Lectura del Santo Evangelio según san Mateo
(Mt 4, 1-11)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el Demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: "Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes". Jesús le respondió: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios". Entonces el Diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: "Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus Angeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna". Jesús le contestó: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". Luego lo llevó el Diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: "Te dará todo esto, si te postras y me adoras". Pero Jesús le replicó: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a El sólo servirás". Entonces lo dejó el Diablo y se acercaron los Angeles para servirle.
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
Cuando leas
1. Fíjate en las palabras: desierto-tentado (tentación) – cuarenta- hambre, de los vv. 1 y 2. Si un judío leyera estos versículos, inmediatamente le vendría a la memoria toda la gran aventura del éxodo, en el que Israel caminó por el desierto durante cuarenta años, padeció hambre y sed, y experimentó diversas tentaciones: murmurar contra Dios, que lo había liberado de la esclavitud, desear volverse atrás, e incluso fabricarse un Dios hecho de metal (el becerro de oro), desconfiando del Dios Vivo y Verdadero.
Al leer esos versículos, el judío del que hablamos también pensaría en Moisés y en Elías, los dos grandes profetas que permanecieron cuarenta días y cuarenta noches, el uno en el Sinaí (Éx 34,28), y el otro en el desierto de Berseba (2 Re 19,8).
Tanto para Israel como para Moisés y Elías, el desierto es un lugar privilegiado de encuentro personal con Dios y de escucha de la Palabra: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Os 2,16)
2. Mateo nos presenta a Jesús como el nuevo Israel en el desierto. Como verdadero hombre que era (igual en todo a nosotros, excepto en el pecado), experimentó la debilidad de su condición humana (el hambre) y la tentación. Pero su respuesta fue muy diferente a la del pueblo de Israel.
3. Mateo nos cuenta que Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu. Y es que Jesús lo vivió todo en el Espíritu, porque en Él reposaba en plenitud, como se hizo manifiesto en el bautismo.
4. En el desierto, Jesús fue tentado tres veces por el diablo. Si nos fijamos bien, en el fondo se trata de una única tentación: “Demuestra que realmente eres el Hijo de Dios; demuestra que Dios es tu Padre y te ama...”
a) Primera tentación: el hambre y el pan - En qué consiste ser Hijo
Éxodo 16 nos cuenta que cuando los israelitas sintieron hambre en el desierto, murmuraron contra Moisés y Aarón diciendo: “Nos habéis traído a este desierto para matarnos de hambre”.
Cuando Jesús siente hambre, el tentador intenta que se aproveche de su condición de Hijo y utilice su poder en su beneficio, convirtiendo las piedras en panes.
Pero, para Jesús, ser Hijo no tiene nada que ver con demostrar su poder. Ser Hijo es fiarse de Dios y de su Palabra incondicionalmente, saberse amado y en buenas manos. En el evangelio de Juan 4,34, Jesús les dice a sus discípulos: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y realizar su obra”. Es decir, no le alimenta alardear ni hacer valer sus derechos. No “le engorda” ser poderoso. Las palabras con las que, en nuestro evangelio responde a la tentación están tomadas del Deuteronomio 8,3: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
b) Segunda tentación: el agua y la sed – Poner a prueba al Padre.
La segunda tentación no tiene como escenario el desierto sino el Templo de Jerusalén. De nuevo, la voz del tentador le toca a Jesús la fibra más sensible: “Si eres Hijo de Dios...”. En el bautismo, Jesús había escuchado estas Palabras del Padre: “Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco”. El amor del Padre y su voluntad es lo único importante para Jesús pero, a lo largo de su vida, tuvo que escuchar muchas voces que ponían en duda su identidad de Hijo, sobre todo al final, en la cruz: “¡Sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!... Ha puesto su confianza en Dios; que lo salve ahora, si es que de verdad le quiere, ya que dijo: Soy Hijo de Dios” (Mt 27,40.43).
En el Templo de Jerusalén, Jesús siente la tentación de pedirle al Padre una prueba de su amor y protección. Sin embargo, vence esa tentación respondiendo con las palabras del Dt 6,16: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Estas palabras evocan el episodio de Massá y Meribá, cuando los israelitas sintieron sed en el desierto y Dios hizo brotar para ellos agua de la roca. En aquella ocasión, tanto los israelitas como Moisés y Aarón desconfiaron del Señor (cf. Nm 20,1-13; Éx 17,12 ss). Jesús, por el contrario, expresa su confianza radical en el Padre.
c) Tercera tentación: la soberbia y el poder – Sólo Dios es digno de adoración
El tentador no consigue hacer mella en la confianza filial de Jesús, así es que tantea el hambre de poder y la ambición de riquezas que se esconden en todo corazón humano, para ver si puede hacerle tropezar. Lo lleva a un monte alto (los montes elevados, en algunos profetas, designan la soberbia y la altanería) y le ofrece los reinos del mundo a cambio de que se postre y lo adore. El tentador es, como dice San Juan, el mentiroso. En este caso la mentira es, además, una blasfemia, porque la misma maldad se hace igual a Dios y pretende que Jesús reconozca esa falsa divinidad a cambio de unas riquezas que él no puede otorgar, porque sólo Dios es el dueño de todo.
Jesús desenmascara esa mentira y responde con palabras del Dt 6,13-14: “Al Señor tu Dios temerás, a él servirás... No vayas detrás de otros dioses...”.
5. El episodio descansa en un desenlace apacible: el diablo se da por vencido y Jesús es confortado por los ángeles, como confortado y alentado fue Elías en el desierto hasta llegar al Horeb.
Cuando medites
- Cae en la cuenta de las tentaciones que te invaden a veces: la tentación del poder o del tener, de hacer alarde de tu fuerza, inteligencia o situación privilegiada, de buscar la fama y la aprobación de los demás, de comprar y llenarte de cosas que no necesitas, tan sólo movido por el impulso irrefrenable a acumular, de creerte más y mejor que los demás… ¿Qué haces en esas ocasiones? ¿Cómo respondes? ¿Vives la tentación en Dios y en su Espíritu o abandonado a tus fuerzas?
- Mira a Jesús:
¿Te pareces a Él? ¿Tienes su modo de sentir, de pensar, de elegir, de actuar?
¿Qué alimenta tu vida y te hace crecer más como persona y como creyente? ¿Escuchas asiduamente la Palabra de Dios? Ante las tentaciones y tribulaciones de la vida, ¿dudas de Dios?, ¿dudas de su amor incondicional y eterno?
Cuando ores (cuando respondas a Dios con tu oración)
- Dale gracias a Jesús por compartir con nosotros nuestra condición humana, nuestras debilidades y tentaciones, por comprendernos. “Él modeló cada corazón y conoce todas sus acciones” (Sal 33,15)
- Pídele la gracia, en todo momento pero especialmente en la prueba, de poner tu mirada en el Rostro del Padre y a confiar en Él con absoluto abandono.
- Puedes concluir orando el salmo 131:
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,como un niño en brazos de su madre.
Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.
(1) La sede de la UPCO está en Alberto Aguilera, Madrid. Todos los jueves, de 8 a 9, un grupo reza con el método de la lectio divina. Una vez al mes, en lugar de la lectio, se ofrece una conferencia bíblica impartida por los profesores de Sagrada Escritura de la Universidad.
(fuente: conchipddm.blogspot.com.ar)
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