La piedad popular a la Santísima Virgen, diversa en sus expresiones y profunda en sus causas, es un hecho eclesial relevante y universal. Brota de la fe y del amor del pueblo de Dios a Cristo, Redentor del género humano, y de la percepción de la misión salvífica que Dios ha confiado a María de Nazaret: La Virgen no es sólo la Madre del Señor y del Salvador, sino también, en el plano de la gracia, la Madre de todos los hombres.
De hecho, los creyentes entendemos fácilmente la relación vital que une al Hijo y a la Madre. Sabemos que el Hijo es Dios y que Ella, la Madre, es también Madre nuestra. Creemos en la santidad inmaculada de la Virgen María, la veneramos como Reina gloriosa en el Cielo, y estamos seguros de que María, Madre de Misericordia, intercede en nuestro favor, y por tanto imploramos con confianza Su protección. Por ello celebramos con gozo sus fiestas, participamos con gusto en sus procesiones, acudimos en peregrinación a sus Santuarios, nos gusta cantar en su honor, y le presentamos ofrendas votivas.
"VIA MATRIS"
Así como en el plan salvífico de Dios (cfr. Lc 2,34-35) están asociados Cristo Crucificado y la Virgen Dolorosa, también los están en la Liturgia y en la piedad popular.
Como Cristo es el "Varón de dolores" (Is 53,3), por medio del Cual se ha complacido Dios en "reconciliar Consigo todos los seres: los del Cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la Sangre de su Cruz" (Col 1,20), así María es la "Mujer del dolor", que Dios ha querido asociar a su Hijo, como madre y partícipe de su Pasión (socia Passionis).
Desde los días de la infancia de Cristo, toda la vida de la Virgen, participando del rechazo de que era objeto su Hijo, transcurrió bajo el signo de la espada (cfr. Lc 2,35). Sin embargo, la piedad del pueblo cristiano ha señalado 7 episodios principales en la vida dolorosa de la Madre y los ha considerado como los "Siete Dolores" de Santa María Virgen.
Así, según el modelo del Vía Crucis, ha nacido el ejercicio de piedad del Vía Matris. Desde el siglo XVI hay ya formas incipientes del Vía Matris, pero en su forma actual no es anterior al siglo XIX. La intuición fundamental es considerar toda la vida de la Virgen, desde el anuncio profético de Simeón (cfr. Lc 2,34-35) hasta la muerte y sepultura del Hijo, como un Camino de fe y de dolor: camino articulado en "siete estaciones", que corresponden a los "Siete Dolores" de la Madre del Señor.
Como los dolores de la Virgen tienen su causa en el rechazo que Cristo ha sufrido por parte de los hombres, el Vía Matris remite constante y necesariamente al misterio de Cristo, Siervo sufriente del Señor (cfr. Is 52,13-53,12), rechazado por su propio pueblo (cfr. Jn 1,11; Lc 2,1-7; 2,34-35; 4,28-29; Mt 26,47-56; Hech 12,1-5). Y remite también al misterio de la Iglesia: las estaciones del Vía Matris son etapas del Camino de fe y dolor en el que la Virgen ha precedido a la Iglesia y que esta deberá recorrer hasta el final de los tiempos.
María, Madre de Misericordia, cuida de todos para que no se haga inútil la Cruz de Cristo, para que el hombre no pierda el camino del bien, no pierda la conciencia del pecado y crezca en la esperanza en Dios, «rico en Misericordia» (Ef 2, 4), para que haga libremente las buenas obras que Él le asignó (cf. Ef 2, 10) y, de esta manera, toda su vida sea «un himno a su gloria» (Ef 1, 12).
Detallamos a continuación las oraciones y meditaciones sugeridas para rezar el Via Matris.
Acto de contrición
Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido; y propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
Guía: Madre Dolorosa.
Fieles: Ruega por nosotros.
- Primera estación: En esta primera estación se contempla la profecía del santo anciano Simeón.
