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miércoles, 24 de diciembre de 2008

Lo humano y lo Divino se reconcilian en Cristo

Hacen un poquito más de 2000 años, en un pueblito insignificante que estaba bajo el dominio del poderoso Imperio Romano nacía un hombre que cambiaría la historia de la humanidad para siempre. Decenas de pasajes del Antiguo Testamento se refieren a Él: en Él se cumplieron todas profecías anunciadas.

Este hombre nació en el seno de una familia de escasos recursos económicos. Tanto sus padres como sus demás parientes no tenían relevancia social alguna. Aún así, su nacimiento sobresaltó al gobernante de su región que intentó sin éxito eliminarlo. No hizo extensos viajes, tan solo una vez salió de país y fue cuando era niño.

Vino a este mundo para ser Rey de Reyes. Aunque su Reino no era precisamente de este mundo, no se regía por parámetros que todos conocemos. Este hombre vino a redimir a la humanidad entera que estaba herida gravemente por el pecado original. EN Él lo humano y lo divino se reconcilian y se unen.

Si bien no estudió medicina, ni psicología, ni psiquiatría, sanó muchos corazones rotos. Vino en búsqueda de los pecadores para redimirlos e invitarlos a dejarse transformar por Dios. Él recreó la forma de comunicarnos con Dios.

Hubieron muchos que creyeron en Él y, por eso, cambiaron su vida. Otros no lo soportaron e hicieron todo lo posible para matarlo. Fue injustamente arrestado como un criminal. Fue salvajemente torturado. Fue brutalmente asesinado en la Cruz. Pero la Muerte tampoco pudo detenerlo. Resucitó. Traspasó la Muerte para abrirnos la Puerta a la vida Eterna.

Este hombre no escribió ningún libro pero no hay biblioteca en el mundo que alcance a contener todos los libros que se escribieron acerca de Él. A lo largo de muchos siglos, se sucedieron personas poderosas que intentaron vanamente censurar su Santo Nombre; "ilustres" pensadores intentaron vanamente ridiculizar sus enseñanzas; otros tantos proscribieron a su Iglesia... pero nada ni nadie pudo detenerlo. Su Palabra trascendió a través del tiempo.

No s dejó una promesa: "Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos" (Mt 28,20), con los que nos deja la certeza de que día a día nos acompaña para que, al final de esta vida, todos y cada uno de nosotros pueda llegar a Buen Puerto.

Este hombre vino a mostrarnos el camino de vuelta a Dios. Este hombre es Dios. Ese hombre es Jesús y hoy celebramos su Nacimiento.

¡Feliz Navidad, queridos lectores de esta página!

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