Ha nacido el Niño en un pobre portal de un pequeño pueblo. Solos están María y José, acompañados de una mula y un buey. Pero el evangelio y la tradición nos cuentan que, enseguida, Jesús fue visitado y adorado como Dios por unos humildes pastores que cuidaban sus rebaños y por tres poderosos magos que acudieron inspirados desde las remotas tierras de oriente.
Unos tres kilómetros al este de Belén se encuentra el poblado cristiano de Beith-Sahur, que la más antigua tradición consigna como el lugar en que el ángel se apareció a los pastores, tal y como narra San Lucas (Lc II, 8-21). Y allí mismo, para recordarnoslo, existe hoy una preciosa capillita decagonal.
Una muy antigua tradición afirma que los restos mortales de los tres pastores primeros a los que se apareció el ángel Jacobo, Isacio y Josef, se conservan en la salmantina villa de Ledesma, en cuya iglesia, en efecto, hay una arqueta que contiene diversos restos óseos y en la que se guarda un documento escrito donde se hace constar la autenticidad de tales reliquias.
La figura de los magos, que no falta en ninguna representación belenística, tiene una aparición plástica y testimonial antiquísima.
Melchor, Gaspar, Baltasar
La austera descripción que de ellos realizan los evangelios sucita las más diversas interpretaciones, siempre tendentes a aclarar su lugar de procedencia, su número, asi como otros detalles en torno a sus presentes y su presencia ante Jesús. San Mateo cita en el texto evangélico que los Magos proceden de Oriente, y precisar el país concreto del que éstos provendrían fue afán continuo de los primeros apologetas del cristianismo.
La afiliación persa, que desde pronto se dará como definitiva el español Prudencio en el siglo IV ya los describe como tales, la confirman las primitivas representaciones plásticas de los Magos en los primeros siglos, en que aparecen ya con la típica vestimenta persa. Respecto a los presentes que ofrecieron al Niño, ya en un texto irlandés del siglo IX, atribuido a san Hilario, se afirma que Melchor portaba el oro, Gaspar, el incienso y Baltasar, la mirra. Oro, incienso y mirra son, como todos conocemos, presentes de carácter simbólico que recogen la condición divina y humana de Cristo, su redentora resurrección y su preeminencia como nuevo rey de los hombres.
¿Cuál era la condición de aquellos personajes? Todos los tratadistas coinciden en denominarles "magos", término que en lengua vulgar de los persas significa sabio, sacerdote. Serían, pues, miembros de una casta superior, individuos estudiosos e instruidos, capaces de desentrañar la misteriosa aparición de la estrella.
La denominación de "reyes", en sustitución de "magos", en un principio fue combatida por la Iglesia, pero pronto halló fortuna entre las clases populares. A ello contribuyó, en gran medida, la calidad de los regalos ofrecidos, pero, sobre todo, el hecho de que el oficio de mago, se asociaba, por los primeros cristianos, siempre a ritos profanos.
escrito por Mary Murillo
(fuente: www.mercaba.org)
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