(San Juan 12,1-11)
Amar sin medida
El Evangelio recién proclamado nos conduce a Betania, donde, como apunta el evangelista, Lázaro, Marta y María ofrecieron una cena al Maestro (cf. Jn 12, 1). Este banquete en casa de los tres amigos de Jesús se caracteriza por los presentimientos de la muerte inminente: los seis días antes de Pascua, la insinuación del traidor Judas, la respuesta de Jesús que recuerda uno de los piadosos actos de la sepultura anticipado por María, la alusión a que no lo tendrán siempre con ellos, el propósito de eliminar a Lázaro, en el que se refleja la voluntad de matar a Jesús. Todo habla del desenlace final que esta terminando el tiempo de Jesús caminando con ellos.
En este relato evangélico hay un gesto para poner la atención: María de Betania, “tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” (12, 3). El gesto de María es la expresión de fe y de amor grandes por el Señor: para ella que se retribuye en una expresión que va más allá de lo esperado. Hay una cierta desmesura por parte de María. En clave de desmesura es como se debe leer el misterio de la Pascua y para que ésta no nos impacte en el desborde al punto de dejarnos paralizados y confundidos es necesario que hagamos nuestro centro en el motivo por el que todo esto acontece: El amor con el que el Padre y Jesús han asumido la redención. A partir de allí todo es desmesurado, está fuera de cálculo, resulta irracional, no hay forma de que pueda comprenderse.
La razón no entiende lo que está pasando con el Hijo de Dios que es burlado, escarnecido, muerto ¿Cómo puede el hombre hacer semejante barbaridad? ¿Matar a su creador, autodestruirse? Sin embrago el Señor tiene puesta la mirada en la redención y permite que esta locura desmesurada, de total desquicio sea superada por una desmesura aun mayor, la de un amor que abraza, contiene desde el perdón. Toda esta locura que el hombre elige para terminar consigo mismo Dios lo impide en la persona de Cristo asumiendo la humanidad en lo más terrible así, en donde estuvo nuestra perdida está nuestro triunfo por el que el Padre y Jesús A partir de ahí todo resulta irracional no hay forma de que pueda comprenderse. Si solo queremos abordar el misterio pascual desde la razón la razón no entiende lo que esta pasando con el Hijo de Dios que es humillado. La desmesura de los hombres en su escarnio es desborda por la desmesura del amor de Dios. Dios asume lo humano y lo redime cambiándolo de sentido. Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Donde la noche parece terminar con todo, tiene detrás y dentro suyo la luz mayúscula que todo lo ilumina y lo hace distinto. La desmesura del amor que puede con todo lo que no tiene sentido.
El amor no conoce de egoísmos
La humanidad fue vencida en un árbol, en el árbol de la Cruz. “Feliz culpa, que mereció tan grande Redentor” dirá San Agustín.
Hay lugares en la vida que están esperando de ésta fuerza de transformación. Para entrar en esta corriente de resignificación debemos entrar con María, ella que supo derramar lo mejor de sí a los pies del Maestro.
A veces lo único que tenemos es la humillación de encontrarnos con nuestros límites, nuestros fracasos. María derrama lo mejor que tiene, nosotros también estamos invitados a hacer lo mismo, decir “Lo que tengo te lo ofrezco Señor, esperando ser nada para recibir todo de Vos.” Es el amor de ella fruto del amor que él tiene por ella.
Da con alegría, sin mezquinad sin resentimientos. Sentimientos que sí hay en el corazón de Judas que se encuentra en el lugar opuesto. Hay una serie de cálculos que le impiden a Judas entrar en la dinámica de Cristo: no hay medidas en el amor, la razon del amor es sin mesuras, no hay forma de encajonarlo. Jesús comprende que María ha intuido el amor de Dios e indica que ya se acerca su “hora”, la “hora” en la que el Amor hallará su expresión suprema en el madero de la cruz: el Hijo de Dios se entrega a sí mismo para que el hombre tenga vida, desciende a los abismos de la muerte para llevar al hombre a las alturas de Dios, no teme humillarse “haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz” (Flp 2, 8).
Hay que darle alas al amor de Dios que hay en nosotros para llegar hasta donde él nos quiere hacer llegar por encima de muestras fuerzas y de nuestros limites.
Para resignificar la vida hay que salir de esos lugares en los que comúnmente nos movemos, hay que encontrarle otra vuelta a la vida y viene tan contundente que nos dice “Donde esta la muerte está escondida la vida, donde es ta el dolor está escondida la alegría, donde está la oscuridad aparece la luz. El Señor viene a vencer y es Su amor el gran motivo. Encontrarnos con ese amor nos ayuda a superar los esquemas en los que nos movemos dándole a lo cotidiano un lugar nuevo.
Es importante al comenzar la semana, al afrontar nuestras dificultades dejarse alcanzar por un amor inmenso y descubrir el vínculo de amor que Dios tiene con Jesús. Esto está expresado en el gesto de amor desbordante de María al romper el frasco de nardo puro. Jesús es sorprendido por la desmesura del gesto de María, toda una expresión de amor. Lo hicieron con él y lo hace con los suyos.
No se puede explicar la vida si no nos dejamos alcanzar por este amor. Que sea ese amor el que resignifique nuestra vida en ésta Pascua.
“Para resignificar la vida hay que salir de esos lugares en los que comunmente nos movemos, hay que encontrarle otra vuelta” @PjavierSoteras — Radio María Arg (@RadioMariaArg) marzo 30, 2015
Amor es darse todo
“Toda la casa se lleno del perfume con el que María ungió los pies de Jesús” ¿Qué cambió el ambiente? El amor que le dio a ella el Padre; la unción del amor cambia el ambiente. Jesús va a la Pascua junto a sus discípulos ungidos desde el amor que vivieron en el ese retiro en Betania.
Desde ésta unción, Jesús unge a los suyos. Es el amor el que le da un sentido nuevo a a las cosas. ¿Como y desde qué lugar ubicarnos en la desmesura del amor de Dios para que lo que vivo desde cada día tenga una perspectiva, una mirada y sentido distinto?
La verdadera donación es darse por entero, sin restricciones. La gratitud de quien ama no conoce límites para los gestos de ternura. Agradece siempre, pero no esperes el reconocimiento de nadie. Gratitud con amor no sólo reanima a quien recibe, reconforta a quien ofrece.
escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: radiomaria.org.ar)
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