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viernes, 31 de enero de 2014

La experiencia mariana de Don Bosco

"La Virgen María indicó a Don Bosco su campo de acción entre los jóvenes, y lo guió y sostuvo constantemente. Creemos que María está presente entre nosotros y continúa sumisión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos" (C.8).


1. Apertura de Don Bosco a diversas invocaciones marianas

Para Don Bosco, María no es solamente objeto de veneración y de fe, sino una experiencia vital que condiciona en muchas ocasiones sus opciones más profundas y su modo de vivir la propia espiritualidad.

María es, para él, una persona viva y operante que ilumina su camino, sostiene sus esfuerzos y le ayuda de muchas maneras, incluso en ocasiones de manera extraordinaria.

No podemos considerar a Don Bosco únicamente como el propagador e impulsor de la invocación de "Auxiliadora de los cristianos". Sólo captaremos la experiencia mariana de Don Bosco si analizamos la trayectoria de su vida y admiramos su confianza personal en María, "Pastora y Maestra". Maestra concedida por quien es el verdadero "Maestro", Jesús, el Señor, a quien Don Bosco sigue con firmeza y decisión.

En este breve recorrido sobre la vida de Juan Bosco (después “Don Bosco”), podremos caer en la cuenta de que Don Bosco es, ante todo, un cristiano, un creyente que se forma en la espiritualidad de su tiempo, la asimila, la hace opción personal y le ayuda en su seguimiento de Jesús.

Con el tiempo adaptará esta espiritualidad común cristiana a sus intuiciones pedagógicas y a su propuesta de vida espiritual.

Pero durante todo el camino de su crecimiento y madurez espiritual va tomando las invocaciones marianas que las circunstancias y lugares por donde pasa le ofrecen. No sería correcto pensar que Juan Bosco entendió e invocó a María como "Auxiliadora" desde los primeros años de su vida. Fue en sus últimos veinte años cuando se convirtió en "apóstol decidido de tal invocación".

Comenzando por invocaciones muy populares, va madurando y va creciendo como empeño personal también en su forma de ver y expresar su confianza en la Virgen María. Juan Bosco creyente ejemplar nos ofrece el ejemplo de lo que ha podido ser nuestro propio camino de madurez espiritual mariana.

Comencemos por los inicios, por la infancia, por su modo cariñoso de invocar a su verdadera "Guía", a la "Madre que nunca le iba a dejar" (MB V, 155).


2. Infancia y adolescencia de Juan Bosco (1815-1831)

En el territorio de Castelnuovo en diversos pequeños pueblos, Juan Bosco transcurrió los 16 primeros años de su vida: infancia y la adolescencia.

En el ambiente familiar se modela su sensibilidad humana y cristiana. La religiosidad está presente, de manera natural, en todas las acciones de la vida campesina de aquel entorno. El día está marcado por recuerdos referentes a la vida del Señor. Los días, los meses, las estaciones y los años se leen como regalo de Dios.

En este ambiente destaca la influencia de su madre, mamá Margarita, creyente convencida que trata de dar a sus hijos lo mejor que ella tiene: su fe, su espíritu caritativo, su confianza en la Providencia y su empeño en el trabajo de las labores diarias. Pasados los años, Don Bosco deja escrito los siguientes recuerdos respecto a su buena madre, en referencia a las prácticas de piedad en su infancia: "Su mayor empeño fue instruir a sus hijos en la religión... cuando fui capaz de estar con mis hermanos, me hacía ponerme de rodillas por la mañana y a la noche, y todos juntos rezábamos las oraciones en común y la tercera parte del rosario" (MOi 21-22).

En referencia a la devoción mariana que le inculcó su madre queda patente en las palabras que le dirige cuando Juan Bosco va a iniciar sus estudios en el Seminario y viste la sotana. El mismo Don Bosco nos lo cuenta: "Querido Juan, ya has vestido la sotana de sacerdote. Como madre experimento un gran consuelo en tener un hijo seminarista. Pero acuérdate de que no es el hábito lo que honra tu estado, sino la práctica de la virtud... Cuando viniste al mundo te consagré a la Santísima Virgen; cuando comenzaste los estudios te recomendé la devoción a esta nuestra madre. Ahora te digo que seas todo suyo. Ama a los compañeros devotos de María. Y si llegas a sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción a María. Al terminar estas palabras, mi madre estaba conmovida y yo lloraba" (MO 79).

