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miércoles, 8 de abril de 2015

¿Quiénes formamos la Iglesia?

La Iglesia,es como una gran familia formada por miles de miembros unidos entre sí, por estar cada uno de ellos unido a Dios.

La Iglesia, más que una sociedad, podría compararse con una gran familia formada por miles de miembros unidos entre sí, por estar cada uno de ellos unido a Dios.

En una familia cada miembro es diferente de los otros: tu hermana no es igual a tu hermano ni éste igual a tu primo. Tu padre y tu madre son diferentes de tus abuelos y tíos.

Cada miembro de una familia tiene una tarea que cumplir y también una personalidad diferente: tu mamá, encargada de la casa, cuida a los hijos; tu papá, responsable de trabajar para proveer lo necesario, los protege; tu abuela consiente a los nietos; tu tía los regaña; tu hermano hace reír a todos; el pequeño llora todo el día y tu hermana es maravillosa haciendo galletas. Cada uno es importante para el resto de la familia y su ausencia se siente cuando por cualquier razón no está en la casa.

Dentro de la Iglesia sucede lo mismo: tiene muchos miembros diferentes y tú eres uno de ellos. En ella encontramos sacerdotes, religiosos y laicos, cada uno con una misión diferente que cumplir y todos igual de importantes y necesarios dentro de la vida de la Iglesia.

Para explicar la importancia de cada miembro dentro de la Iglesia, podemos compararla con tu cuerpo, formado por diferentes miembros: manos, pies, cabeza, dedos, corazón, pulmones, estómago...

Cada miembro de tu cuerpo desempeña una función específica y si falla, te afecta en toda tu persona. Si te duele la cabeza, no dices: “mi cabeza se siente mal”, sino “yo me siento mal”. Si te hieres en el dedo, no dices “le duele a mi dedo”, sino “me duele el dedo”.

La Iglesia es también un cuerpo: el Cuerpo místico de Cristo, y también está formado por miembros diversos entre sí. Entonces, lo que hagas dentro de la Iglesia afecta a todo el cuerpo en general. Si haces obras buenas, la Iglesia entera se fortalece. En cambio, si algún miembro pierde la vida de gracia, la Iglesia entera se debilita pues es como si le amputaran un dedo, una mano o un pie.

En la Iglesia encontramos miembros sanos. Son aquellos que viven unidos a Dios por la vida de la gracia y hacen crecer esa unión a través de los sacramentos. Cumplen con su función a través del testimonio y el apostolado. Son ojos que ven, oídos que oyen, piernas que caminan y manos que escriben.

También encontramos miembros atrofiados. Son aquellos que están ahí porque no han perdido la vida de gracia, pero que no sirven para nada, pues ni se preocupan por fortalecerse ni hacen algo para que la Iglesia crezca y se fortalezca. Son todos aquellos cristianos que se conforman con “no pecar” y se olvidan de hacer el bien.

Existen también en la Iglesia miembros débiles por falta de ejercicio. Son aquellos llenos de buenos propósitos que nunca llevan a cabo porque su fuerza de voluntad no les alcanza. Tienen grandes planes, son piernas que quieren correr en un maratón pero que se niegan a entrenar todos los días. Por supuesto, cuando llegan a la competencia, se quedan a mitad del camino por falta de fuerzas.

La Iglesia también tiene miembros enfermos, heridos y pisoteados. Son aquellos cristianos que conviven con los pecados veniales todos los días. Su unión con Dios es muy débil; son incapaces de trabajar en las virtudes porque están enfermos. Son como unos pulmones con cáncer, una rodilla con el menisco roto o una espalda con la columna desviada. El dolor que causan estas enfermedades los incapacita para desarrollar su función: los pulmones duelen al respirar, la rodilla duele al caminar y la espalda es incapaz de cargar peso.

Los miembros amputados son aquellos que han perdido la unión con Dios debido al pecado mortal. Así como quien ha sufrido la amputación de una pierna o un brazo dice que sigue “sintiendo” su pierna o su brazo, de la misma manera en la Iglesia se “siente” la ausencia de esos miembros que la han abandonado por el pecado mortal.

Hay otros miembros a los que podríamos llamar miembros desertores o mutilados; son aquellos que, al ver problemas o errores dentro de la Iglesia, deciden abandonarla y unirse a grupos sectarios. Son débiles; en vez de defender y fortalecer el Cuerpo al que pertenecen, prefieren huir e irse a otro lugar donde se requiera menos esfuerzo. Es como si un riñón decidiera por sí mismo donarse a otro cuerpo porque no le gusta la nariz del cuerpo al que pertenece. Eso no sucede en el cuerpo humano, pero sí en la Iglesia, pues cada uno de sus miembros es libre.


¿Qué debemos hacer los miembros de la Iglesia?

Lo primero que debes hacer como miembro de la Iglesia es saber en qué clase de cuerpo estás y cuál es tu función dentro de él.


