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jueves, 18 de octubre de 2007

Formación Animadores Salesianos 1

Los Animadores en la Historia de la Salvación

Para empezar con la formación, citaremos los casos de cuatro personajes fundamentales en la Historia de la Salvación: Abraham, Moisés, San Juan Bautista y María Santísima. BUscamos establecer entre ellos rasgos comunes como animadores.


Abraham: El Padre de la Fe

Abraham ocupa un lugar fundamental en la Historia de la Salvación: “es el padre de todos los que creen” (Rom 4,11; Gal 3,7), “fue llamado amigo de Dios” (Sant. 2,23). El libro Génesis habla de él entre los capítulos 12 al 25.

Abraham era un hombre que, a los ojos de todos sus semejantes, vivía muy bien: tenía una bella esposa, riquezas materiales, criados que trabajaban a su servicio, animales.

Un buen día, Dios le pide a Abraham que deje su país, le pide una ruptura con lo que más quiere: su patria y sus parientes. De repente, debe desprenderse de toda seguridad humana para aferrarse solamente a Dios.

De hombre tranquilo y seguro, pasa a ser un errante (Deut. 26,6). Es la condición para lograr una mayor libertad y disponibilidad en el servicio a Dios. Siglos después, Jesús pondrá la misma condición a quienes quieran seguirlo (Mt 10,37)

La respuesta de Abraham no consiste en palabras, sino que en hechos. No hace ni una sola pregunta, no busca pretextos: se lanza hacia lo desconocido sin más seguridad que la promesa del Señor.

El llamado de Dios no es solo un mandato, una ruptura. Es una promesa. Si Dios pide mucho, ¡es porque Él puede darte mucho más!.

Lo que Dios promete, fundamentalmente, es una bendición: una tierra y descendencia.

Abraham confió en la Palabra de Dios, a pesar de que Ella le hacía promesas humanamente imposibles de realizar: le prometió concebir un hijo con su esposa, cuando ya se le había pasado el tiempo de tener hijos (tenía 75 años al dejar su casa) y su esposa, Sara, era estéril desde siempre. La tierra prometida estaba ocupada por tribus bien armadas.

Entonces, Dios confirmó sus promesas con un pacto solemne, una alianza.

Pasaron 25 años hasta que, finalmente, nació el hijo que esperaba Abraham: Isaac. Pero cuando parecía que esa promesa estaba ya consumada, el Señor prueba la fe de Abraham pidiéndole que sacrifique a su hijo. Y Abraham se mostró dispuesto a hacerlo. Pero Dios le hizo ver que su disponibilidad para con Él era su mejor sacrificio. (Gen 22).

El único pedacito de tierra que Abraham logró conseguir fue el lugar de su sepultura (Gen 23). Pero murió lleno de días (Gen 25,8) y de esperanza (Jn 8,56).


Preguntas para reflexionar

- ¿Con qué te bendice el Señor?
- ¿Cuál es tu “tierra prometida”?
- La fe, ¿te exige también a vos una ruptura? ¿con qué o quién?- ¿podés ser buen cristiano quedándote en casa “no haciendo mal a nadie”?
- ¿Quiénes pertenecen a la descendencia de Abraham?
- ¿en qué confiás más: en tus buenas razones y tu propias capacidades o en la Palabra de Dios?


Moisés: Liberador del Pueblo de Dios

La historia de los patriarcas de Israel, Abraham, Isaac y Jacob termina en Egipto, adonde el hambre los había traído. A lo largo de muchas generaciones, tal como Dios le prometió a Abraham, los hebreos se hicieron muy numerosos (Ex 1,7).

Los egipcios empezaron a verlos como una amenaza y, por ende, decidieron someterlos a las esclavitud: los condenaron a trabajos forzados (Ex 1, 8-12; 2, 11-15), el Faraón decretó matar a los niños varones hebreos recién nacidos (Ex 1, 15-22).

Dios decidió intervenir en auxilio de su Pueblo, y lo hizo llamando a un hombre: Moisés.

Criado en la corte de los faraones, Moisés no se desentendió de la realidad de sus compatriotas, sufría al ver la situación inhumana que padecían los judíos y quiso liberarlos.

Pero no encontró apoyo en los que intentaba socorrer quienes lo trataron de intruso (Ex 2,14). Debido a que no tuvo buena recepción entre sus compatriotas, tuvo que huir al desierto: ahí lo esperaba Dios.

Como en relatos de otros personajes bíblicos, la vocación de Moisés contiene dos elementos:

1- Encuentro personal con Dios (Ex 3,1-6.13.14): a través de una zarza ardiente el Señor se manifestó a Moisés y le revela su nombre.
2- Una MISIÓN (Ex 3, 17-12.15): Dios quiere liberar a Israel, por eso le pide a Moisés que saque a su Pueblo de Egipto y lo conduzca hacia una nueva tierra, de la que serán los dueños.

Moisés fue a solicitarle al Faraón la inmediata libertad de los israelitas, de lo contrario Egipto recibiría un castigo divino. Dada la negativa de la máxima autoridad egipcia, una gran cantidad de plagas de excepcional gravedad cayeron sobre el pueblo egipcio.