Este elemento materno va a aparecer como decisivo en el sueño que llamamos "de los nueve años". Nos fijamos en las referencias marianas de este "sueño", que se va a convertir en el método educativo y pastoral de Don Bosco. Nos cuenta en sus "Memorias":

"En el sueño me pareció estar junto a mi casa. Al ver una turba de chiquillos que se pegaban me metí enseguida en medio de ellos. En aquel momento apareció un hombre muy respetable, me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras: No con golpes, sino con la mansedumbre y caridad.

-¿Y cómo podré conseguirlo? - añadió - Yo te daré la Maestra - siguió el personaje - Bajo su disciplina podrás llegar a ser sabio, pero sin ella toda sabiduría se convierte en necedad.
- ¿Y quién sois vos que me habláis de este modo?
- Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día.
- ¿Y cuál es vuestro nombre?
- Mi nombre pregúntaselo a mi Madre.
- Ella, tomándome bondadosamente de la mano, me dijo: He aquí tu campo, he aquí donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto. Y poniéndome la mano sobre la cabeza me dijo: A su debido tiempo, todo lo comprenderás" (MO 16).

Nos encontramos delante de una narración rica en detalles y contenido: El protagonista es Jesús, el Señor, que deja paso a quien va a ser la "Maestra", aquella a quien Juan, junto con su madre, en el trabajo del campo o con los libros, va a invocar tres veces al día con la oración del "Angelus". (Cfr. CARLO COLLI, Pedagogía spírituale...)

Respecto a los lugares que acompañan la infancia y adolescencia de Juan, él mismo nos dice, por ejemplo, que "la fiesta más grande para los habitantes de Murialdo y de I Becchi era la Maternidad de María Santísima, que celebraban en el segundo domingo de octubre". En ese domingo va a ser cuando se produce el encuentro entre el niño Juan Bosco y el joven sacerdote paisano suyo, Don Caffaso. (MOi 41-43).

Entre las devociones que Juan Bosco cultiva con especial cariño se encuentra la invocación de la Virgen del Rosario. Es la referencia de su niñez. En un ambiente rural, esta fiesta, colocada en los primeros días del mes de octubre, promovía una especial alegría por el final de las tareas del campo. Las viñas habían dado su fruto y se podía disfrutar del buen tiempo otoñal y de la recolección de los frutos. Al mismo tiempo se rezaba y alababa a la Madre que siempre acompañaba, y se hacía con el rezo del Rosario.

Esta invocación jamás la perdió Don Bosco. De hecho, pide a su hermano José que le deje una de las habitaciones de su casa para dedicarla a capilla, con la invocación de la "Virgen del Rosario".

Esa capilla acogerá durante muchos años a los muchachos que Don Bosco llevaba desde Turín en sus paseos otoñales. Con esta invocación han rezado en su juventud Miguel Rúa, Magone, Domingo Savio. Esta sencilla capilla del Rosario es el pequeño primer "centro de culto mariano" que Don Bosco prepara para invocar a María.

Finalmente, como referencia e invocación mariana de estos años juveniles de Juan Bosco, recordamos sus caminatas desde su pequeño caserío hasta el pueblo y su iglesia parroquial, la iglesia de Castelnuovo. En la parroquia de San Andrés Juan recibe el bautismo, la primera Comunión y la vestición de sotana. A esta iglesia iba con frecuencia a recordar y a rezar.

Y ya que estaba en un lugar al que le había costado subir (porque está en el lugar más alto del pueblo), subía un poco más y se acercaba a rezar ante una imagen de la Virgen, llamada con la invocación de "La Virgen del Castillo", pequeño santuario mariano situado en el lugar que ocupaba un castillo medieval. Particularmente se acercaba a él en las fiestas marianas y en los momentos que buscaba silencio y retiro.

Hasta aquí hemos pretendido contemplar las "raíces" de quien más tarde será el "apóstol de María". Sus raíces no varían con respecto a las de sus paisanos y compañeros de escuela, pero la profundidad y la hondura que tomaron en tales años van a ser decisivas a la hora de proyectar su vida como una vida modelada por la Virgen María.


