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martes, 28 de enero de 2014

Don Bosco, misionero

Agradezco este encuentro en una jornada que está en línea de continuidad con el 11 de noviembre de 1875, cuando Don Bosco envió la primera expedición misionera. Desde este punto de vista quisiera que nos pusiéramos en sintonía con lo que ha representado la inspiración de Don Bosco, su inspiración original, incluso porque el tema que me han propuesto es ofrecer la misionariedad de Don Bosco, la dimensión misionera de su vida y de su carisma, de su misión y, por tanto, el testamento espiritual que nos ha dejado. Este momento, además, nos ofrece la oportunidad de entender mejor la respuesta que estamos llamados a dar hoy, porque no cabe duda de que hoy existe una manera diferente de entender la misionariedad, de realizar la "misión ad gentes".

 Yo, pues, os digo inmediatamente de donde provenía la misionariedad de Don Bosco, cuáles han sido las razones de su celo misionero.

Se trata de tres grandes elementos que deben ser un punto de referencia para todos nosotros.

El primero es el de ser obedientes al mandato del Señor Jesús que, en el momento de la Ascensión, antes de partir de este mundo al Padre, nos ha dicho "seréis mis testigos hasta los confines de la tierra" (He 1,8) Esto quiere decir que para nosotros creyentes, para nosotros Salesianos, FMA, miembros de la Familia Salesiana, jóvenes, la primera razón para ser misioneros es la obediencia al Señor Jesús. Desde esta perspectiva no debería ser algo extraordinario ser misionero. Sin embargo está siendo así, tanto que se piensa en ellos como en héroes, cuando no hacen sencillamente más que lo que el Señor ha pedido hacer, ser sus testigos hasta los confines de la tierra, o sea, una tarea hasta el fin del mundo. Siempre hay, pues, espacio para la misión. Todos estamos llamados a ser misioneros, y éste es tiempo de ser misioneros, más que nunca.

El segundo elemento que está en la base de la gran dimensión misionera de Don Bosco es la convicción del valor fermentador del Evangelio, o sea, la convicción de que el Evangelio tiene la capacidad de hacer fermentar todas las culturas. En uno de los documentos más bellos de la Santa Sede, La Evangelii Nuntiendi, del 1975, Pablo VI ha dicho por una parte lo que es obvio, que el Evangelio se puede inculturar en todas las culturas, y es cierto que se puede expresar diversamente, según las culturas, pero que el Evangelio está llamado a no identificarse con ninguna cultura. Para entender por qué el Evangelio no puede identificarse con ninguna cultura basta mirar a la cruz. La cruz hace saltar por el aire la cultura hebrea, que cerrándose en sí misma, por no dejarse purificar y trasformar por Jesús y por su Evangelio, afirme, como dice el Evangelio de Juan en el capítulo 19, versículo 6: "Nosotros tenemos una ley y según esta ley debe morir". La crucifixión pone en crisis las culturas en todo lo que hay de deshumano, en todo lo que no corresponde al designio de Dios sobre la dignidad de todas las personas, sean de la cultura que sean, o del sexo, raza, o color de la piel que sean. La cruz obliga a la cultura, a cualquier cultura, a revisarse: Por eso no existe evangelización si no se toca el nervio de la cultura, el alma de la cultura, los centros de decisión de la persona. Y un ejemplo lo hemos visto en lo que se ha sucedido en Ruanda y en Burundi, dos pueblos en los que el Evangelio ya había llegado hace siglos y que, apenas hace veinte años, han vivido un genocidio en el que se ha matado un millón de personas, la mayoría cristianos. Entonces ¿qué quiere decir esto? Que el Evangelio no había tocado el nervio de la cultura. Toda cultura es importante porque es el espacio donde las personas nacen, crecen, se desarrollan, aprenden a relacionarse, a afrontar la vida, pero la cultura tiene sus límites. Esta es la convicción de Don Bosco, la fuerza fermentadora del Evangelio capaz de asumir sí, pero al mismo tiempo de purificar y elevar las culturas. Dicho con otras palabras, todo el mundo tiene necesidad del Evangelio.

