Buscar en mallinista.blogspot.com

martes, 16 de diciembre de 2008

Cuando la culpa nos puede acercar a Dios

Friedrich Nietzche, uno de los filósofos más reconocidos de la historia, llegó a afirmar que "la culpa es una enfermedad católica". Muchos se ha dicho acerca de la culpa y su relación con el pecado.

No son pocos los que, coincidiendo con Nietzche, reniegan contra lo que enseña Nuestra Madre Iglesia hablando de lo dañino que sería para la propia persona asumir la culpa y el pecado. Considero que muchas de esas personas que maldicen a la Iglesia no conocen a fondo la catequesis católica y se dejan llevar por propios impulsos o algunas experiencias negativas.

Vamos por partes.

A diferencia de las máquinas y de los animales, los seres humanos actúan según su inteligencia que es la que, si es usada correctamente, la que nos puede ayudar a ser verdaderamente libres.

Todos los humanos somos seres limitados y falibles. Por más buena voluntad que se pueda tener, nadie está exento de la posibilidad de equivocarse y, a raíz de ese error, poder ocasionar algún daño a otras personas.

Si bien es cierto que no podemos vivir intentando medir todas las consecuencias de cada mínimo acción que a diario hagamos, hay que tomar conciencia de que hemos nacido para vivir en comunidad y, por lo tanto, hasta las más mínimas acciones, buenas o no, alguna repercusión produce en otras personas, estén cercanas a uno, o no. Y es más que obvio que una mala acción atenta también contra la propia persona.

Es de buen hijo/a de Dios reconocer los errores cometidos (voluntarios o involuntarios) y, cuando corresponde, asumir la responsabilidad por el daño que se le haya producido a otra persona a raíz de esa mala acción.

El sentimiento de culpa es como un aviso que la propia conciencia envía diciendo que "algo" no estuvo bien. Por más que muchos/as lo nieguen, más allá de la religión que se tenga o que no se tenga, es inherente a la naturaleza humana el sentir la voz de la conciencia. La culpa empieza siendo una llamada que nos alerta de un mal determinado y hasta de algún peligro inminente. Ni más ni menos.

El diablo está siempre interesado en que todos y cada uno de nosotros no nos acerquemos a Dios y es por eso que el Maligno interviene también para complicar más el panorama de dos posibles formas:

■ rechazar toda culpa: esto es, a modo de una defensa mal entendida, la persona reacciona violentamente contra la culpa negando la existencia de esa mala acción y, peor aún, de las malas consecuencias que puede tener para si mismo y para otras personas; de esta manera, la persona busca argumentos para hacer callar la propia voz de la conciencia

■ usar la culpa negativamente: una persona reconoce que se ha equivocado y reconoce las consecuencias de eso, pero en vez de recurrir al Amor de Dios, se menosprecia a si mismo por haber pecado; este menosprecio provoca una caída de la propia autoestima y, por ende, se pierde la confianza en uno mismo y en Dios para poder subsanar el daño provocado.

El perdón viene de Dios

La culpa es tan solo el primer paso. Un buen cristiano no se deja amedrentar por el sentimiento de culpa, sino que debe servirle para darse cuenta de la propia pequeñez y de cuanto necesitamos de Dios en esta vida.

Los invito a recordar la Parábola del Hijo Pródigo (Lc 15, 1-3.11-32). Cuando el hijo después de haber malgastado la herencia recibida por adelantado de parte de su padre, pudo tomar conciencia de su error: sintió culpa. Pero nos detengamos a analizar su reacción ante la culpa: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Ese hijo admite su pecado, asume su pequeñez... y decide volver al Padre. Meditemos como la culpa no aplastó al hijo, sino que lo ayudó a darse cuenta de su error, de todo el daño que causó su conducta y recurrió a Dios mismo, quien lo recibió con todo su Amor.

Si la culpa es el primer paso, el paso siguiente tiene que ser buscar inmediatamente a Dios. Si las personas no siempre perdonan, Dios sí. Dios no puede hacer otra cosa que no sea amar y, debido a ello, nos ofrece siempre el Perdón para sanarnos y sanar a quienes hemos herido.

Hay que tener en cuenta que el perdón nada tiene de mágico ni instantáneo. El perdón lleva su tiempo. El perdón es un camino hacia la Paz. Un alma puede vivir en paz cuando está vacía de todo rencor, es decir, porque tiene la capacidad de perdonar sinceramente.

A los seres humanos nos cuesta perdonar, a algunos mucho más que a otros. Es por eso que, para perdonar,
necesitamos estar unidos a la Fuente del Amor, a la Fuente del Perdón que es Dios. Se hace preciso entregarse al Espíritu Santo en la oración para que Él nos guíe y nos enseñe a perdonar para continuar nuestro viaje por esta vida en Paz.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...