Ayunar ¿por qué?
"Entonces se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron: «Nosotros y los fariseos ayunamos en muchas ocasiones, ¿por qué tus discípulos no ayunan?»Jesús les contestó: «¿Quieren ustedes que los compañeros del novio estén de duelo, mientras el novio está con ellos? Llegará el tiempo en que el novio les será quitado; entonces ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de tela nueva, porque el pedazo nuevo tiraría del vestido y la rotura se haría mayor. Y nadie echa vino nuevo en recipientes de cuero viejos, porque si lo hacen, se reventarán los cueros, el vino se desparramará y los recipientes se estropearán. El vino nuevo se echa en cueros nuevos, y así se conservan bien el vino y los recipientes.»
(Mt 9, 14-17)
El texto comienza con una pregunta que le acercan a Jesús, ¿cómo es que tus discípulos no ayunan? ¿Por qué ellos no realizan esta practica? Práctica ancestral en Israel y también en otras culturas, dónde las personas vinculadas a ella buscaban en algún sentido, purificar su cuerpo y sanarlo también.
El ayuno, dice Anselm Grünn, tiene un poder y una fuerza transformadora y medicinal. De hecho, según sea el estado de salud en el que nos encontremos nuestra dieta varía con lo cual quiere decir que la alimentación y la regulación de la misma en sus cantidades, forma parte del proceso saludable. Ahora que la salud casi ocupa un culto religioso en la cosa nuestra de todos los días. La alimentación y la salud van de la mano, pero cuando se exagera caemos en el “endiosamiento” del cuerpo. Quizás como rechazo a tiempos en los que la sobrevaloración del alma el cuerpo era entendido como rechazo, ahora pareciera que el cuerpo lo es todo. Hay un equilibrio que necesitamos encontrar para poder vivir con salud y sin ser esclavos de los parámetros culturales de belleza y estética.
Queremos redescubrir el sentido profundamente religioso que tiene el cuidado de nuestra salud, aprovechando las posibilidades que nos da en éste tiempo de comer más austeramente sin empacharnos en el comer. ¿Cuál es el sentido que tiene, cuál es el valor que tiene el ayuno en términos religiosos?.
Podríamos decir varias cosas:
por una parte Jesús mismo afirma que hay ciertos malos espíritus que sólo se expulsan con ayuno y con oración. El ayuno y la oración de la mano tienen un poder de fortificar a la persona, a las personas por las cuales ayunamos y disponen interiormente al combate espiritual, a la lucha interior contra las fuerzas del mal que atentan contra nuestra propia vida.
El ayuno también tiene ese poder de expectativa que genera su presencia en nuestra vida. Cuando uno ayuna se priva del bien primario de la alimentación y se abre a otro bien, a un bien interior y espiritual, más fuerte. Es éste que surge del vinculo del ayuno con la oración y la caridad.
El ayuno es la privación de algo, que no necesariamente tiene que ver con alimentos. Es un “privarme de” para ese valor ofrecerlo a modo de limosna y caridad. Podemos ayunar de comprar ropa para la nueva temporada, de tomar un café en algún bar, de una salida al cine.... es una cierta privación de un bien que no es indispensable para vivir y que yo lo traduzco en un gesto de amor y caridad.
Ayuno, oración y caridad van de la mano
El Señor pone el ayuno, la oración y la práctica de limosna y caridad como un tridente de un mismo cuerpo espiritual que dispone a la persona a abrirse ante la expectativa de la llegada del reino. Muy claramente esto se lee en el tiempo de adviento, donde somos invitados a abrirnos a la expectativa del Señor, a su llegada. En estos dos tiempos donde la iglesia está a la expectativa de una manifestación del Señor, el Adviento y la Cuaresma, nosotros desde el ayuno, en el control de nosotros mismos, en la oración, en el vínculo con Dios, la caridad, la limosna, la relación con los demás, nos disponemos interiormente a recibir las gracias que en ese tiempo de manifestación y de revelación de Dios se nos quiera comunicar. ¿Porqué los discípulos de Jesús no ayunan? Es muy claro por qué no, Jesús está con ellos. Cuando falte Jesús entonces ayunarán. Mientras el novio está con ellos no hace falta porque la manifestación de Dios, esto está diciendo Jesús ocurre en su persona.