Cuando hablamos de misionariedad no estamos pensando sólo en Oceanía, en Asia, en África, en América latina, sino también en Europa. Esta cultura de Europa de hoy tiene tanta necesidad de ser evangelizada. Por eso es que, aunque no todos vais a ir a las misiones, sí todos debéis ser misioneros en donde os encontréis.

El tercer elemento que nos ocupa es muy específico de la misionariedad de Don Bosco y su predilección por los jóvenes, consciente de que ellos no cuentan en el tejido social de los pueblos, y parecen resignarse a ser sólo consumidores del producto experiencias y sensaciones, o espectadores de la historia, en vez de protagonistas. Esto, sin embargo, no corresponde al Evangelio, a la praxis de la idea de Jesús, que cuando se le pregunta "¿quién es el más importante?", llama a un niño y lo pone el centro. Lo cual quiere decir que los jóvenes, los niños y los adolescentes deben estar en el centro: este es uno de los elementos del patrimonio espiritual salesiano más rico que debemos llevar a todas las culturas done vayamos, y donde los jóvenes no suelen contar.

Hemos comenzado este encuentro con la pregunta de si os ha gustado la película de Don Bosco que ha trasmitido la RAI. A mí sí me ha gustado mucho, precisamente por esto, porque nos ha hecho ver a un hombre sensible a la realidad social, un hombre que ha visto en los muchachos pobres y abandonados la señal de Dios que le indicaba su misión, un hombre que debe tal vez abrir caminos nuevos como sacerdote, un hombre que no ha tenido otra razón de vivir que los jóvenes; un hombre que ha descubierto que, aunque los jóvenes no cuentan para la sociedad, ellos son la porción más delicada y por eso necesitada de oportunidad, de recursos y de inversiones para su desarrollo; un hombre que ha sabido creer en ellos y ha apostado por su educación, con un estilo innovador, hecho de cercanía, confianza, amistad, amor, y que ha dado resultados maravillosos como lo demuestra el hecho de que los muchachos han sido los que han compartido con Don Bosco la pasión educativa y han prolongado su obra en la historia. ¡Los jóvenes no son sólo el futuro: son el presente!

Ahora trato de precisar cada uno de los tres elementos que he indicado.


La obediencia al mandato de Jesús: ser testigos de Cristo.

Tenemos que ser testigos de Cristo, para una Europa y para un mundo, de la esperanza, porque parece que ya no hay esperanza. Parece que hemos llegado a la conclusión de que es posible una trascendencia al infinito del sector económico y tecnológico, convencidos de la dignidad de los derechos, pero sin trascendencia, encerrados en una inmanencia sin futuro, condenados como Sísifo a llevar harta la cima de la montaña una pesada piedra sobre las espaldas sólo para experimentar que cuando se está por llegar a la cumbre, la piedra cae hasta el fondo y se debe volver a salir del punto de partida.

Estamos asistiendo al nacimiento y al desarrollo de una cultura sin futuro por falta de esperanza. Entonces ser cristianos quiere decir apostar por un mundo, por una Europa de la esperanza.

