(RV).- “¡Jesucristo ha resucitado! El amor ha vencido al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad”, anunció el Pontífice en su Mensaje Urbi et Orbi de la Pascua de Resurrección 2015, desde el balcón central de la basílica de San Pedro.
Después de presidir la celebración de la Santa Misa de Pascua, en una plaza de San Pedro repleta de peregrinos y decorada para la ocasión con flores procedentes de Holanda, el Pontífice recorrió la plaza en papamóvil, prodigando saludos, sonrisas y bendiciones a los numerosos presentes, llegados a la plaza no obstante la lluvia.
En su Mensaje Pascual ‘a la ciudad de Roma y al mundo’, el Obispo de Roma explicó que la humildad - y por consiguiente la humillación - es el camino de la vida y de felicidad indicado por Jesús a todos, con su muerte. Porque “sólo quien se humilla puede ir hacia “las cosas de allá arriba”, hacia Dios - dijo.
Constatando que el mundo de hoy propone imponerse a toda costa, el Papa subrayó que es “por la gracia de Cristo muerto y resucitado”, que los cristianos ‘son el brote de otra humanidad’, en la cual buscamos vivir al servicio, los unos de los otros”. “¡Ésta no es debilidad sino verdadera fuerza!” – enfatizó - “porque quien lleva dentro la fuerza de Dios, su amor y su justicia no necesita usar la violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad”. Por ello, Francisco invitó a implorar del Señor resucitado “la gracia de no ceder al orgullo que alimenta la violencia y las guerras sino tener el coraje humilde del perdón y de la paz”.
“Pidamos a Jesús victorioso para que alivie los sufrimientos de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, como también de todos aquellos que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y de las violencias en curso”, rezó el Papa. Y pidió “paz” en primer lugar, para Siria e Iraq, para que se restablezca la buena convivencia “en estos amados países”, haciendo un llamamiento a la comunidad internacional para que “no se quede inerte de frente a la inmensa tragedia humanitaria” en estos dos países y ante “el drama de los números refugiados”.
Paz pidió Francisco también para Tierra Santa, Libia, Yemen, Nigeria, Sudán, la República Democrática del Congo, Ucrania, e invitó a elevar una oración incesante por quienes han perdido la vida, con un pensamiento especial por los jóvenes asesinados el pasado jueves en la universidad de Garissa, en Kenia, sin olvidar a los secuestrados y a quienes han debido abandonar la propia casa y afectos. El Obispo de Roma encomendó también con esperanza el acuerdo alcanzado en Lausana, en espera de que “sea un paso definitivo para un mundo más seguro y fraterno”.
Paz y libertad pidió el Papa para quienes sufren nuevas y viejas formas de esclavitud, para los emarginados, encarcelados, sin olvidar a los pobres y a los migrantes, enfermos y sufrientes, niños, en especial para los que sufren violencia, a quienes sufren el luto. Para que a ellos llegue la voz consoladora del Señor: “¡La paz está con ustedes! No teman, he resucitado y estaré siempre con ustedes”. E impartió su bendición apostólica.
Finalmente, el Pontífice saludó a todos los presentes deseándoles Feliz Pascua y, extendiendo sus saludos a quienes han seguido la celebración a través de los medios de comunicación, el Papa los alentó a llevar a las propias casas el alegre anuncio de que ¡el Señor de la vida ha resucitado, llevando consigo amor, justicia, respeto y perdón!
Agradeció a todos por su presencia, por su oración y por el entusiasmo de su fe y no olvidó agradecer por las flores, llegadas también este año de Holanda.
(MCM-RV)
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