Seguramente ustedes saben que existen los procesos para declarar la nulidad del matrimonio, cosa que les explicaré mejor en instantes. El Papa Francisco ha querido mejorar ese procedimiento, sobre todo acelerar ese procedimiento para que una persona que duda acerca de si está casado válidamente o no, no tenga que esperar 20 años para resolverlo.
¿Y que hizo el Papa? Los procesos hasta ahora se desarrollaban así: hay una primera instancia en el tribunal diocesano o interdiocesano; luego una segunda instancia nacional las dos sentencias tienen que coincidir. Si uno dice sí y el otro dice no o viceversa hay una tercera instancia que es Roma, la Sacra Rota Romana. Todo eso demora bastante tiempo pero, claro, asegura la seriedad del proceso, porque la Iglesia quiere mostrar también que lo que está en juego es el Sacramento del Matrimonio. ¿Hubo sacramento del matrimonio o no?.
El Papa ha suprimido la segunda instancia, a no ser que haya apelación por parte del defensor del vínculo o de alguna de las partes. Lo que el Papa dispone es que estos procedimientos sean más rápidos.
Ahora bien: ¿qué significa declarar la nulidad del matrimonio? Significa decir que no hubo matrimonio verdadero. ¿Porqué no hubo? Por alguna razón previa a la celebración del matrimonio. Existen causales de distinto tipo, por ejemplo: defecto de consentimiento, no aceptar que se casan para toda la vida, exclusión de la prole, etc.
Si las condiciones previas al matrimonio no son las que corresponden no hay matrimonio por más que repitan el “si quiero, si quiero”. Lo dicen con la lengua pero no convencidos. Claro que hay que probar que no hubo matrimonio y para eso está ese proceso que se llama proceso de nulidad matrimonial.
Las causales son siempre anteriores. No es que la Iglesia disuelve el matrimonio que se hizo aunque así lo entendieron algunos periodistas insinuando que “ahora la Iglesia va por la segunda vuelta”; “ya no hay un casamiento sino que puede haber dos o tres”. No es así: la nulidad matrimonial no significa la disolución del matrimonio; eso sería lo mismo que el divorcio. Y no es así. Ocurren esos casos de nulidad y, desgraciadamente, creo que ocurren con alguna frecuencia. La cuestión es demostrarlo. Pienso que muchos jóvenes no están preparados para casarse, no tienen idea de lo que es el matrimonio.
Últimamente insisto en que cuando hablamos de vocación no debemos pensar solamente en hacerse cura o hacerse monja sino que tenemos que hablar también de la vocación al matrimonio cristiano. Tenemos que preparar a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes para el matrimonio cristiano. Que sepan lo que significa el sacramento del matrimonio que es una cosa bellísima porque la unión del varón y la mujer, cristianos es una imagen de la unión de Cristo con la Iglesia. Por eso es algo santo el matrimonio y por eso la Iglesia lo trata con tanto cuidado.
Conclusión: no confundamos la declaración de nulidad del matrimonio con la disolución del matrimonio, con el divorcio. La Iglesia considera un principio intangible la indisolubilidad del matrimonio. El matrimonio no se disuelve. Lo que puede ocurrir es que la Iglesia diga “no hay matrimonio” y para eso está el proceso de nulidad matrimonial; obviamente –lo repito- las causas tienen que ser anteriores a la celebración del matrimonio.
Espero que se haya entendido bien. Es preciso aclarar ciertas cosas, porque actualmente todo es una confusión. Se mezcla todo y, además, como la gente miente que da miedo, las estadísticas mienten que da miedo. Hemos citado casos: ¿la pobreza de cuánto es en la Argentina del 6% o del 27,8%? ¿Los niños desnutridos son unos pocos o son cuatro mil? Y así tantas cosas. Con este tema de hoy también existe una gran confusión: la Iglesia sigue sosteniendo el principio de la indisolubilidad del matrimonio, tal como Jesús lo enseña en el Evangelio. No es un invento de los curas sino un invento de Dios, porque Dios, al principio, los creó varón y mujer y dijo: “dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne y que el hombre no separe lo que Dios ha unido.
Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata,
en el
programa "Claves para un Mundo Mejor" (26 de septiembre de 2015)
(fuente: aica.org)
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