3. Los años de la juventud. Chieri (1831-1841)

Juan Bosco tiene 16 años. Su madre lo ha visto crecer en gracia y talento día a día. Piensa que es una pena que un joven de esas características no siga avanzando en cultura y formación religiosa. Margarita toma la resolución de enviar a su hijo a las Escuelas Públicas de Chieri (pequeña ciudad cercana a Castelnuovo). Pero allí los gastos van a ser mayores.

El vivir fuera de casa trae unas consecuencias económicas que Margarita no puede afrontar. El joven Juan Bosco no duda en pasar por las casas cercanas de I Becchi para pedir, para solicitar la caridad de sus paisanos. Y con lo que consigue reunir más lo que le va a aportar el trabajo manual que siempre seguirá haciendo puede pagarse la pensión, los libros y la ropa (MBi 1,245).

En esta pequeña ciudad de Chieri Juan Bosco estará 10 años: 4 en el Instituto Público y 6 en el Seminario. ¿Cómo adaptarse a una vida que le era totalmente extraña? ¿Y su vida espiritual, sus oraciones y devociones? ¿Cómo vivió Juan Bosco el cambio que el joven experimenta en su manera de expresar su vida cristiana?

Para comprender mejor lo que supuso el cambio de vida de Juan Bosco respecto a las Escuelas de su pueblo de Castelnuovo tenemos que tener en cuenta que, aunque el Instituto de Chieri era Público, la formación religiosa que se impartía era muy cuidada. Se confiaba tal formación a un Director Espiritual.

La misa era diaria y la confesión mensual. Los domingos y las fiestas los estudiantes debían asistir a las oraciones por la mañana y por la tarde, con su libro de oraciones. En este ambiente de oración y formación estricta la referencia a las oraciones hacia la Virgen María cobra una especial importancia. Aprende a recitar el "Oficio de la Virgen María" y canta las "Letanías".

El mismo Don Bosco cuenta en sus "Memorias": "Quiero hacer notar que el espíritu de piedad era muy cultivado en aquel Colegio de Chieri. En los cuatro años que estuve en él no recuerdo haber oído ninguna mala conversación. Al terminar los estudios, de los 25 alumnos que éramos en clase 21 pasaron al Seminario, tres comenzaron medicina y uno fue comerciante" (MOi 55; 82).

Juan Bosco, durante estos cuatro años de Instituto, podríamos decir que fue un líder juvenil: se ganaba el sustento repasando las lecciones al hijo de quien le recibía o desempeñando diversos oficios en sus horas "libres". Era amigo querido por todos.

Consigue que un amigo judío, Jonás, reciba el bautismo y se haga cristiano, funda un grupo de amigos para influir en el buen ambiente: "La Sociedad de la Alegría", es capaz de plantar cara y retar a un saltimbanqui que alejaba a los jóvenes de las prácticas de piedad, llega a saber lo que es un verdadero amigo a través de su amistad con Luis Comollo... En definitiva: comienza a florecer la vida de quien va a ser "el apóstol de la juventud".

Estas circunstancias externas nos ayudan a entender mejor de dónde sacaba Juan sus fuerzas y su ilusión. Juan era atraído, incluso en este ambiente estudiantil, por Jesucristo. Él lo buscaba y lo visitaba, especialmente en tres iglesias de Chieri: Santo Domingo (de los Padres Dominicos), San Antonio (de los Padres Jesuitas, donde organizaban cada domingo algunas reuniones parecidas a lo que luego será el Oratorio Festivo Salesiano), y la Iglesia Catedral de Chieri, en cuya sacristía Juan se ejercitaba en dar catequesis o reunir a un grupo de niños.

En esta Iglesia Catedral se encuentra un altar dedicado a la Virgen María: "Nuestra Señora de las Gracias". Esta capilla y altar fue construido por la ciudad de Chieri como agradecimiento a la Virgen María, con motivo de la peste de 1630.

