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miércoles, 10 de diciembre de 2008

Dignidad para morir...

En el día de hoy, Europa se encuentra conmocionada porque la televisón inglesa divulgará un video en donde se muestra a un docente jubilado (en la foto ubicada a la derecha de la pantalla) dejándose matar porque ya no resistía más su enfermedad crónica.

Nacido en los Estados Unidos, Craig Ewert, estaba casado y era padre de dos muchachos; residía en Harrogate, en el noreste de Inglaterra. Su vida cambió cuando en abril de 2006, luego de unos estudios médicos, recibió un duro diagnóstico: en el transcurso de dos a cinco años, una enfermedad neuronal y mortal paralizaría todo su cuerpo. Ciertamente, la enfermedad avanzó más que lo temido, y a los pocos meses, ya estaba en silla de ruedas, no podía respirar por si mismo.

Preso de la desolación, Craig decidió recurrir "Dignitas", una entidad que se "especializa" por "ayudar" a que personas que sufren enfermedades terminales acaben rápidamente con su vida. En compañía de su esposa, ese pobre hombre fue internado en una clínica que dicha entidad posee en la Ciudad de Zurich (Suiza). Craig consintió la filmación de sus últimas horas de vida para hacer un documental a favor de la eutanasia. En ese documental, se dio tiempo para explicar su drástica decisión; al respecto, afirmó "Si hubiera estado completamente paralizado y no hubiera podido hablar, ¿cómo le hubiera podido decir a alguien que sufro? Habría sido un infierno. De haberme decidido por la vida, me habría decidido por la tortura".

En ese nosocomio, asistido por otras personas, Craig Ewert ingirió una dosis mortal con un somnífero; posteriormente, con su boca, el paciente activó un temporizador que desconectaría el respirador artificial 45 minutos después. Todo fue filmado en presencia de la esposa de Ewert.

El "suicidio asistido" (¿?) está condenado por la leyes inglesas: quien "ayude" a una persona a morir puede recibir un castigo de hasta catorce años de cárcel. Es por eso, que cada año, decenas de británicos que quieren acabar con su propia vida concurren a la Clínica que "Dignitas" posee en Suiza, país en donde la eutanasia es legal.

La “eutanasia activa” es una acción deliberada en la que se pone fin a la vida de una persona. Administrar una droga mortífera a una persona que sufre es “eutanasia activa” aunque eufemísticamente la llamen “muerte misericordiosa”, o cualquier otro término que suene bien. En realidad es matar intencionalmente a un ser humano. La “eutanasia pasiva” ocurre cuando a una persona se la deja morir en vez de administrarle medicamentos o someterla a tratamientos médicos que la mantendrían viva.

Holanda y Bélgica son los únicos países que permiten la eutanasia activa, mientras que Suiza autoriza la fórmula del suicidio asistido -el paciente, con ayuda de terceros, acaba con su vida-

Este episodio recrudece más el debate social que se ha dado en Inglaterra. Entre los ingleses está aún fresco el caso de Daniel James, un joven de 23 años, que pidió que lo "ayuden" a morir ya que no soportaba el hecho de haber quedado paralítico por un accidente que sufrió mientras jugaba al rugby. El muchacho estaba deprimido por lo que le ocurrió, por lo que había tenido tres intentos de suicidio. En una actitud cuanto menos cuestionable, sus padres lo complacieron y lo llevaron a esa clínica suiza para que terminara con su propia vida. Como "Dignitas" no ha divulgado los nombres de quienes acompañaron al joven Daniel en sus últimos instantes de existencia, la justicia inglesa no ha podido procesar a sus padres.


La cultura de la muerte

Tal como sucede con el aborto, la eutanasia es producto de la creciente cultura de la muerte en la humanidad toda. Los que son partidarios de la muerte recurren a frases y/o eslóganes simpáticos y marketineros para captar nuevos adeptos; en el caso de la eutanasia, se habla de "muerte digna", "muerte misericordiosa", "derecho a morir".

