Su respuesta fue simplemente encoger los hombros y asumir que los otros fueron afectados a nivel espiritual por algo que estaba más allá de él.
Tuve la oportunidad de rezar con este amigo y de platicar después con él y entendí lo que estaba pasando. Santa Teresa de Ávila decía sobre la oración vocal que, «El que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, a eso no lo llamo yo oración, aunque mucho menee los labios». Mi amigo me reveló que, al momento de orar, está muy consciente de a quién le está hablando. Los que estuvieron rezando con él tuvieron una evidencia tangible de esto.
¿Cómo lo supieron? La respuesta es sencilla: cuando él habla con Dios, aunque esté rezando una oración vocal o una oración escrita por alguien más, su tono y su actitud son los de alguien que reza de forma espontánea. Es decir, él ora como si estuviera teniendo un encuentro con una persona real, porque eso es lo que está teniendo.
Éste es realmente el reto de la oración vocal, de las oraciones memorizadas, etc. Podemos caer fácilmente en la trampa de dejar nuestra lengua correr en un monólogo de palabras sin sentido, sin conectar de verdad nuestro corazón con lo que estamos diciendo.
escrito por Dan Burke
(fuente: www.la-oracion.com)
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