Vemos, una vez más, como Juan Bosco incorpora a su espiritualidad los elementos religiosos del ambiente en el que vive. En Chieri tal invocación era "lo popular", "lo más querido". Él se acercaba ante aquella imagen con frecuencia. Se encomendó a ella, sobre todo, en el momento de tener que decidir su futuro.

En sus "Memorias" cuenta las circunstancias de tal decisión: “Se acercaba el final de los estudios en el Instituto. Expuse mi situación a mi amigo Luis Comollo. Él me aconsejó que hiciera una Novena, durante la cual escribiría a su tío párroco. El último día de la Novena, en compañía de mi inolvidable amigo, confesé y comulgué. Oí después una misa y ayudé otra en el altar de Nuestra Señora de las Gracias, en la catedral. De vuelta a casa encontramos una carta del tío de Comollo que me recomendaba no entrar en un convento y comenzar los estudios en el Seminario" (MO 71-72).

Ante esta imagen tan querida Juan va a volver en muchas ocasiones. Después de su ordenación sacerdotal Don Bosco celebró las primeras misas en los altares que le traían recuerdos especiales y habían sido más significativos en su preparación vocacional. En este altar de "Nuestra Señora de las Gracias", el 9 de junio de 1841, celebró su cuarta misa.

Juan Bosco entra en el Seminario de Chieri a la edad de 20 años. Era el 30 de octubre, por la tarde. Varios eclesiásticos que le conocían bien hacen lo posible para que pueda entrar y realizar los estudios de manera gratuita, al menos el primer año (MO 79-80). También le ayudan su párroco y feligreses de Castelnuovo.

La época de Seminario para Juan representa una etapa dura de su vida. No obstante, él supo “hacerse querer” y nos dice en sus “Memorias” que sintió pena el día que terminaba sus estancia en el Seminario.

Juan al entrar en el Seminario, ante todo, observa a los compañeros. Según le había indicado su madre, hace amistad con "los devotos de María y amantes del estudio y la piedad" (MO 81).

Reza todos los días el Rosario, con sus compañeros. En las vacaciones de verano, que pasa en su pueblo, se ejercita en predicar sobre el Rosario y sobre la Asunción, y sobre la Natividad de María, en el pueblo de Capriglio. (MO 86).

Durante esta época de Seminario la imagen ante la cual va a rezar y que él quiere con devoción es la de la Inmaculada. Presidía la capilla del Seminario una hermosa imagen de María que actualmente ha sido donada al Colegio Salesiano de Chieri.

Juan Bosco seminarista, una vez más, se adapta a las circunstancias de la devoción e invocación que le proponen en el ambiente en el que vive. Ante esta imagen de la Inmaculada él va a exponer y hacer oración con sus inquietudes vocacionales y con los problemas que le traían los muchachos de Chieri, a los que enseñaba el catecismo y a leer y escribir en los días festivos (MO 85).

A finales de mayo de su último año en el Seminario hace los Ejercicios Espirituales que le preparan para la ordenación sacerdotal, en la víspera de la fiesta de la Santísima Trinidad, el 5 de junio de 1841. Los propósitos que redacta en esta ocasión demuestran su exquisita formación espiritual.


4.- Don Bosco en Turín (1841-1888)

Al llegar a Turín después de haber celebrado la primera misa privada con su bienhechor y confesor, Don Cafasso, celebra al día siguiente, lunes, en el Santuario de la Consolata, “para agradecer a la Virgen los innumerables favores que le había obtenido de su divino hijo Jesús” (MO 102).

Los primeros años de sacerdocio los pasa Don Bosco dedicados a su formación y a dejarse interpelar por la situación en que veía a los jóvenes abandonados de Turín: reza, estudia y piensa que algo tiene que cambiar en el modo de atender y "prevenir" estas miserias e incultura juvenil. Cuando necesita llevar a la oración las situaciones que está contemplando acude al Santuario de los turineses, la Consolata.

A los pocos meses de su estancia en Turín la Virgen María le va a preparar una ocasión para comenzar a hacer realidad el "sueño de los 9 años". En el día de la Inmaculada, 8 de Diciembre de 1841, Don Bosco inicia su labor de catequesis y "Oratorio Festivo" con un joven necesitado, de 16 años: Bartolomé Garelli. Encomienda estos sencillos inicios a la Santísima Virgen. Pasados los años escribirá el mismo Don Bosco: "Todas las bendiciones que nos han llovido del cielo son el fruto del Avemaría rezada con fervor y recta intención junto con el joven Bartolomé Garelli " (lB XVII, 510).

