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miércoles, 18 de junio de 2014

Adoramos a Dios mismo hecho hombre

Esta Solemnidad de Corpus Christi, del Cuerpo y la Sangre del Señor, que celebramos es una fiesta para toda la Iglesia, pues adoramos a Dios mismo hecho hombre que ha querido quedarse en medio de nosotros, para alimentarnos y guiarnos, en la forma especialísima del Santísimo Sacramento. Rendimos culto a la forma más sagrada de Dios en medio del mundo.

Con esta celebración completamos el itinerario de revelación de Dios que se inició el domingo de Ramos, con su entrada a Jerusalén, continuó y se expresó puntualísimamente en su Pasión y Muerte, que desembocaron en la gloria de la Resurrección; y enviándonos el Espíritu Santo para darnos la fortaleza de seguir caminando como Iglesia nos impulsa a salir y a comprometernos decisivamente con el proyecto del Reino, es decir, no de modo parcial como cristianos de mediodía, o de medio tiempo, sino como cristianos de 24 hs. Esto mismo reflejaba el Santo Padre Benedicto XVI en su reflexión al celebrar este jueves Corpus Christi: “ha sido muy importante reconocer la centralidad de la celebración, en la que el Señor convoca a su pueblo, lo reúne en torno a la doble mesa de la Palabra y del Pan de vida, lo nutre y lo une a Sí en la ofrenda del Sacrificio. Esta valorización de la asamblea litúrgica, en la que el Señor actúa y realiza su misterio de comunión, sigue siendo naturalmente válida, pero debe resituarse en el justo equilibrio. En efecto –como a menudo sucede- para subrayar un aspecto se acaba por sacrificar otro. En este caso, la acentuación sobre la celebración de la Eucaristía ha ido en detrimento de la adoración, como acto de fe y de oración dirigido al Señor Jesús, realmente presente en el Sacramento del altar. Este desequilibrio ha tenido repercusiones también sobre la vida espiritual de los fieles.”

“En efecto, concentrando toda la relación con Jesús Eucaristía en el único momento de la Santa Misa, se corre el riesgo de vaciar de su presencia el resto del tiempo y del espacio existenciales. Y así se percibe menos el sentido de la presencia constante de Jesús en medio de nosotros y con nosotros, una presencia concreta, cercana, entre nuestras casas, como “Corazón latiente” de la ciudad, del país, del territorio con sus diversas expresiones y actividades. El Sacramento de la Caridad de Cristo debe permear toda la vida cotidiana.”

Así, somos impulsados a fomentar en nosotros una nueva conciencia sagrada y de lo sagrado, descubriéndonos como sagrado por el don de la vida de Dios depositado en cada uno, y percibiendo lo sagrado en el otro y en la realidad toda. Desde lo alto del Santísimo podemos alcanzar una mirada sobrenatural de la realidad que nos rodea, y es la Adoración permanente de él una escuela de fe para nuestra vida cristiana.-

Comentario de la Festividad de Corpues Christi, por Emilio Rodríguez Ascurra 
(fuente: www.la-oracion.com)

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