Es muy importante pedir la gracia de la actitud penitencial. No es bueno lanzarse a grandes penitencias, porque tampoco el Señor lo pide. Las practicas devocionales no pueden robarle a Dios, como Prometeo, el fuego divino. Hay que hacerlo con mucha humildad y sencillez.
A vino nuevo odre nuevo
No se puede remendar un vestido viejo con una tela nueva, tampoco se puede echar, dice Jesús, vino nuevo en un odre viejo. Las dos cosas no se soportan, no se soporta el vino nuevo en un nodre viejo porque lo revienta, ni tampoco puede soportarse una tela nueva como remiendo en tela vieja porque en algún momento la tela nueva va a encoger y el agujero que va a quedar en la tela vieja va a ser más grande todavía. De este modo tan práctico, tan simple y tan sencillo, Jesús está diciendo, el valor y el sentido no solamente terapéutico sino transformante que esconde la práctica, el ejercicio del ayuno.
El ayuno no puede ser hecho porque esté obligado, esté mandado, por una determinada ley que así lo planteaba y continúa todavía en sus viernes penitenciales. Ayunamos por un bien mayor, para liberar fuerzas interiores que nos ayudan a recomponer nuestro estado general. En esa práctica nuestro organismo interior tiende a ordenarse, y a desentramar qué es lo importante y qué lo superfluo. Y es porque a partir del privarnos de comer nuestro organismo interior y todo nuestro ser, tiende como a ordenarse y orientarse hacia lo esencial, hacia lo más importante.
Jesús de hecho lo va a decir en sus cuarenta días de ayuno, "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". En éste sentido la práctica del ayuno nos ayuda para vincularnos a lo más importante, a lo esencial de la vida.
En tiempos de cambio de cara a lo esencial
Lo hemos dicho en otras oportunidades y lo volvemos a repetir en ésta catequesis de hoy, estos tiempos de cambio de época, una cultura nueva que aparece en medio de nosotros, una que nos va dejando detrás un camino ricamente marcado, supone una vinculación de parte nuestra con lo fundamental, con lo esencial. Es que en el cambio acelerado y profundo las referencias tienden como a modificarse y los puntos de apoyo para nosotros necesarios en el camino tienden como a desdibujarse. Justamente a partir de ésta práctica de penitencia y ayuno, vamos aprendiendo a vincularnos a lo que permanece, a lo que no pasa; a la palabra de Dios en su fuerza de transformación que viene no solamente a alimentarnos y a decirnos "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que brota de Dios", sino a hacer un proceso de cambio en la vida de cada uno de nosotros. La palabra de Dios ocupa el centro de nuestra catequesis de hoy, porque "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que brota de la presencia de Dios".
Ayunar a la luz del crucificado
Los viernes la iglesia los ha dispuesto para la ofrenda penitencial de la vida uniéndonos al misterio pascual de Cristo que se entrega, que se ofrece por amor en la cruz dándonos vida nueva en el Espíritu por este vencer en la muerte, resucitar, renovarnos a vida nueva. Esta presencia viva de Jesús que transforma y hace nueva todas las cosas acontece en el corazón del hombre que está necesitado de esa fuerza y de esa presencia transformante del Señor.
Todo en Cristo crucificado da mucho fruto. A partir del vínculo renovado con Jesús, a lo cual viene a colaborar el ayuno abriéndonos a un encuentro transformador con Él, todo toma un nuevo sentido. El ayuno viene a ponernos en sintonía con la Pascua de Jesús. En realidad es la Cuaresma la que está orientada a unirnos al misterio de la Pascua, atraídos por la fuerza del amor que surge de la entrega de amor de Jesús. Más que privarnos por la privación misma, lo hacemos para acompañar y unirnos a la cruz de Jesús, distinguiendo lo importante de lo superficial.
Ojala hoy la práctica del ayuno pueda abrirte también a esta otra experiencia interior de apertura a la transformación con la que Dios obra en nosotros cuando le abrimos la puerta al vinculo con Él.
escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org)
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