Llega un momento en que Don Bosco está agotado de fuerzas. Un domingo por la tarde cae al suelo, rendido por el cansancio y por el peso del futuro incierto. Es entonces cuando sus chicos acuden a la Consolata para decir a la Virgen que Don Bosco no podía morir. Lo cuenta de esta manera:

"Aquellos jóvenes espontáneamente rezaban, ayunaban, oían misa, ofrecían sus comuniones. Se alternaban para pasar la noche y el día en oración ante la imagen de la Consolata. Por la mañana encendían velas, y hasta la última hora de la tarde había siempre un número considerable de ellos rezando y suplicando a la Madre de Dios que conservase a su pobre Don Bosco " (MO 171).

El Señor y María lo fueron guiando para que su Oratorio y las reuniones festivas que realizaba con los muchachos que acudían a él tuvieran el lugar soñado y definitivo. Se trataba de un prado y un pequeño cobertizo en el barrio de Valdocco. Es la primera capilla que consigue habilitar y que va a quedar con el nombre de "Capilla Pinardi".

La primera imagen de María que Don Bosco compra es una pequeña estatuilla de la Consolata. Ante esta imagen, que se conserva todavía hoy en día en la capilla Pinardi, rezaron durante años Mamá Margarita, el mismo Don Bosco y los primeros jóvenes recogidos en su Oratorio. Sacaban la imagen en pequeña procesión por el patio en las fiestas marianas, y depositaban ante ella (todavía hoy en día), algunos papelitos con las necesidades e intenciones más urgentes.

El día en que mamá Margarita muere, Don Bosco, muy de mañana, se acerca al Santuario de la Consolata acompañado de su fiel amigo y salesiano José Buzzetti. Con lágrimas de dolor celebra la misa en la cripta de la iglesia y después reza de esta manera ante la imagen de María: "Mis hijos y yo nos hemos quedado sin madre en la tierra. Quédate a nuestro lado y haznos tú de madre".


5. Inmaculada y Auxiliadora

No habían pasado todavía diez años cuando Don Bosco se dio cuenta de que aquella capilla se había quedado pequeña. Eran unos 600 los muchachos y jóvenes que frecuentaban el Oratorio o vivían en él como internado. El 20 de julio de 1851 se ponía la primera piedra de la que se iba a llamar Iglesia de San Francisco de Sales (MOi 226. MBi 4, 277). Muchos amigos y bienhechores colaboraron en la construcción y decoración de la nueva iglesia. Un año más tarde se pudo bendecir e inaugurar (MBi 4, 432-439). Era el 20 de junio, día en que se celebra en Turín la fiesta de la Consolata.

En esta iglesia, uno de los altares estaba dedicado a la Virgen María. Ha permanecido hasta hoy como Don Bosco lo pensó. Ha variado la imagen de la Virgen, que en un principio se colocó la del Rosario y posteriormente una imagen de la Inmaculada, porque ante este altar tuvo lugar la fundación de la Compañía de la Inmaculada, impulsada por el alumno de Don Bosco, Santo Domingo Savio.

La devoción a la Inmaculada era la invocación querida ambientalmente en el Oratorio. Durante 16 años esta iglesia de San Francisco de Sales y esta fiesta mariana sostuvieron la espiritualidad juvenil de aquellos alumnos y primeros salesianos.

La devoción a la Inmaculada se convierte para la pedagogía salesiana en el motor de una serie de valores que están a la base de toda educación: esfuerzo, piedad, bondad, pureza, alegría, compañerismo, vida de familia, vocación... Don Bosco nunca suprimió esta invocación de su método educativo (COLLI, 176).

El desarrollo de la obra de Valdocco y las mismas obras emprendidas fueron tomando tal fuerza que hacían variar a Don Bosco los edificios construidos y hasta la misma concepción de su misión, haciéndose más amplia y hasta universal.

Lo mismo sucedió con la invocación mariana que acompañó este proceso. Se estaba fraguando la necesidad de invocar a María como "Auxiliadora".

