está metido dentro del conflicto palestino-israelí, no puede hacer de mediador", dijo, en declaraciones que también dejaron en claro su total disgusto ante la oración silenciosa que ayer Francisco sorpresivamente hizo ante el "muro de la vergüenza" de Belén.

"Yo vivo en Roma y la Ciudad del Vaticano está protegida por altísimos muros por motivos históricos. Pero nadie puede entrar en el Vaticano sin mostrar un pasaporte o un documento", dijo Di Segni.

"El día que se abran los muros del Vaticano y puedan acceder todos libremente, entonces yo creeré en esta oración silenciosa hecha frente al muro. Todos quisiéramos que no existieran muros, pero si existen es porque hay motivos de violencia y de necesidad de protección de las poblaciones. Si no resolvemos estos problemas, es inútil hacer retórica de muros", disparó.

Más allá de las dificultades, obstáculos e intereses en juego, Francisco no se deja intimidar. Es un hombre convencido del poder de la oración y de la acción de Dios en la historia de la humanidad, como demostró cuando convocó al ayuno por la paz en Siria.

Y, como dijo por lo bajo anoche un alto prelado de su séquito, también cree firmemente "en la política de la oración".

escrito por Elisabetta Piqué 
(fuente: www.lanacion.com.ar)

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