Claro que debe ser muy difícil "estar en los zapatos" de una persona que padece una enfermedad terminal y sufren dolores indecibles. Esa situación afecta el estado de ánimo de la persona sufriente como también de las personas que lo aman.

En esos momentos terribles, es cuando el ánimo hace perder la objetividad y se pueden tomar decisiones trascendentales que no siempre son las correctas. Ahí están grupos interesados que se esperan agazapados en medio de la desesperación ajena para hacer sus negocios: es sabido que tanto el aborto como la eutanasia mueve un negocio más que rentable.

A los que son partidarios de la eutanasia poco y nada les importa si quien pide morir padece realmente de una enfermedad terminal: pareciera ser que basta con que la solicite para poner en marcha ese macabro procedimiento para matar.

Se puede afirmar que el "derecho a morir" no existe porque nunca nadie pudo ser propietario de la vida que se tiene: nunca nadie pidió nacer, nadie puede disponer de su salud (aunque sí hacer todo lo posible para cuidarla).

El favorecer la muerte de una persona moribunda traiciona la ética de cualquier médico ya que, al momento de recibir su acreditación profesional, hace el solemne juramento de preservar siempre la vida y no provocar la muerte ajena "ni siquiera movido por las apremiantes solicitudes de cualquiera".

Por último, hay que hablar de la responsabilidad que le cabe a la prensa en situaciones como la que hoy se plantea. Muchas veces, lamentablemente, los medios de comunicación están más pendiente de las noticias impactantes que les harán vender más y más, y se desligan de su responsabilidad social que es informar formando. En este caso puntual, al divulgar este material no se hace más que apología de la muerte.

Creemos en el Dios de la Vida

También se dan muchos casos heroicos de personas que pudieron sobrellevar su enfermedad hasta que su vida acabó dignamente. Ni hablar de los casos en que hay personas que cuidan de un enfermo terminal y/o que no sabe de su vida.

Nuestra Madre Iglesia se ha pronunciado varias veces en contra de la eutanasia. Al respecto, leemos en el Nuevo Catecismo de Iglesia Católica:

2276 Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible.

2277 Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable. Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre.

2278 La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el "encarnizamiento terapéutico". Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

2279 Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados.

Doy fe del caso de Delia y José, un matrimonio que reside en la Ciudad de Buenos Aires, que diariamente cuidan de su hija que actualmente tiene unos 46 años y está postrada desde los tres años de edad producto de una parálisis cerebral a causa de una meningitis. Es conmovedor como ellos alimentan a su hija, la cuidan, la bañan, la llevan al médico cuando corresponde. Lejos de quejarse del destino que le tocó a su hija, se los vé siempre de buen humor, pujante y optimista: su amor de padres puede más que cualquier adversidad.

Ciertamente, el suicidio representa un pecado grave porque, al atentar contra la propia vida, significa oponerse deliberadametne a la voluntad de Dios que es quien sabe cuando uno tiene que morir. Pero, me parece apresurado decir que toda persona que se suicida va directamente al infierno: DIOS ES EL ÚNICO JUEZ... Y TODO QUEDA A SU MISERICORDIA.

La vida misma nos representa un misterio. La muerte también lo es.

Los católicos creemos en Dios que es Amor, que es Vida. Solo Dios es el verdadero propietario de la vida, solo Él dispone de ella. Él es que nos presta la vida y después, en un determinado momento que solo Él sabe, nos la pide de vuelta. Entonces, está en cada uno de nosotros en honrar la vida que se tiene.

A la luz de la fe, Cristo es quien puede consolar a un corazón sufriente en situaciones extremas. Cada vez que nos toca sufrir en esta vida por la circunstancia que fuere, puede ser reparador contemplar un crucifijo para entrar en contacto con el Señor. Él padeció injustamente numerosos tormentos físicos hasta ser salvajemente asesinado en una Cruz; pero, aún así, Jesús nunca actuó con resentimiento, con odio y/o deseo de venganza sino que con su Resurrección nos abrió las puertas de la Vida Eterna.

(fuentes: www.elpais.es; www.corazones.org)

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