En 1862 ya comunicó a los salesianos Pablo Álbera y Juan Cagliero el pensamiento que le venía constantemente:

"Hasta el presente, añadió, hemos celebrado con solemnidad las fiestas de la Inmaculada y en este día comenzaron nuestras primeras obras de los oratorios festivos. Pero la Virgen quiere que la honremos con el título de María Auxiliadora: corren unos tiempos tan difíciles que ciertamente necesitamos que la Santísima Virgen nos auxilie para conservar y defender la fe cristiana. Será la iglesia madre y el centro de donde surgirán todas nuestras obras en favor de la juventud" (Cfr. MBi 7, 333-334).

Y Don Bosco, con esta gran confianza en la Providencia, se puso manos a la obra, sin ninguna base económica sólida. En 1865 se colocó la primera piedra, y el 9 de junio de 1868 se consagró la nueva Iglesia.

Ya en 1844 había tenido un sueño donde se le indicaba el lugar sobre el que habría de construir el Santuario. Y hasta llegó a ver un magnífico templo en cuyo interior destacaba la inscripción "ESTA ES MI CASA, DE AQUÍ SALDRÁ MI GLORIA" (MOi 136).

Aunque la invocación de "Auxiliadora" se encontraba presente en la iglesia desde el siglo XVI, fue Don Bosco quien la adoptó con cariño y la propagó con verdadero celo. A través de sus convicciones y de su predicación, tal invocación pasó a ser popular y juvenil.

El cuadro que preside la Basílica y que el mismo Don Bosco pensó y transmitió al artista, se ha hecho familiar y cercano, haciendo que la eclesiología que encierra se popularice y extienda hasta llegar a nosotros.

Ante esta imagen de María Auxiliadora rezó Don Bosco los veinte últimos años de su vida. Esta imagen presidió las numerosas expediciones misioneras. En aquel templo se realizaron hechos prodigiosos que el Señor permite para ensalzar a la que es Madre que siempre escucha.

En esta Basílica tiene su sede la inicial "Asociación de María Auxiliadora", iniciada por Don Bosco y de la que dependen todas las demás Asociaciones, y que tienen como finalidad renovar constantemente 'el propio compromiso cristiano, con el convencimiento de que tenemos una Madre que siempre fue y será "Auxiliadora".


6. El mensaje que Don Bosco nos deja

¿Qué nos dice este "recorrido mariano" por la vida de Don Bosco? ¿Se ha dando en nosotros un proceso parecido? ¿Cambia nuestra manera de percibir, de sentir, de rezar a la Virgen María?

Don Bosco nos comunica, ante todo, que la propia espiritualidad tiene unas raíces muy concretas, que toman su savia del ambiente familiar y de las circunstancias de personas (sacerdotes, catequistas, parroquia, asociaciones...) con las que tengamos relación. Las cosas no se improvisan, y menos cuando se habla de transmisión y asimilación de valores religiosos.

Don Bosco calaba en el corazón de la gente de su tiempo porque vivía sus mismas "devociones". Fue capaz de "encarnarse", pero no para quedarse "en lo de siempre", sino para aportar a su tiempo algo más. Su recorrido devocional para llegar a invocar a María como "Auxiliadora", supone un camino de crecimiento espiritual y de atención a los signos de los tiempos, que denota empeño y progreso espiritual.

Don Bosco nos deja el mensaje de que es posible percibir la presencia constante de María en nuestras vidas. Él así lo experimentó y lo transmitió. Y lo vivía de tal manera que percibía hasta una presencia "física".

Se lo comunicaba con fuerza a las Hijas de María Auxiliadora cuando, ya anciano, un año antes de morir) corregía las interpretaciones que Don Bonetti hacía mientras él hablaba:" …no, quiero decir textualmente que la Virgen está aquí, en medio de ustedes. Ella pasea por esta Casa y la protege con su manto" (MBi XVII, 557).

Ojalá hoy también seamos capaces de ver y sentir la compañía cercana de María Auxiliadora, que está aquí y en cada una de nuestras casas. Así lo experimentó Don Bosco.

(fuente: www.donbosco.org.ar)

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