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viernes, 19 de octubre de 2007

Formación Animadores Salesianos 7

La animación del grupo

Una vez desarrolladas algunas características de la pedagogía salesiana, damos otro paso: la animación de grupo. El término animación evoca una constelación de significados nuevos, no siempre bien comprendidos.

Un camino

El término animación, usado a partir de la segunda mitad de los años 70 para expresar una pregunta muy sentida, ha entrado en el vocabulario salesiano y ha sido codificado en los textos constitucionales y en los documentos capitulares.

La animación resulta uno de los tres puntos fundamentales que aseguran la realización de una pastoral-educación y exige la elección del proyecto y de la comunidad educativa.

El asociacionismo ha aparecido como una experiencia capaz de recoger las nuevas exigencias educativas de personalización y participación. Han surgido grupos y asociaciones autónomos o unidos en formas diversas. Salesianos e Hijas de María Auxiliadora han tratado de hacer educación y pastoral en esa realidad.

La animación y el animador de grupo han aparecido así en el centro de la problemática, de las preguntas y de las posibilidades educativas.

La animación actúa preponderantemente en el tiempo libre, considerándolo como un lugar original de formación para que los jóvenes puedan seguir encontrando el sentido de su propia vida.


Confrontación con los nuevos desafíos

Si el término animación parece ser el más adaptado para expresar el camino de la reflexión educativa hecha en los últimos años, parece también el más idóneo para responder a los desafíos del proceso de cambio cultural que está influyendo en la humanidad entera, y para sugerir las respuestas exigidas por las nuevas generaciones para un crecimiento integral.

El animador tiene que conseguir especificar esos desafíos, formularlos y jerarquizarlos correctamente para encontrar respuestas convenientes a los problemas reales. Para eso, señalaremos algunas de ellas:

- Se asiste hoy a una proliferación de imágenes de hombre frecuentemente contrapuestas y/o distorsionadas: vivimos en un mundo en donde se relativiza; en este contexto, estamos invitados a acompañar a los jóvenes en su maduración como personas cristianas. Se hace necesario darle al joven herramientas para que se defienda de la gran dispersión a la que está expuesto en la vida social. El grupo, en efecto, es en donde los jóvenes, en sintonía con el ambiente cultural, social y eclesial, pueden llegar a proyectar una imagen cristiana del ser humana hacia la cual pueda orientarse.

- Nos encontramos en un mundo de ofertas sensoriales obsesivas, en donde prevalecen el exitismo y el hedonismo que hacen que el hombre se extravíe en la confusión de valores y de sentido de la vida. El desafío para los jóvenes está en lograr un equilibrio entre razón y sentimientos, libertad y ley interior, individualidad y solidaridad, vida privada y participación social, en donde el centro de gravedad de todas las acciones esté en Cristo. El animador debe prepara al grupo y al joven, no a desechar la cultura ya hecha, sin a reelaborarla.

- Con mucha frecuencia, se constata que se vive en ambientes marcados por la secularización (vivir como si Dios no existiese) y el ateísmo práctico (esto es, decir que “se cree en Dios” pero se vive “como si no existiera”); en donde cuestiones fundamentales de la vida se dejan a merced de una extrema racionalidad o, a lo sumo, al propio criterio (“cada uno tiene su propia verdad”, “todo está bien cuando vos estás bien”). El desafío es encontrar la creatividad para anunciar el Evangelio.


Los problemas que se plantean a la animación

1º) Conseguir que la propuesta salesiana sea una verdadera experiencia formativa que responda a los desafíos aquí estudiados: el animador debe cuestionarse si las vivencias en una comunidad salesiana es verdaderamente una experiencia formativa o si es solo un lugar para entretenimientos, una satisfacción de carencias, o un grupo social que ofrece deportes, música, convivencia, turismo, o espacios para debatir temas de interés..

2º) Se hace preciso clarificar el método educativo que debe aplicarse al grupo: la animación no se reduce solo al método, sino que implica un concepto de la vida y de la educación, un horizonte religioso y objetivo que expresan la síntesis entre la fe y la vida. El animador debe optar entre fomentar una verdadera colaboración del grupo en la elaboración de metas y contenidos, o si solo se pretende la imposición de la autoridad del animador. En la animación los protagonistas principales son los chicos que componen el grupo.

3º) Definir el perfil salesiano del animador, como así también de sus funciones, su competencia y encontrar el estilo con que se han de proponer los contenidos, ya sean culturales y sociales, ya sean religiosos y eclesiales. Lamentablemente, para muchos hacer animación solo significa jugar, estar juntos, sin preocuparse demasiado por transmitir a los jóvenes los grandes valores de la cultura y, sobre todo, de la fe cristiana.


La función global y las tareas del animador

La función general consiste en garantizar con su presencia y competencia la unidad y calidad del itinerario formativo del grupo.

Un grupo está convenientemente animado si logra recorrer un camino en el que su ciclo vital como grupo y las fases de su crecimiento humano y de fe se integran entre si, hasta constituir un itinerario único.

Unidas a esa función global, hay algunas tareas que son subrayadas precisamente por la incidencia que tienen en el desarrollo del itinerario.

- La primera tarea es ayudar a los jóvenes a llegar a ser grupo, desarrollando un sistema de interacciones positivas tales, que se pueda hablar del grupo como de un sujeto educativo.
- La segunda tarea es mediar entre el grupo y el ambiente educativo, social y eclesial, favoreciendo un intercambio enriquecedor de estímulos y proyectos.
- La tercera tarea es ayudar al grupo a elaborar un proyecto propio, para experimentar un nuevo estilo de vida y capacitar a los individuos para hacer su proyecto personal.
- La cuarta tarea es ayudar al grupo a que estimule la maduración de cada persona, hasta descubrir la propia vocación en la sociedad y en la Iglesia.

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