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domingo, 8 de febrero de 2009

El verdadero sentido cristiano del sufrimiento

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (Mc 1, 29-39)

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre y, en seguida, le avisaron a Jesús. Él se le acercó y, tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles. Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todos el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quien era Él. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: "Todos te andan buscando". El les dijo: "Vamos a los pueblos cercanos a predicar el Evangelio, pues para eso he venido". Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Cuando Jesús se manifestó como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, como el Dios Hijo y, como tal, tuvo una vida itinerante: fue recorriendo varios pueblos anunciando la Buena Nueva, buscando a todos los pecadores para invitarlos a reformular sus vidas en Dios.

En este pasaje, vemos a Jesús curando a la suegra de Simón y, como su fama se iba extendiendo, acudían a Él muchas personas que necesitaban ser sanadas de sus dolencias. Notemos el detalle en este Evangelio que dice "curó a muchos" y expulsó "muchos demonios", no se lee que curó a todos. Esto no significa que el poder de Dios es limitado: Jesús no es un mero curandero.

Hay una cita del Antiguo Testamento que me gusta mucho y que dice: "Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba. Conserva recto tu corazón y sé decidido, no te pongas nervioso cuando vengan las dificultades. Apégate al Señor, no te apartes de Él; si actúas así, arribarás a buen puerto al final de tus días. Acepta todo lo que te pase y sé paciente cuando te halles botado en el suelo. Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan al Señor pasan por el crisol de la humillación. Confía en Él y Él te cuidará; sigue el camino recto y espera en Él." (Sirácides 2, 1-6).

Muchas veces los sufrimientos que nos toca en esta vida nos sirven para purificar el alma y, así, acercarnos a Dios. Dios quiere enseñarnos a darle un sentido al sufrimiento humano. Dios a veces sana y otras veces no lo hace. Por más que a veces nos cueste entenderlo, Él sabe muy bien porqué hace lo que hace. Todo lo que hace Dios es para la salvación de las almas de cada uno de nosotros. Y si Dios no sana, pone a nuestra disposición toda su Gracia y Amor para poder limpiar las propias impurezas.

Lamentablemente, no son pocas las sectas que confunden a la gente ofreciendo "soluciones mágicas" para los sufrimientos de la gente.
Vivimos en un mundo en donde todos le exigimos a la vida comodidades y abundancias, mientras tendemos a huir a todo sufrimiento. Jesús mismo no huyó al tremendo sufrimiento de dolorosísima Pasión y Muerte en Cruz porque le dio un sentido trascendental: tuvo que morir para vencer a la Muerte y, con su Resurrección, abrirnos las puertas de la Vida Eterna.

Si Dios mismo enfrentó el dolor, nosotros estamos a hacerlo también. Es decir, el verdadero cristiano no huye de los padecimientos sino que, de la mano del Señor, los enfrenta con la mirada puesta en la Vida Eterna. No estamos solos en esta vida... ¡Ánimo!

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