¿Qué significa esto? Juan Pablo II lo ha expresado con claridad meridiana, o sea, dar alma cristiana al proceso de integración de Europa. Y esto se resuelve no sólo reconociendo las raíces cristianas de la Europa del pasado, sino sobre todo con la presencia de cristianos que puedan testimoniar y decir qué significa ser cristianos en una Europa que ha decidido organizarse sin Dios, como los constructores de la torre de Babel en tu intento de llegar al cielo, con sus propias manos, como quien quiere quitar el cielo a Dios para ser ellos mismos Dios. ¿Qué significa ser cristianos capaces de poder dar alma cristiana a Europa? Significa construir un mundo acogedor. El mundo en el que vivimos no es nada acogedor. Baste ver el problema siempre más candente de los emigrantes, de los desplazados por las guerras y las guerrillas, de las víctimas de los desastres naturales pero también de las grandes locuras e injusticias; significa apostar por un mundo más solidario en un contexto de globalización en el que se privilegia el éxito individual, “to be the number one”; significa tener una manera diferente de concebir a la persona, a la comunidad, al tejido social, al mundo. Significa construir un mundo siempre más respetuoso de la diversidad. Por eso afirmaba que esta expedición misionera está en la línea de continuidad con la primera de Don Bosco del 1875, pero también diversa. Hoy ya no podemos imponer el Evangelio. Podemos sólo proponerlo pero no imponerlo. Hace nueve años, cuando me concedieron el doctorado honoris causa por la Universidad de Turín, se le concedió también al Profesor Romano Prodi, el cual en su lección magistral presentó su experiencia como Presidente de la Comisión Europea. Entre otras cosas nos dijo que, en su relación con las otras naciones, Europa no puede imponer la democracia en ninguna parte del mundo, sino simplemente proponerla. De la misma manera hoy tampoco se puede imponer el Evangelio, tenemos que ser respetuosos de la diversidad cultural, religiosa, y colaborar en la construcción de un mundo siempre más comprensivo, más tolerante.

Esto es lo que significa ser siempre obedientes al mandato de Cristo. Me parece importante tratar de dar contenido a esto, hacerlo programa educativo, programa pastoral, si no se convierte en un eslogan publicitario sin contenido.


El segundo punto, el del valor fermentador del Evangelio

Aquí quisiera hablar del problema de la globalización como se la entiende y vive en las esferas económicas, que implica ni más ni menos que el paso se mercados nacionales a internacionales, un fenómeno invasivo ya que, como lo constatamos por todas partes, se trata de un proceso de intercambio planetario que pone en conexión economía, finanza, naciones, culturas, valores, y religiones, casi homogeneizando todo. Resulta fácil entender e imaginar el influjo negativo de la globalización para los países pobres. De hecho se da un abuso de las poblaciones, un dominio de las multinacionales, el proteccionismo económico, la crisis y fragilidad de las economías, la exclusión de las minorías, y se podría continuar hasta denunciar los medios con los que millones de hombres y mujeres son humillados en su dignidad, atropellados en sus derechos.

Cierto, no condeno la globalización. Es una realidad humana, por tanto no es una fatalidad sino una oportunidad, que tiene también implicaciones positivas. La apertura de horizontes, el intercambio planetario de información, el conocimiento de la situación de pobreza y de explotación generalizado, la creación de centros culturales internacionales, la conciencia de solidaridad internacional y apertura a los intercambios estructurales. Pero ¿qué quiere decir que no es una fatalidad sino una oportunidad? Significa que debe ser gobernada políticamente, orientada positivamente en la dirección indicada anteriormente de la solidaridad universal. Juan Pablo II insistía en la necesidad de humanizar la globalización, de darle un rostro humano. Este es la apuesta real de la globalización que nos implica a todos y cuestiona sobre todo a las nuevas generaciones. Porque el significado más grande no es el económico, ni siquiera el social y político, sino el antropológico.

El desafío consiste, pues, en garantizar una globalización centrada en la persona que es el presupuesto de la globalización de la solidaridad, de la paz y de los derechos humanos. Sólo centrándola en la persona, en los jóvenes, en los adultos, en los discapacitados, en los emigrantes, o sea, partiendo de los últimos, la comunión entre los individuos y pueblos, puede ser valorada por encima de cualquier sistema, idea o ideología. Yo insisto en que el problema en el mundo no es la pobreza, sino la cultura imperante, o sea, un modo de pensar, de entender la persona humana, de organizar el tejido social, la relación internacional que favorece el individualismo, la avaricia, el egoísmo, el predominio del bien individual sobre el social, la exclusión, la segregación. Bajo este punto de vista no estoy convencido de que el problema del mundo a nivel internacional sea sólo “a new governance”, como postulan algunos, sino que se necesita “un nuevo orden internacional”. Hacen falta planes de acción, inversiones para crear nuevas oportunidades de trabajo, coraje para pasar del plano escolástico de pura instrucción a una planificación integral, conscientes de que la educación es una prioridad para superar la pobreza y cambiar la cultura.