El Pueblo de Dios pudo constatar la presencia de Dios y pudo abandonar el territorio egipcio para dirigirse, bajo la guía de Moisés, hacia la tierra prometida.


San Juan Bautista

La figura de San Juan Bautista ocupa un lugar importante en los Evangelios. Ha sido comentada en la tradición cristiana más antigua y ha calado hondamente en la piedad popular, que celebra la fiesta de su nacimiento con especial solemnidad desde muy antiguo.

Juan Bautista coincidió en el tiempo con Jesús, seguramente nació algún tiempo antes y comenzó su vida pública también antes. Era de origen sacerdotal (Lc 1), aunque nunca ejerció sus funciones y se supone que se mostró opuesto al comportamiento del sacerdocio oficial, por su conducta y su permanencia lejos del Templo.

Antes de manifestarse al pueblo judío, pasó tiempo en el desierto de Judea (Lc 1,80).

Los evangelistas mencionan el lugar donde desarrolló su vida pública, Judea y la orilla del Jordán, su conducta austera en el vestir y en el comer, su liderazgo ante sus discípulos y su función de precursor, al descubrir a Jesús de Nazareth como verdadero Mesías.

Juan Bautista exhortaba a la penitencia, a la conversión y enseñaba que el juicio de Dios es inminente: vendrá uno “más fuerte que yo” que bautizará en espíritu santo y fuego. Su bautismo era “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Mc 1,5).

Jesús, posteriormente, no rechaza el mensaje del Bautista, más bien parte de él (Mc 1,15) para anunciar el reino y la salvación universal, y se identifica con el Mesías que Juan anunciaba.

Herodes Antipas, al no tolerar que Juan Bautista condenara públicamente su unión con quien era la esposa de su hermano, decidió condenar a muerte al Profeta.


Preguntas para reflexionar

- En mi tarea apostólica, ¿el centro está en Jesús o en mi propia persona?
- ¿Cómo animo a mi prójimo para recibir a Jesús en sus vidas?
- ¿Soy un persona que anuncia valientemente a Jesús en todos los ambientes o suelo callar por temor a la desaprobación de los demás?


María: Madre de Dios y Madre Nuestra

María fue una persona fundamental en el Plan de Salvación que Dios hizo para toda Humanidad, por lo que fue, es y será la mujer más importante que ha existido.


Así como por medio de una mujer, Eva, el pecado entró en la condición humana, fue por otra mujer, María, que entró la Redención para la humanidad entera.

María es la hija dilecta del Padre, la madre amorosa del Hijo y la esposa sobrenatural del Espíritu Santo.

Si bien los católicos apostólicos romanos adoramos solo a Dios, a Nuestra Mamá del Cielo le reserva el culto de la hiperdulia, que significa “más allá de la veneración”, es decir, un veneración especialísima que la pone por arriba de todos los santos y ángeles y solo debajo del mismo Dios.

Contrariamente a lo que personas que integran otras religiones que critican nuestra fe, el amor que los católicos tenemos por María no entra nunca “en competencia” o “en colisión” con el amor que le tenemos a Jesús. Es un absurdo. María es quien es por Cristo. Amarla a Ella halaga a Jesús.

Dios le pidió a la Santísima Virgen María que tomara parte en la mediación de su divino Hijo de una manera única y privilegiada, como ninguna otra criatura.

La salvación de la humanidad fue lograda únicamente por el Hijo de Dios, Jesucristo. La Pasión y Muerte de Cristo, nuestro único Redentor, no sólo fue un pago suficiente sino "superabundante" para la culpa humana y su consecuente deuda de castigo. Pero Dios quiso que este trabajo de salvación fuese logrado a través de la colaboración de una mujer, si bien respetando siempre su libre voluntad.

Esta "colaboración" o "cooperación" o "participación" de la Madre de Jesús con su Hijo en el trabajo redentor de salvación, está mencionado en la Iglesia como "corredención Mariana"

Para citar la presencia importantísima de la Mamá del Cielo en la historia de la humanidad, citamos tres episodios:

- Refiriéndose al episodio de las Bodas de Canaá, Juan Pablo II afirma que María es la "vocera de la voluntad de su Hijo", y que "Ella sabe que puede decirle a su Hijo las necesidades de la humanidad, y de hecho, tiene el 'derecho' de hacerlo así" (cf. Redemptoris Mater, n. 2 1 ).

- En Pentecostés, María intercede "en oración" como nuestra Abogada para la venida del Espíritu Santo, nuestro Abogado divino. (cf. Hech 1:14).

- La historia de la primera aparición de María se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo; fue cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo, predicaban el Evangelio. Se dice que, por entonces, el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Aquellas tierras no habían recibido el evangelio, por lo que se encontraban atadas al paganismo. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión. En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando "oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol". La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio". Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.


“La devoción y el amor a María Santísima son una gran protección y un arma poderosa contra las acechanzas del demonio” DON BOSCO

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