Conocer, cumplir, dar a conocer.

Lo primero que debes hacer como miembro de la Iglesia es saber en qué clase de cuerpo estás y cuál es tu función dentro de él. Imagina que en una familia la madre quisiera cumplir las funciones del hijo en vez de las suyas o el padre las de la abuela… ¡sería un desastre! También lo sería si los miembros no supieran quién es quién en la familia y los bebés empezaran a dictar las reglas y los padres a obedecerlas.

Imagina que en un cuerpo humano los miembros no supieran a qué clase de cuerpo pertenecen ni cuál es su función dentro de él. Imagina a la mano queriendo cumplir las funciones del pie o a la boca tratando de cumplir las del oído.

Imagina que la boca, al no saber a qué clase de cuerpo pertenece, supusiera que es parte del cuerpo de una vaca y empezara a emitir mugidos…

Imagina también que te inscribes en un club del cual no conoces las reglas ni su finalidad.

Llegas a entrenar con tu uniforme completo de natación, con goggles y gorra y resulta que el club es de fútbol… ¡qué ridículo harías! Como miembro de la Iglesia, lo primero que debes hacer es conocerla: su origen, sus enseñanzas, sus reglas, su finalidad… ¡Suena muy lógico!, pero hay miles de católicos que no tienen idea de dónde están y por eso se dejan engañar tan fácilmente por el primero que toca a su puerta y les promete pertenecer al grupo elegido de los 144,000 o les promete la piedra mágica que les dará la “energía” de Dios.

El segundo paso es cumplir con tu misión específica dentro de la Iglesia. Una vez que sepas si eres ojo, mano, riñón o arteria, ponte a trabajar para cumplir con tu función en el Cuerpo Místico de Cristo. De nada sirven los miembros atrofiados o enfermos. Es más, muchas veces son un estorbo. Trabaja por fortalecer tu unión con la cabeza, que es Cristo, a través de los sacramentos; trabaja por fortalecerte como miembro con el ejercicio diario de las virtudes; cumple con tu función sabiendo que eres indispensable e insustituible: si eres arteria y no cumples con tus funciones de arteria, habrá una parte del Cuerpo de Cristo que se quedará sin esa sangre que tú tenías que llevar. Nadie va a cumplir tu misión dentro de la Iglesia, pues cada quien tiene una función distinta.

El tercer paso es dar a conocer las enseñanzas de la Iglesia a los demás. Dar a conocer a todos los que encuentres en tu camino la necesidad que la Iglesia tiene de ellos. Concientizar a todos los cristianos de que ellos son la Iglesia y de que es necesario que conozcan sus enseñanzas y su doctrina.


Para meditar personalmente:

¿Por qué si San Pablo perseguía a los cristianos, cuando fue derribado mientras viajaba a caballo, Jesús le preguntó por qué razón lo perseguía a Él?

¿Qué clase de miembro de la Iglesia eres? ¿Sano, atrofiado, débil, enfermo, amputado o desertor? ¿Por qué?

¿Qué le responderías a alguien que llegara a tratar de convencerte de abandonar la Iglesia diciéndote que hay muchos errores dentro de ella?

¿Conoces los documentos de la Iglesia que se han escrito en el último año?

Ideas para recordar:

- La idea de la fundación de la Iglesia surgió desde la creación del mundo.

- La palabra Iglesia viene del griego “ekklesía”, que significa "asamblea".

- La Iglesia es la unión de todos los hombres que acuden a la convocatoria de Dios y se unen a Él por la vida de gracia y los sacramentos.

- En la Iglesia hay muchos miembros con funciones diversas, pero cuando un miembro sufre, se ve afectada la Iglesia entera.

- Como miembros de la Iglesia tenemos el deber de conocer, cumplir y dar a conocer sus enseñanzas.

Decisiones:

Como tú sabes, no es suficiente saber lo que ocurre ni por qué... es necesario que todos hagamos un esfuerzo de cambio para aplicar lo que vamos aprendiendo. Aquí te proponemos algunas líneas generales de compromiso: ¡la decisión es tuya!

Me preocuparé por ser siempre un miembro sano de la Iglesia manteniendo mi unión con Dios mediante la oración y la práctica de los sacramentos, evitando el pecado venial, desterrando el pecado mortal y trabajando en el desarrollo de las virtudes.

Me preocuparé por conocer siempre las enseñanzas de la Iglesia.

Acudiré a las misiones que organice mi parroquia, grupo pastoral o escuela para acercar a la Iglesia a más personas y recuperar a aquellos miembros que han sido amputados o mutilados.

Si no encuentro un grupo organizado que lleve a cabo misiones, puedo organizarlas con mis amigos o compañeros de grupo, yendo con nuestras propias familias a misionar el fin de semana a alguna colonia cercana.

escrito por Lucrecia Rego de Planas 
(fuentes: Centro de Actualización Pedagógica; catholic.net)

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