Considera, alma mía, el gran dolor de la Virgen Santísima al oir las tristes palabras que el anciano Simeón profetizó referentes a la Pasión y Muerte del Niño Jesús.
Oh, Madre afligida. Por el dolor con que fuiste tan atormentada en tu alma te suplico me des lágrimas de verdadera contrición, para que sea meritoria la compasión que siento por tus dolores.
En cada estación se reza:
Guía: Dios te salve María...
Fieles: Santa María...
Guía: Madre Dolorosa.
Fieles: Ruega por nosotros.
- Segunda estación: En esta segunda estación se contempla la huida a Egipto.
Considera, alma mía, el agudo dolor de la Virgen María al recibir de San José el mensaje del ángel que debían huir de noche a Egipto para salvar al Niño Dios de la matanza decretada por Herodes.
Oh, Madre afligida. Por el dolor que sentiste al hui con tu Hijo a Egipto, te suplico me des la gracia para huir siempre de las ocasiones de pecar.
- Tercera estación: En esta tercera estación se contempla la pérdida de Jesús en el Templo.
Considera, alma mía, el intenso dolor de la Virgen María cuando vio que había perdido a su amado Hijo, por lo cual lo buscó durante tres días con inconsolable aflicción.
Oh, Madre afligida. Por el dolor que tuviste al perder a tu Hijo, te suplico me alcances la gracia para que lo busque hasta hallarlo en el templo de mi alma.
- Cuarta estación: En esta cuarta estación se contempla el dolorosísimo encuentro de la Virgen Santísima con su Hijo Divino.
Considera, alma mía, el agudísimo dolor de la Virgen María al encontrarse con su Divino Hijo, cuando llevaba la pesada cruz hacia el monte Calvario para ser crucificado en ella por nuestra salvación.
Oh, Madre afligida. Por el dolor con que viste a tu Hijo cargado con la cruz, te suplico me des la gracia para seguirlo, llevando con paciencia la cruz de mis trabajos.
- Quinta estación: En esta quinta estación se contempla la crucifixión y muerte de Jesús.
Considera, alma mía, el penetrante dolor de la Virgen María cuando vio a su Hijo clavado sobre el duro madero de la Cruz, y morir derramando sangre por todo su sacratísimo Cuerpo.
Oh, Madre afligida. Por el dolor con que viste crucificar a tu Divino Hijo te suplico me des la gracia para que mortificando mis pasiones, viva siempre crucificado con Cristo.
- Sexta estación: En esta sexta estación se contempla el descendimiento de Jesús de la Cruz.
Considera, alma mía, el agudísimo dolor que traspasó el corazón de la Virgen María al recibir en sus brazos el cuerpo muerto de Jesús, cubierto de sangre y todo él despedazado.
Oh, Madre afligida. Por el dolor que recibiste al tener en tus brazos, llagado y destrozado, el cuerpo de tu Hijo en el sepulcro, te suplico me alcances la gracia de recibirlo dignamente en la Sagrada Comunión.
- Séptima estación: En esta séptima estación se contempla la sepultura de Jesús.
Considera, alma mía, los sollozos que exhalaría el corazón afligido de la Virgen María, al ver a su amado Jesús colocado en el sepulcro.
Oh, Madre afligida. Por el dolor con que dejaste el cuerpo de tu Hijo en el sepulcro, te suplico me des la gracia para aborrecer el pecado y vivir muerto a los gustos del mundo.
Oración final:
Te rogamos, Señor Nuestro Jesucristo, que sea nuestra intercesora, cerca de tu clemencia, ahora y en la hora de nuestra muerte, la Bienaventurada Virgen María, tu Madre, cuya sacratísima alma fue traspasada por el cuchillo del dolor en la hora de tu Pasión.
Te lo pedimos por Ti, Cristo Jesús, Salvador del mundo, que con el Padre y el Espíritu vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Se rezan tres Ave Marías.
Guía: Madre Dolorosa.
Fieles: Ruega por nosotros.
(fuente: la-oracion.com)
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