La Unesco, en el preámbulo de su constitución, afirma que el crecimiento de una nación es necesario pero no suficiente y que el desarrollo político es indispensable pero no suficiente, que el verdadero welfare depende de la solidaridad intelectual y moral de la sociedad. Es necesario tocar las culturas tan heridas por esta globalización, secuestrada por la economía, con la fuerza del Evangelio y de nuestra presencia educativa. Para globalizar la solidaridad, la paz, los derechos humanos, es necesario apostar sobre todo por la educación de los jóvenes. Es nuestra oportunidad, como nunca, para nosotros Salesianos, HMA, Familia Salesiana, Voluntariado Salesiano. Es también necesario y urgente actuar porque los jóvenes son los más expuestos al riesgo, al poder injusto y malo, porque no tienen experiencia, ni preparación, son frágiles. Los jóvenes, con su presencia están llamados a enriquecer a los pueblos, las culturas, a transformarlas. Esta era la convicción de Don Bosco. Los jóvenes están llenos de vida nueva, llevan alegría y música a nuestros corazones.

Pues bien, ¿cómo ayudar a los jóvenes a superar los grandes problemas que afrontan, problemas del presentismo, del la fragmentación de su persona, de la ética del "autoservicio" sin valores absolutos? Repito: en este mundo globalizado necesitamos una nueva cultura: una cultura de la libertad responsable. Decía Víctor Flankl que así como en la costa Este de los Estados Unidos se había alzado la estatua de la libertad, enviada por Francia como regalo, en la costa Oeste debería erigirse la estatua de la responsabilidad. Necesitamos no sólo una cultura de los derechos sino una cultura de los deberes, una cultura de la libertad responsable al servicio de los otros que nos ayude a superar la lógica de poder, del individualismo prevalente. ¿Qué hace falta para crear esta nueva cultura? Implantar una cultura de la esencialidad contra el empobrecimiento general de los bienes materiales y espirituales. Una cultura del amor contra la de la idolatría del cuerpo y de la prostitución del espíritu a la que estamos asistiendo. Implica honestidad cultural para llamar a las cosas por su nombre, llamar malo a lo que es malo, bueno a lo que es bueno, denunciar sin miedo lo que es injusto, la violación de los derechos de los débiles sin demonizar o canonizar todo y a todos. Implica superar el culto al cuerpo (basta ver la horas que gastan los jóvenes y no sólo los jóvenes en actividad de body building e fitness) hasta convertirse en una idolatría. Me pregunto ¿de dónde sacaba Madre Teresa la luz para ver las necesidades de los más pobres y la energía para ir a su encuentro? No del “body building”, sino del corazón. Está bien la salud y el cuidado del cuerpo, pero no se puede llegar a una corpolatría. Implica el coraje de ser solidarios, de compartir los propios bienes materiales y espirituales y luchar contra el desperdicio de las cosas, de la naturaleza, del lenguaje, del sufrimiento, de la alegría, del amor.

He aquí, queridos, lo que significa estar convencidos como Don Bosco del valor fermentador del Evangelio. Que debemos asumir todas las culturas pero también purificarlas y elevarlas.


Finalmente el tercer punto: la predilección por los jóvenes

¿Qué hay que hacer? Creer en la centralidad de los jóvenes, como ha dicho Jesús, que ha puesto al niño en el centro. Esto significa el respeto del derecho a la vida, la salvaguardia de la familia.

Comporta luchar contra el individualismo, el consumismo, el relativismo ético, la superficialidad. Implica más concretamente el cuidado de los emigrantes, aprender el diálogo intercultural, el apostar cada vez más por la educación, la formación y la ocupación, la tutela del matrimonio, y el compromiso por una ciudadanía mucho más activa. Tenemos que ser constructores de paz.

Quisiera terminar con una carta que he recibido el día antes de venir, una carta de un joven, Nino Baglieri, un joven que hizo la opción de ser Voluntario con Don Bosco, y que un accidente lo dejó paralítico desde la cabeza hasta los pies. Es una carta que escribió a los jóvenes el 17 de julio de 2004, en ocasión de su profesión perpetua con la que se consagró enteramente al Señor aún clavado en la cama. Fijaos lo que escribe a los jóvenes:

Queridos jóvenes:

Ayudadme a alabar y dar gracias a Dios por todo lo que realiza en mi vida.

Me encuentro desde hace 36 años bajo el peso de la cruz, Jesús hace mi cruz ligera y suave, cambiando mi sufrimiento en alegría. Estoy completamente paralizado, sólo puedo mover la cabeza, pero mi corazón está lleno de alegría y mucho valor para testimoniar al Señor por el mundo entero.

Él me hace caminar por el mundo a pesar de estar quieto en mi lecho, me hace abrazar al mundo aunque no puedo mover las manos.

Estoy contento de poder comunicaros la alegría del Señor; Jesús es la verdadera alegría y yo os invito a saborear su alegría, abrid vuestro corazón a su amor; Jesús es el compañero d la vida, el amigo fiel que no os deja jamás, él cuida de cada uno de vosotros, os lleva de la mano por los caminos de este mundo.

Creedme, el mundo no da la felicidad, huid de los vendedores de muerte, cuántos jóvenes se pierden por los caminos del mundo, la droga, el sexo, el poder, diversiones y placeres que os dejan vacíos, frustrados. Se va siempre buscando cosas que nos den alegría, pero se termina pronto y comienza otra búsqueda.

La verdadera alegría está dentro de vosotros, basta descubrirlo, Jesús es la verdadera alegría, dejaos guiar por su amor y todo será más fácil, él os ayuda a superar toda la dificultad de la vida, alimentaos de su palabra que es Luz para nuestros pasos, acercaos con frecuencia a los Sacramentos, especialmente a la confesión y a la comunión para tener fuerza y para ser auténticos cristianos, hijos de Dios.

Vuestro corazón necesita abrirse al Amor de la Caridad hacia los hermanos. Sed portadores de Paz, siempre prontos a perdonar todo y a todos. No os quedéis indiferentes ante los problemas de los hermanos, haceos cargo de su sufrimiento.

Don Bosco dijo que El HECHO DE QUE SEÁIS JÓVENES ES EL MOTIVO PARA QUE OS AME MUCHO.

Yo también os quiero, estoy cerca de vosotros con la oración y con mi ofrenda de sufrimiento; dad testimonio con vuestra vida del Amor de Dios a los demás jóvenes; debéis ser Luz, Fermento y Sal de la tierra; el Espíritu Santo os dará fuerza para ser sus testigos.

Todos somos llamados a la Santidad, no se excluye a nadie, depende de nosotros, de cómo damos nuestro "Sí" al Señor. Y si alguno siente en su corazón la voz del Señor que lo llama a seguirlo más de cerca, a una vida Consagrada, no tenga miedo de decir el propio "Sí", total, un sí a la vida.

María Auxiliadora sea vuestra guía que os lleve a Jesús, la Maestra y la Compañera de la vida. Os deseo todo bien; rogad por mí...

¡Aleluya!

Nino Baglieri

Don Pascual Chávez V., sdb
Roma – 16 de Septiembre de 2013

(fuente: www.sdb.org)

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